
Escribe: Diego Alonso Noreña Chávez, director del doctorado en Administración de la Escuela de Posgrado de la Universidad de Lima
El “paiperismo” es una postura epistemológica que he desarrollado y que, si bien reconoce el valor de los artículos científicos publicados en revistas indexadas y la importancia de los estándares académicos, cuestiona su uso exclusivo como criterio de legitimación del conocimiento. No se opone al paper como formato, sino al “paperismo”, es decir, la creencia de que el saber solo adquiere validez si circula a través de ese medio. En contraposición, plantea una visión más plural y abierta sobre cómo se produce, valida y comunica el conocimiento, lo que incluye formas que emergen de la práctica, de la colaboración entre equipos, del aprendizaje iterativo y del pensamiento aplicado.
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El riesgo de privilegiar la forma sobre el fondo
Esta crítica adquiere fuerza en un contexto donde el sistema académico global privilegia la publicación en revistas indexadas como principal indicador de mérito, lo que ha dado lugar a fenómenos como la presión por publicar, la proliferación de papers irrelevantes y una desconexión creciente entre el conocimiento formalizado y los problemas reales. Esta lógica favorece la forma sobre el fondo, premia la visibilidad más que el impacto real y limita el pensamiento original. El sentido de esta postura puede comprenderse mejor a través de una antigua alegoría.
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En la mitología griega, Procusto obligaba a los viajeros a adaptarse a una cama de tamaño fijo: si eran más altos, los recortaba; si eran más bajos, los estiraba. En lugar de adecuar la cama a cada persona, deformaba violentamente los cuerpos para que coincidieran con el lecho. Esta imagen ilustra con claridad los peligros de imponer un único molde a realidades naturalmente diversas. En el ámbito del conocimiento, algo similar ocurre cuando se establece que solo aquello que cabe en el formato del paper académico es válido o riguroso.
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Conocimiento legítimo más allá del paper
Bajo esta lógica, otras manifestaciones del saber, como los libros, la sistematización de la experiencia, la creación aplicada o el ensayo reflexivo construido a través de conocimiento acumulado, son con frecuencia desestimadas, incluso cuando ofrecen profundidad conceptual, argumentación epistemológica, solidez metodológica y aportes significativos. Así, se reduce la riqueza epistémica del conocimiento humano a un solo tipo de expresión formal, reforzando una jerarquía que excluye lo no homologado. En el mundo empresarial, esta crítica cobra una relevancia particular. Limitarse únicamente a modelos de validación formal puede volver a las organizaciones más lentas, conservadoras o ciegas ante fuentes alternativas de innovación. Una idea no necesita haber pasado por una revista indexada para ser valiosa, transformadora o bien fundamentada. Lo práctico también puede ser profundo y la rigurosidad no siempre se presenta en un único formato.
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El desafío, entonces, no es desechar el paper, sino dejar de usarlo como única medida de valor. Abandonar la cama de Procusto implica abrirse a una epistemología más generosa, que reconozca el conocimiento allí donde realmente se produce: en la diversidad de experiencias, lenguajes y formas de comprensión que habitan tanto la academia como la vida cotidiana. Reconocer otros modos de producción de conocimiento no significa abandonar el rigor, sino ampliarlo. En contextos donde la agilidad, la innovación y el aprendizaje constante son clave, validar solo aquello que encaja en formatos tradicionales puede ser un error estratégico.
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Ampliar el rigor, no sacrificarlo
El paiperismo no propone eliminar los artículos científicos, sino dejar de tratarlos como la única vía legítima. La invitación es clara: abrir el marco, escuchar otras voces y valorar también aquello que no siempre pasa por comités editoriales, pero transforma la práctica con igual compromiso con la rigurosidad y la construcción acumulativa del saber. En un mundo que cambia rápidamente, necesitamos menos camas de Procusto y más redes de conocimiento vivas, capaces de sostener la diversidad epistémica que los desafíos contemporáneos nos exigen.