
Finalizó el primer semestre del 2025. Los primeros seis meses de Donald Trump en el poder han estado marcados por la incertidumbre en el frente arancelario. Además, el ruido proveniente de la Casa Blanca se ha extendido a otras áreas del plano internacional, desde su influencia en la guerra entre Rusia y Ucrania hasta la reciente escalada del conflicto entre Israel e Irán.
En el plano local, el mayor movimiento del nuevo gobierno ha sido el impulso de un paquete fiscal a través del cada vez más conocido OBBBA (One Big Beautiful Bill Act), una ley que contiene cientos de reducciones de impuestos, tanto permanentes como temporales, para diversos segmentos de la economía. Esta norma tendrá un efecto positivo en el corto plazo, al estimular el consumo y la producción local, aunque impactará en el déficit fiscal estadounidense.
Esta serie de eventos ha generado una sensación de riesgo entre los inversionistas, elevando la volatilidad de los mercados —principalmente en abril, con el Liberation Day—, pero que no ha terminado mermando el rendimiento de los activos de riesgo. Así, por ejemplo, el índice de acciones norteamericano (SPX) acumula un avance de más de 6% al cierre de esta edición.
El crecimiento económico positivo en Estados Unidos parece que se extenderá por algunos trimestres más. Menor crecimiento, sí, pero crecimiento al fin.
Además, considerando el impulso fiscal del OBBBA —con un impacto negativo en las arcas del gobierno de aproximadamente US$ 3.0 trillones en los próximos 10 años—, podría generarse un pequeño rebote en esta tendencia de actividad económica más moderada.
Nos encontramos en el sétimo ciclo de crecimiento más largo de la historia americana -y muy probablemente llegue a ser al menos el quinto más largo-. La gran pregunta es: ¿Qué tan sostenible puede ser este crecimiento? El déficit fiscal en US se ubicará entre 6% y 7% en los próximos años fruto de la reducción de impuestos de OBBBA y se estima que la deuda alcanzará a representar alrededor de 130% del PBI en la próxima década. Este nivel genera preocupación entre varios economistas, ya que abre la puerta a discusiones sobre la confianza que pueden mantener los inversionistas en los bonos del tesoro americano.
Los ciclos de crecimiento han sido más largos desde 1980, y la capacidad de Estados Unidos por impulsar su economía desde el plano fiscal ha sido cada vez más utilizada para extender estos periodos de “bonanza” económica. Además, la baja inflación que hemos vivido en los últimos 25 años ha ayudado a que no se generen presiones en los bancos centrales y en los niveles de deuda (en escenarios inflacionarios, los gobiernos tendrían que gastar más en moneda local si es que quisieran aumentar sus presupuestos de estímulo económico).
Como comenta Jim Reid, economista principal de Deutsche Bank, estas dos características —la flexibilidad fiscal y la baja inflación— serán fuerzas menos favorables en la próxima década. Los niveles de deuda comienzan a preocupar, por lo que los mercados financieros ejercerán presión sobre las tasas de rendimiento de los bonos. A su vez, una inflación estructuralmente más alta pone un límite a los bancos centrales para iniciar recortes acelerados de las tasas de referencia.

Por el momento, no existen señales de quiebres importantes que lleven a una desaceleración macroeconómica preocupante, pero sí es momento de considerar la importancia de mantener un mayor peso de segmentos de valor dentro de nuestros portafolios de inversión.

Graduado en Administración de Empresas y Contabilidad de la U. del Pacífico, con un MBA de Columbia Business School. En AFP Integra se ha desempeñado como Portfolio Manager de Renta Variable, estratega de Inversiones, gerente de Inversiones de Renta Variable, gerente de Inversiones Top Down y actualmente como vicepresidente de Inversiones.