
A inicios del siglo XXI, la uva de Perú apenas se asomaba entre los registros de comercio exterior. Dos décadas después, se ha convertido en un ícono de la competitividad agrícola; es decir, en una expresión dulce y jugosa de las “fértiles tierras”, como Óscar Avilés acopló en su conocida tonada “Mi Perú”.
Detrás de este salto convergen decisiones políticas, esfuerzos tecnológicos y una aventurada visión empresarial. Aquí, el repaso.
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La “maduración” en el estrellato de la uva
El paso pionero ocurrió en 1982, cuando en el este del valle de Ica, donde el desierto parecía eterno, se sembraron 110 hectáreas de una variante sin semilla, recuerda César Romero, especialista de la Dirección de Estudios Económicos de la Dirección General de Políticas Agrarias del Ministerio de Desarrollo Agrario y Riego (Midagri).
Este primer intento, aunque ayudó a corroborar un potencial dominio acuífero sobre el terreno baldío, quedó aislado. ¿La razón? “No resultaba rentable”, explica Juan Acosta, docente de la carrera de Administración y Negocios Internacionales de la UPC. “El mercado nacional ya estaba acostumbrado a una uva con pepas, a la variante Red Globe. Entonces, no había incentivos que justificaran la inversión en estas cepas”, añade. Por ello, en los años 90, las uvas todavía estaban destinadas al consumo local y a la industria vitivinícola.
El cambio de chip llegó en el 2000, cuando, con la promulgación de la Ley de Promoción Agraria (Ley 27360), se implementaron incentivos para la inversión agroexportadora —como menores costos laborales y un régimen tributario especial—. “Esto atrajo capital privado interesado en cultivos de exportación; entre ellos, la uva de mesa”, narra Juan Manuel Benites, exministro de Agricultura y Riego.
Tras este primer impulso, desde el 2005, se sumaron —al fin con mayor confianza, asegura el extitular— variantes seedless, como Sweet Globe, Allison y Autumn Crisp. Su presencia se vigorizó con la entrada en vigencia del TLC con Estados Unidos, en 2009.
El Perú, además, empezó a aprovechar una ventaja en el calendario: no solo apostar por la eficiencia hídrica en zonas antes inexploradas, sino también cosechar en temporadas distintas a las de otros grandes productores y, así, llenar los vacíos del mercado. “Tenemos la capacidad para producir uva en contraestación y satisfacer la demanda del hemisferio norte en meses clave, de octubre a abril”, precisa Romero.
Sumado a ello, entre 2014 y 2016, se intensificaron las capacidades técnicas del Servicio Nacional de Sanidad Agraria (Senasa) para mejorar las inspecciones, las certificaciones y la rigurosidad en el control de plagas. Desde entonces, el posicionamiento ha ido cuesta arriba.
“Hace 20 años, el Perú no llegaba ni al 1% de las exportaciones mundiales de uvas, las cuales estaban dominadas por Chile, Italia y Estados Unidos. Hoy concentramos el 16%. Esto ha demostrado la colaboración entre el Estado, la empresa y la academia”, resume Acosta.
En efecto, la adición de los programas de innovación agrícola del Instituto Nacional de Innovación Agraria (INIA) y de la coordinación público-privada para ampliar la participación peruana en ferias internacionales configura el prime de esta fruta.

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Redirección en el mapa agrícola mundial
El progreso de Perú fue tal que, en 2021, desplazó a Chile como país estrella de la exportación de la uva, describe Patricia Martínez, docente de ADEX Global Learning. Aunque, resalta, en 2020, ya había una “igualdad técnica”.
No obstante, Chile “envía más uva en general”, pero Perú gana liderazgo en uva de mesa y en valor exportado. Ya antes esta fruta había saboreado el podio, al menos en su propia tierra: en 2015, ingresó al top 10 de la canasta agroexportadora nacional.
Al respecto, Acosta subraya que, en los últimos 10 años, Perú creció 147% en exportaciones de uva y, durante el mismo periodo, Chile cayó 14%. En ese sentido, mientras que nuestra patria se encamina a mantenerse como el principal exportador mundial, el país sureño ocupa el cuarto lugar.
Aun así, nada está asegurado. La vocera de ADEX es cauta y menciona que Chile y también Sudáfrica siguen siendo rivales importantes. Si todo marcha bien para Perú, el crecimiento para el 2026 sería moderado, entre 4% y 5% anual en un escenario base; y, en un escenario optimista, entre 10% y 15%. “Dependerá de la demanda y los precios internacionales”, acota Martínez.

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Racimo de retos
Si bien los especialistas coinciden en que el ascenso de la uva peruana nació del agua que llegó al desierto a través de proyectos de irrigación, y floreció con variedades seedless que conquistaron a EE. UU., aún quedan en la agenda algunos esfuerzos.
La escasez hídrica en zonas costeras exige mayores prácticas sostenibles, así como un destrabe de las obras de infraestructura vinculadas. Por otro lado, los costos de logística, transporte y mano de obra deben mantener una calidad óptima con el objetivo de que Perú se diferencie de sus competidores globales, los cuales van en aumento. O sea, profesionalizar incluso más la cadena.
Y precisamente porque los participantes en el tablero aumentan, también debería elevarse la necesidad de diversificar los mercados para reducir la dependencia de unos pocos compradores: por ahora, Estados Unidos es el principal.
El factor innovación tampoco debe quedar de lado: la demanda global se orienta hacia frutas “de lujo”, de sabor diferenciador y con envases y poscosecha modernos.
La “época dulce” de la uva debe respaldarse, asimismo, en una identidad. Acosta la llama “la historia detrás”: consiste en que la uva —un sustantivo sin compañía— se instale como uva peruana —con el gentilicio blanquirrojo— en la mente de los consumidores.
“Exportar es hacer patria”, sintetiza.

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El dato:
- Martínez, la representante de Adex, establece la distribución geográfica del rendimiento de uva peruana: Ica, con el 52% del valor exportado, es el dominante absoluto. Le siguen Piura, con el 26%, y Lambayeque, con el 4%.
- También señala que Estados Unidos registra entre el 48% y el 50% de la recepción. Países Bajos, un 11%; y México, un 7%.
- Benites, por su parte, hace el recuento de la campaña 2023/2024: las exportaciones peruanas de uva de mesa alcanzaron, aproximadamente, US$ 1,532.4 millones.
- Para la campaña 2024/2025, el valor del envío se acerca a US$ 1,900 millones o, incluso, a más de US$ 2,000 millones, lo que sería un récord.

Redactora de Economía en diario Gestión. Periodista piurana con seis años de experiencia profesional en el rubro.









