La propiedad que comenzó como una finca de 80 hectáreas en Chincha en 1954, adquirida por el padre de Estuardo Masías Marrou, se convirtió con el tiempo en un holding agropecuario. Desde el auge del algodón hasta la reinvención con cítricos y la avicultura, la familia Masías superó crisis económicas, reformas agrarias y atentados terroristas para posicionarse como referente en la producción de huevos y exportación de cítricos en el Perú. Ésta es la historia del grupo La Calera.
El recorrido de la empresa inicia con la familia Masías, que se dedicaba al agro. En 1954, el padre de Estuardo Masías Marrou (fundador) compró el fundo La Calera en el distrito de Alto Larán, en Chincha. “Mi padre compró esta hacienda cuando tenía solo 80 hectáreas”, recordó Masías en una entrevista con Gestión en 2018.
Posteriormente, en 1963,“Tallo” (apodo de Masías) adquirió un terreno a sus 24 años, esta vez con una extensión de 1,000 hectáreas también en Chincha para iniciar la actividad productiva de algodón, en una época en la cual este cultivo estaba en pleno “boom”, según cuenta su hijo Estuardo Masías Málaga.
“La Calera era una fuerza chiquita de un negocio bastante más grande de algodón; el abuelo trabajaba en los valles de Chincha, Ica y Pisco y La Calera era un fundo más”, dijo Masías Málaga a Redagrícola en 2020.
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REFORMA AGRARIA Y EL TERRORISMO
Si bien el negocio principal de “Tallo” era el algodón, decide tomar un Master en la Universidad de California Riverside en Estados Unidos, un centro que formaba especialistas en cítricos. Cuando regresa al Perú, empieza a trabajar con unas cuantas plantas de mandarina y de naranja. Sin embargo, aquella época de los fines de la década de 1960 era compleja.
El fundo que adquirió debía ser pagado en su totalidad en un plazo de ocho años, de los cuales ya llevaba seis. Pero empezó la reforma agraria y, con ella, la expropiación de terrenos.
“Pero faltando dos años, llegó Velasco Alvarado al Gobierno y me quitó todo. A los 29 años era millonario y a los 30 no tenía ni un sol”, recuerda.
Otro episodio difícil en la historia del fundador La Calera se produjo en la época del terrorismo, cuando miembros de Sendero Luminoso ingresaron a su hacienda y lo atacaron con ráfagas de metralleta desde un carro. Se salvó casi de milagro.
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LA CRIANZA DE AVES EN UNA ÉPOCA DURA
Años más tarde, se dedicó a la crianza de pollos y vendía cerca de 90,000 al día. Sin embargo, la situación económica del Perú empeoró con el primer gobierno de Alan García. En ese entonces, se vio obligado a sacrificar sus animales porque no se vendían.
Si bien el empresario quiebra en un par de oportunidades, finalmente decidió quedarse con 2,000 gallinas para iniciar con la comercialización de los huevos. Luego, pasaron a ser más de 6,000 aves y empezó a perfilarse el negocio con el que hoy es conocido el grupo La Calera.
Masías Málaga relata que, en plena década de 1990, llega a tener 100,000 gallinas. “De eso vivimos”, afirmó. A ello, se añadieron mandarinas, naranjas, frejoles y algodón. En el gobierno de Alberto Fujimori, el país cambia, pues aparece el supermercado Wong, al cual empiezan a venderle huevos.
La empresa posee más de 4,500 hectáreas en distintos valles del Perú, incluidas 2,000 hectáreas en la Hacienda La Calera. Es la tercera granja de gallinas más grande de Sudamérica, con una población de 9 millones de gallinas ponedoras. Diariamente, comercializa 300 toneladas de huevos a nivel nacional y emplea a casi 6,000 trabajadores.
Asimismo, abastece de huevos a supermercados, pequeñas tiendas, mercados tradicionales, restaurantes y hoteles en todo el país. De hecho, el 98% de los huevos vendidos en supermercados y el 23% del total del mercado de huevos en Perú corresponde a sus granjas.
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LA AGRICULTURA DA MAYORES GANANCIAS A LA CALERA
A partir de la década del 2,000, el hijo de “Tallo” se dedicó al negocio agrícola del grupo, especialmente, de cítricos. Masías Marrou tenía 50 hectáreas de mandarinas y su hijo otras 40 ha. En La Calera, tenían una pequeña planta procesadora, que no iba a tener la capacidad para manejar los volúmenes de fruta que proyectaban.
“En 1996 le dije a mi padre: yo pongo una planta procesadora de fruta, tu pones la fruta y yo la exporto, junto con la mía”. En el 2000, su padre compra las tierras que le quitaron en la Reforma Agraria y la superficie de cítricos comienza a crecer.
Decidieron expandir el cultivo de cítricos tras probar diversas especies en la década de 1980 y comprobar que su mayor éxito estaba en las mandarinas. Además, el padre de “Tallo”, influenciado por el éxito de las naranjas Huando de la familia Graña, reforzó su interés en este cultivo, aunque esta conexión quedó como una teoría personal de su hijo.
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Así nació Procesadora Laran (Prolan), encargada del procesamiento de frutas, mientras Masías Málaga se ocupaba del empaque y la comercialización. Además, también gestionaba sus propios campos, no solo de cítricos, sino también de uva de mesa en Ica y Piura junto con “Tallo”, buscando diversificar la producción durante todo el año.
Masías Málaga contó que los primeros contenedores de cítricos habían llegado a Canadá y Países Bajos, pero los ‘brokers’ ofrecieron un mal precio por esa fruta, afirmando que la fruta había llegado en mal estado. Entonces, decidió asumir el control comercial y fundó tres comercializadoras: Andean Sun Produce en EE.UU. (2003), La Calera Colombia (2007) y Pacific Produce en Reino Unido (2010).
Su objetivo era supervisar todo el proceso comercial y garantizar mejores condiciones para su fruta.
Actualmente, Prolan, del grupo La Calera, es el principal exportador de cítricos del Perú. En la campaña 2024, logró exportar 57,000 toneladas, registrando un aumento de 8% y obteniendo ingresos FOB de US$ 60 millones. Sus principales mercados son Estados Unidos y Reino Unido.
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Redactor de Negocios con enfoque en Industrias, Tecnología y Educación. Anteriormente, exredactor de Economía en Diario El Gobierno. Desde el 2023 es parte de Gestión.
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