
Si bien, en ocasiones, algunos jefes pueden ser molestos, despectivos o frustrantes, eso no significa que sean tóxicos. Entonces, ¿qué debe tener en cuenta? Estas son 10 características de un jefe tóxico:
1. Carecen de autoconciencia. Los jefes tóxicos carecen de la capacidad de reconocer y controlar sus emociones. Tienden a pensar que tienen la razón en todo, lo cual inhibe su capacidad para generar empatía con los equipos y provoca resistencia a la retroalimentación.
2. Carecen de empatía. Los jefes tóxicos no invierten tiempo ni energía en construir relaciones que les permitan entender cómo su estilo de comunicación puede afectar a los demás. Les cuesta comprender los desafíos, perspectivas y emociones de los miembros de su equipo. Esto, a su vez, conduce a bajos niveles de confianza.
3. Están excesivamente motivados por su propio interés. Los jefes tóxicos hacen que todo gire en torno a ellos y buscan apropiarse del trabajo de los demás. Es más probable que tomen decisiones estratégicas arriesgadas y que llamen la atención, a menudo a expensas de la estabilidad organizacional a largo plazo.
4. Demuestran un comportamiento inconsistente. Los jefes tóxicos muestran un comportamiento impredecible, lo que hace que los empleados tengan dificultades para entender qué se espera de ellos de un día para otro. Su comunicación es poco clara y con frecuencia muestran favoritismo o discriminación.
5. Se aprovechan de las dinámicas de poder. Los jefes tóxicos utilizan su autoridad como un arma, esperando que los empleados cumplan sus instrucciones de manera obediente, sin cuestionar su poder ni el valor del trabajo que se les asigna.
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6. Microgestionan. Los jefes tóxicos no confían ni empoderan a su personal. En su lugar, dictan cómo se debe hacer el trabajo o insisten en que se les copie en los correos electrónicos o se les invite a las reuniones. Pretenden controlar cómo se realiza el trabajo.
7. Establecen expectativas poco razonables. Los jefes tóxicos pueden exigir resultados o establecer plazos que son inalcanzables. O bien, sus expectativas son poco claras, lo que genera objetivos vagos y confusos, cargas de trabajo excesivas e incertidumbre.
8. Menosprecian y desmoralizan. Los jefes tóxicos hacen “bromas” a expensas de los demás y hablan negativamente a sus espaldas. Rara vez tienen cosas buenas que decir sobre las personas y buscan generar consenso con otros para validar sus opiniones negativas.
9. Buscan culpar a los demás. Cuando surgen problemas o se cometen errores, los jefes tóxicos buscarán culpar a todos menos a sí mismos. Harán todo lo posible por explicar cómo otros son responsables de los resultados negativos, mientras que ellos se exoneran de toda responsabilidad.
10. Confían demasiado en sus conocimientos. Los jefes tóxicos sobrestiman constantemente sus habilidades y conocimientos, lo que les hace creer que son mejores en su trabajo de lo que realmente son. Siempre piensan que tienen todo el conocimiento necesario y rechazan cualquier sugerencia de desarrollo personal.
Basta uno solo de estos rasgos para generar toxicidad en el lugar de trabajo. Dicho esto, sus efectos pueden materializarse en todos los equipos y crear un entorno de trabajo incómodo que abarca toda la organización.
Trabajar para un jefe tóxico puede ser devastador y tener un impacto duradero en su salud mental y física. Nadie debería sufrir a manos de un jefe tóxico.
Por: Colin D. Ellis, es un experto en cambio cultural, y un autor galardonado y orador internacional. Su último libro es Desintoxica Tu Cultura: Entrega Resultados, Retiene al Personal y Fortalece la Reputación de Tu Organización.
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