
Los siglos XVI, XVII y XVIII le concedieron al país —cual gracia— tres figuras religiosas que han agitado los espíritus de la devoción y del emprendimiento por igual: la Virgen de la Candelaria (Puno), el Señor de los Milagros (Lima) y el Señor Cautivo de Ayabaca (Piura), respectivamente.
La fama de estos patronos es una muestra de que, a merced de la fe, emerge una decisión de viaje superior al propósito vacacional. El Ministerio de Comercio Exterior y Turismo (Mincetur) ya reconoce al turismo religioso como un segmento dinámico capaz de prosperar a través de las estrategias de PromPerú.
Pero el vínculo entre credo y economía se ha construido sobre la repetición de santos rosarios, al calor de miles de cirios y al ritmo de comportamientos que, año a año, se posicionaron como narrativas de fervor.
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Religiosidad e historia
Las tres celebraciones registran en sus cronologías una oficialización que rotuló, recién en el siglo XXI, un parteaguas tanto en el corazón de sus fieles como en el bolsillo de sus habitantes: la festividad del Señor de los Milagros fue declarada como Patrimonio Cultural de la Nación en 2005; la del Cautivo de Ayabaca recibió el título de Patrimonio Cultural Inmaterial de la Nación en 2013; y la de la Virgen de la Candelaria obtuvo la categoría de Patrimonio Cultural Inmaterial de la Humanidad en 2014.
Antes de ello, por supuesto, ya se mezclaban devotos y negociantes. Tal es el caso del también denominado “Morenito Cautivo” en el norte del Perú. Gerardo Cabrera, periodista y escritor piurano, recoge en su libro La ruta de los cautivos (2025) las voces de las historiadoras Susana Quevedo y Ruth Rosas para extender una prueba:
“Desde 1755 empezó a organizarse una fiesta patronal con procesión en honor al señor Cautivo [...], que consistía en una jarana social y religiosa que confluía en comilonas, bailes, tertulias nocturnas, corridas de toros, música del órgano y consumo de chicha, aguardiente y guarapo en el pueblo de Ayabaca”, se puede leer. Todo ello, “al son de campanas y complementado con matanza de cuy, carrera de venados, danzas y entremeses”.
En ese sentido, lo que las inscripciones estatales hacen ahora es colocar en el radar del turista la posibilidad de experimentar un mix de tradición y compraventa y, a la vez, tachar un destino en su lista de viajes.

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La huella económica
Un turista encuentra distintas opciones para integrarse al circuito de bienes y servicios alrededor de la fe. Claudia Sícoli, directora de Economía y Negocios Internacionales de la Universidad Peruana de Ciencias Aplicadas (UPC), enumera algunas vinculadas con el Señor de los Milagros, cuyo festejo viste de morado a los limeños cada 28 octubre.
“Los productos que más acogida tienen alrededor de la festividad se asocian con la venta de imágenes del Cristo Moreno. Las estampas que se consiguen desde S/5, velas, sahumerios, denarios, detentes, los cuales pueden costar hasta S/ 60. A esto se suman los arreglos florales, con precios desde S/ 20 hasta S/ 250″, explica. Y revela el gasto promedio por visitante a la capital: S/500.
Francisco Aquise, empresario turístico y expresidente de la Cámara de Comercio y la Producción de Puno, también hace el recuento del dinamismo en su ciudad. “En la fiesta de la Virgen de la Candelaria resalta una cultura de uso de insumos para las ofrendas: incienso, hojas de cocas o dulces. [...] Se dinamizan el transporte, la alimentación, la música, el hospedaje. [...] Si hablamos de la cerveza, alcanzamos los S/2 millones. Muchos logran pagar sus créditos, como los taxistas o los vendedores de los mercados”.
Lo avala el Mincetur, que calculó que en la última edición, entre los días 21 de enero y 17 de febrero de 2025, esta expresión religiosa generó un impacto económico de S/ 111.6 millones.
Leonardo Rosas, a cargo de la Dirección Regional de Comercio Exterior y Turismo de Piura (Dircetur), puntualiza que el gasto diario de cada visitante en Ayabaca es de S/80. “Invierten en alimentación y alojamiento. Vale decir también que los peregrinos no siempre van a hoteles, sino a casas familiares que se habilitan expresamente para la actividad. Ellos hacen la ruta a pie desde Piura, algunos desde Paita, y en los lugares donde van descansando benefician a la economía local”, acota.
Calcula, asimismo, que anualmente este pueblo fronterizo se beneficia con casi S/10 millones: “Para una economía pequeña, es un incremento importantísimo. [...] Hay que considerar también que, dada la cercanía con Ecuador, entre un 15% y un 20% de todo este universo de visitantes es ecuatoriano, sobre todo de la provincia de Loja””, advierte.

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Otras rentabilidades
Cada celebración encuentra una vertiente económica satélite. En el caso Señor de los Milagros, la venta de turrón ocupa el protagonismo.
“Se estima que la producción de turrón este año será de más de siete millones de kilos; su consumo es alrededor de 250 gramos por persona y su valor promedio es de S/ 20. Adicionalmente, es un bien que busca fortalecer su posicionamiento en otros países, como Estados Unidos, Ecuador, Chile y Bolivia. En 2024, se vendió por un valor de US$ 11.5 millones FOB”, precisa Sícoli.
En la fiesta de la Candelaria, por su parte, los danzarines de la Diablada, la Morenada y los Caporales activan el trabajo de las microempresas que confeccionan los trajes de baile.
“Este evento cultural inspira mucho a desarrollar el arte. Entre el 31 de enero y el 1 de febrero, ocurre en el estadio de la Universidad Nacional del Altiplano el concurso de trajes típicos. La venta de trajes típicos representa un potencial económico muy grande”, comenta Aquise.
En la ruta de invierno de la Ciudad del Eterno Calor, el complejo arqueológico de Aypate se convierte en una zona de recurrencia turística durante octubre; y el bocadillo de Socchabamba —la solidificación de la miel de la caña de azúcar junto con el maní tostado— es el souvenir más común.
“Aypate es un sitio inca muy importante dentro del Qhapaq Ñan. [...] Y el bocadillo en Ayabaca es como el turrón de doña Pepa en la fiesta del Señor de los Milagros. Es la estrella, es como la delicatesen ayabaquina”, señala Rosas.
Las procesiones de cada imagen, en suma, conducen a los feligreses hacia las iglesias, pero también hacia escenarios de color, sabor e historia. ¡Amén!


Redactora de Economía en diario Gestión. Periodista piurana con seis años de experiencia profesional en el rubro.








