
Con presencia en 11 países de América Latina y El Caribe, y más de 11,500 colaboradores, la red de salud San Juan de Dios ha iniciado un proceso de renovación de marca que responde tanto a necesidades institucionales como a tendencias del mercado sanitario.
La iniciativa no solo implica un cambio visual -que incluye isotipo, paleta de colores y simplificación del nombre institucional- sino también un rediseño estructural del modelo de atención y una reorientación estratégica de sus operaciones regionales.
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El objetivo declarado por la Orden Hospitalaria es fortalecer su identidad institucional y proyectar una imagen alineada a las nuevas demandas del entorno sanitario, sin desligarse de su enfoque asistencial.
Sin embargo, detrás del relanzamiento hay también una estrategia de crecimiento sostenible en un sector marcado por la alta fragmentación, brechas de acceso y demanda creciente de servicios.

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Un actor económico con lógica híbrida
La red San Juan de Dios no solo opera como un prestador de servicios médicos; su estructura financiera y operativa la posiciona como un actor económico con un modelo particular en la región.
La lógica que sustenta su funcionamiento es híbrida: conjuga la sostenibilidad de sus operaciones clínicas privadas con una inversión directa y sistemática en programas sociales de salud y rehabilitación.
“Somos una organización sin fines de lucro, pero eso no significa que no gestionemos con criterios de eficiencia y sostenibilidad. Lo que generamos se reinvierte en nuestra misión social”, explica el Hno. Erik Luciano Castillo, Superior de la Orden Hospitalaria para América Latina y El Caribe.
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La red moviliza actualmente cerca de US$ 180 millones anuales en América Latina y el Caribe, cifra que incluye operaciones clínicas, infraestructura, adquisición de tecnología médica, programas de formación y campañas comunitarias.
Según detalla el Hno. Castillo, esta actividad genera un efecto multiplicador en economías locales a través de empleo directo e indirecto, consumo de bienes y servicios médicos, y flujos de pacientes que dinamizan actividades vinculadas al transporte, alimentación y hospedaje.
“Manejamos más de 11,500 colaboradores en la región. Es una red hospitalaria que no solo da empleo, sino que también impulsa cadenas de valor en cada territorio donde estamos presentes”, indica.
En Perú, por ejemplo, San Juan de Dios opera centros hospitalarios en seis regiones, incluyendo Lima, Arequipa y Cusco, con un modelo que, según sus voceros, mantiene tarifas hasta 50% más bajas que las clínicas privadas tradicionales, lo que amplía su base de usuarios y permite financiar obras sociales sin depender exclusivamente de la filantropía o donaciones.
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Expansión, salud mental y digitalización
En paralelo con el relanzamiento de marca, la red está avanzando en un proceso de modernización y ampliación de servicios. Entre las prioridades figura la salud mental, un segmento altamente desatendido en la mayoría de sistemas de salud públicos de la región.
“Tenemos más de 100 años de experiencia gestionando salud mental en América Latina. Hoy la demanda está creciendo de manera exponencial y es urgente cerrar esa brecha con un enfoque humano y técnico a la vez”, señala el Hno. Castillo.
Además, la institución está incorporando herramientas tecnológicas para ampliar el alcance y mejorar la eficiencia de atención. Esto incluye telemedicina, historia clínica digital, educación remota para pacientes y familias, e incluso inteligencia artificial para gestión operativa y toma de decisiones clínicas.
“La digitalización no es un lujo. Es una necesidad para responder a contextos donde el acceso es limitado y la demanda no da tregua”, enfatiza.
En cuanto a la expansión geográfica, el plan es consolidar sedes existentes y proyectar nuevos servicios en zonas urbanas y rurales donde se identifiquen brechas estructurales.
“No vamos a crecer por crecer. Donde vayamos, debe haber una necesidad real y posibilidades de generar impacto social”, afirma el religioso.

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Inversión social con enfoque medible
San Juan de Dios destina más de US$5 millones anuales a programas sociales orientados a poblaciones vulnerables, incluidos niños con discapacidad, adultos mayores en abandono y comunidades con bajo acceso a salud. Esta inversión permite sostener servicios gratuitos o subsidiados, campañas preventivas, talleres de formación e incluso albergues para personas en situación de calle.
“La inversión social no es un añadido a nuestra operación. Es parte central del modelo. Y cada sol invertido debe tener resultados concretos en la vida de las personas”, sostiene.
Para ello, la red utiliza indicadores cuantitativos y cualitativos: cantidad de atenciones, cobertura territorial, seguimiento a pacientes, encuestas de satisfacción y estudios de caso.
“Nos interesa saber cuántos atendimos, sí, pero también cómo mejoró su calidad de vida, su autonomía, su integración”, explica Castillo. “Esos datos nos dicen si el modelo está funcionando o si hay que ajustarlo.”
Una parte del financiamiento proviene de campañas como la Teletón, que canaliza recursos para terapias infantiles. Sin embargo, el grueso se sostiene con recursos generados por los propios centros hospitalarios. “La autosuficiencia es clave para que nuestra labor no dependa solo de la solidaridad, sino también de una gestión financiera responsable”, agrega.
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Desafíos regionales y modelo de alianzas
El entorno sanitario en América Latina y el Caribe presenta desafíos comunes: fragmentación del sistema, inequidad, brecha en salud mental y limitaciones presupuestales. La estrategia de San Juan de Dios ha sido construir alianzas con el Estado, aseguradoras, proveedores y universidades, que le permitan compartir riesgos y ampliar impacto.
“Hoy no se puede trabajar en salud de forma aislada. Necesitamos colaborar con actores públicos, privados y académicos para diseñar soluciones sostenibles y escalables”, advierte.
La red mantiene convenios con EPS y aseguradoras, así como con universidades para la formación médica. También colabora con gobiernos locales y nacionales en campañas de prevención, rehabilitación e investigación aplicada.