
El presupuesto público 2026 está en pleno debate en el Congreso de la República del Perú. Una de las preocupaciones cada año, cuando se discute este proyecto, son los artículos que buscan aumentos de remuneraciones del sector público, en detrimento de las cuentas fiscales. El dinamismo con el que ha crecido los ingresos de este sector, respecto al ámbito privado, es relevante de ser analizado.
Si bien en Lima Metropolitana los ingresos ajustados a la inflación ya se habían recuperado y mantenían un crecimiento constante en los últimos meses, respecto al 2019, a nivel nacional, se observa un avance solo en los salarios reales del sector público.
Según datos del Banco Central de Reserva del Perú (BCRP), entre enero y septiembre, las remuneraciones reales de los trabajadores del sector público fueron 9.8% mayores que antes de la pandemia. Hasta septiembre, los empleados del Estado ganaban un promedio de S/ 3,869 al mes.
Sin embargo, a ese mismo mes los sueldos en las empresas privadas ascendían, en promedio, a S/ 2,924 mensuales. Al ajustarse a la inflación, estos ingresos resultan 3.2% más bajos que en el 2019.
De esa manera, los ingresos reales promedio de los trabajadores peruanos aún resultan 0.4% menores que antes de la pandemia.

Si se comparan las cifras a septiembre contra los primeros nueve meses del año pasado, el sector público y privado aumentan, pero con una diferencia abismal. Mientras los ingresos en el Estado crecen 5%, en la parte privada aumentan solo 1.8%.
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Los factores
En el sector público predominan los puestos de oficina “calificados”, mientras que en el sector privado existe una mayor diversidad y un peso importante de obreros y ocupaciones con menor nivel salarial. Pero no necesariamente la composición laboral es lo que explica la gran brecha que existe entre sus salarios.
Para Miguel Jaramillo, economista e investigador de Grade, la diferencia de cerca de 15 puntos porcentuales entre ambos sectores podría relacionarse a que las remuneraciones en las entidades públicas no necesariamente se ajustan a la productividad.
“En el sector privado los salarios tienen que estar asociados a productividad, porque no es posible para una empresa pagar por encima de la productividad, mientras que en el sector público es perfectamente natural hacerlo”, comentó a Gestión.
Este aumento salarial público, indicó, no ha ido acompañado de mejoras en la calidad de los servicios. Incluso resaltó qué hay casos donde las remuneraciones no guardan relación con la preparación de los trabajadores, como en el Congreso de la República, donde los ingresos de algunos funcionarios superan lo que les correspondería.
Estos mayores ingresos se vienen dando desde hace más de cinco años, pues desde 2018 los salarios del sector público empezaron a superar al promedio del sector privado, de acuerdo con el Instituto Peruano de Economía (IPE). Aunque ahora la brecha es de más de 30%, en 2019 los salarios del sector público eran solo 7% mayores a los del sector privado.
Benoit Mougenot, director de Economía de la USIL, coincidió en que la rigidez salarial en el sector público y los ajustes realizados durante la pandemia en áreas críticas como salud, educación y seguridad han sido determinantes.
“Estos incrementos se sostuvieron gracias a la estabilidad presupuestal y a políticas fiscales expansivas. En contraste, el sector privado estuvo más expuesto a los shocks de demanda, restricciones sanitarias y menor inversión, lo que afectó tanto el empleo como los salarios”, sostuvo.
Aunque el empleo formal privado se recuperó en número, Mougenot precisó que los salarios reales siguen rezagados debido a la inflación acumulada y a la lenta recomposición hacia sectores de mayor productividad.
De hecho, el reporte del BCRP muestra que en minería, manufactura y electricidad -sectores más productivos- los ingresos reales siguen todavía por debajo de los niveles prepandemia.
Los únicos sectores donde los salarios reales se han recuperado respecto al 2019 son agricultura y pesca. Estos ingresos agropecuarios resultan muy volátiles y dependen de factores estacionales como el clima o los precios internacionales, indicó Jaramillo.
“El sector agropecuario es uno de menor productividad, y sus datos suelen ser muy fluctuantes de un año a otro, que no es tan habitual en otros sectores. Un año pueden haber buenos precios y los ingresos aumentan considerablemente, pero al siguiente caen y con ellos las remuneraciones caen con eso también”, refirió.

¿Próxima recuperación del sector privado?
Paola Herrera, economista del IPE, recuerda que el sector privado había logrado recuperar sus niveles de ingresos reales hacia el 2022, pero la caída de la economía en 2023 -que afectó a rubros como el agro, la construcción y la manufactura- revirtió esos avances.
“Volvieron a caer los ingresos en el ámbito formal y principalmente en el sector privado. Teníamos sectores que estaban afectados y la inversión también estaba retrocediendo. Por eso es que en varios de esos sectores todavía los ingresos están en términos reales por debajo del nivel por pandemia”, explicó.
A eso se sumaron las tasas de inflación vistas entre 2022 y 2023. Por ello, aunque los sueldos nominales podían avanzar, el incremento de precios era mayor, reduciendo la capacidad adquisitiva de los trabajadores.
Por ello, mientras el Estado mantenía su ritmo de incrementos salariales, los trabajadores del sector privado veían cómo su salario real retrocedía por una combinación de precios altos y un mercado laboral menos dinámico.
Ahora, con las mejoras en la inflación y el comportamiento del empleo formal, Herrera consideró que podríamos esperar una recuperación de los salarios a fin en los próximos meses, aunque de manera gradual.
“Esperamos que para este año sí se recuperen los salarios a nivel prepandemia a nivel nacional. En el caso del sector formal, solo en septiembre los salarios sí estaban 0.8 por encima del nivel prepandemia del septiembre del 2019. En el caso del sector privado podría llegar a alcanzar el nivel o estar 0.1% por debajo, pero virtualmente es alcanzar el nivel prepandemia”, precisó.
A su vez, Mougenot consideró que la estabilidad inflacionaria podría favorecer ajustes salariales graduales, pero consideró que persisten riesgos como la incertidumbre política por las elecciones de 2026 y la informalidad. Por ello, “la mejora será lenta y dependerá de inversión privada sostenida y reformas estructurales”.
Además, aunque podríamos ver una recuperación del ingreso real de los trabajadores del sector privado, Herrera precisó que la brecha con el sector privado podría permanecer en el tiempo debido a que es más complicado reducir estas remuneraciones en el Estado.

Licenciada en Ciencias de la Comunicación por la Universidad de San Martín de Porres con experiencia en radio, tv, redes sociales y medios impresos. Escribo y hablo sobre economía y finanzas desde el 2020.








