
El dólar cerró su peor primer semestre desde 1973, tras desvalorizarse cerca de un 11% a nivel global. Este comportamiento se ha visto reflejado en monedas como el euro, que inició este año negociándose cerca de la paridad con el dólar y, actualmente, alcanza niveles de 1.17.
Son varios los factores que explican este desempeño, pero, en general, todos se relacionan con las políticas y propuestas del presidente Donald Trump. La tendencia de debilidad del dólar comenzó prácticamente tras su toma de posesión. Las propuestas arancelarias orientadas a fomentar la manufactura han desempeñado un rol principal, ya que la postura del gobierno resultó mucho más dura de lo que se pensaba inicialmente, lo que moderó significativamente las expectativas de crecimiento del PBI de EE. UU. (el FMI las recortó en 0,9 pp a 1,8% para este año y en 0,4 pp a 1,7% en 2026), mientras persistían las inquietudes por su posible efecto inflacionario.
Las preocupaciones en este sentido alcanzaron su cúspide tras el denominado ‘Día de la Liberación’ el 2 de abril, y luego se moderaron con el aplazamiento de la entrada en vigencia de los aranceles, aunque han resurgido en los últimos días tras nuevos anuncios.

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Es importante destacar que, en su búsqueda por fortalecer la industria, el gobierno de Trump ha sugerido que una depreciación “ordenada” del dólar sería deseable, consolidando así la tendencia reciente de la moneda. Por otra parte, algunos inversionistas han comenzado a cuestionar la fortaleza de las instituciones estadounidenses, considerando que, hasta la fecha, el presidente ha firmado 168 órdenes ejecutivas (más que cualquier otro mandatario desde Franklin D. Roosevelt en 1933) en temas sensibles como seguridad, comercio, participación en organismos internacionales, política energética, migración, entre otros.
De igual manera, las preocupaciones fiscales han aumentado en medio de altos déficits fiscales y una deuda pública cercana al 100% del PBI, situación que se agravado tras la reciente aprobación del paquete fiscal en el Congreso, el cual podría implicar un aumento del déficit fiscal superior a US$ 3 billones en la próxima década. Esta contexto ha implicado que las tasas de interés de los bonos del Tesoro se mantengan elevadas, ya que los inversionistas redujeron sus posiciones por temor a que las presiones fiscales impliquen un endeudamiento aún mayor en el futuro (cabe recordar que EE. UU. perdió su rating AAA por parte de Moody’s, alineándose con S&P y Fitch), por lo que algunos observadores ven a los tesoros como activos menos seguros que en el pasado.
Por último, y no menos importante, el dólar también ha respondido a la expectativa de que la Fed reanude el ciclo de recorte de tasas en los próximos meses, en un contexto en el que, por ejemplo, el Banco Central Europeo estaría llegando al final de su ciclo de recortes y el Banco de Japón mantiene un ciclo alcista.
En este escenario, parecería razonable pensar que el dólar global podría continuar depreciándose. Diversos analistas consideran que podríamos estar frente a un cambio estructural en su tendencia. Sin embargo, es difícil saber en qué medida todos estos factores, riesgos y expectativas ya han sido incorporados -justamente- en la fuerte caída de la moneda estadounidense en lo que va del año.

Cabe resaltar que, si bien un dólar más débil podría beneficiar a la manufactura de EE. UU. e incluso moderar la inflación, buscar un equilibrio no es fácil cuando tanto Trump como S. Bessent han dejado claro que el dólar debe seguir siendo la moneda de reserva mundial. Además, la expectativa de una mayor depreciación del dólar harían menos atractivos los bonos del Tesoro para los inversionistas extranjeros por la menor rentabilidad esperada, justo en un momento en el que el gobierno estadounidense requerirá emitir más deuda para cubrir sus crecientes déficits fiscales. Tampoco resulta evidente que exista, por ahora, una alternativa que reemplace al dólar en el mundo.
Con todo, si bien podrían mantenerse las presiones bajistas sobre el dólar global en los próximos meses, dado el actual momentum, una reversión al alza -al menos parcial- parece probable a mediano plazo. De cualquier manera, el equilibrio está lejos de ser claro ante un contexto tan incierto como el actual.

Economista jefe de Credicorp Capital y Managing Director de Research. Es economista por la Universidad del Rosario, con maestría en Economía de la misma casa de estudios. Cuenta con 13 años de experiencia. Previamente se ha desempeñado en cargos de docencia, investigación académica y del sector financiero.