
Desde sus orígenes artesanales en una cocina arequipeña, hasta su consolidación como una marca con presencia internacional, La Ibérica ha atravesado más de un siglo de historia marcado por decisiones estratégicas, retos económicos y un sello distintivo: la calidad del cacao peruano. Su trayectoria combina tradición familiar, profesionalización empresarial y una apuesta constante por innovar sin perder la esencia que la convirtió en un referente del chocolate en el Perú. Esta es su historia.
A inicios del siglo XX, la familia española Vidaurrázaga se estableció en Arequipa. En 1886 nació Juan, el penúltimo de los hijos. Tras formarse en España y perfeccionar sus conocimientos en Europa, regresó al Perú con el impulso de emprender en un rubro poco explorado hasta entonces: el chocolate.
Esa inquietud se materializó en 1909, cuando Juan Vidaurrázaga, ya con una visión clara, comenzó a elaborar chocolate de taza desde su propia cocina. El producto, artesanal y hecho a mano, lo vendía personalmente en la puerta de su casa.
En 1912, fundó formalmente su empresa en el centro de Arequipa bajo el nombre “Fábrica de Chocolate La Ibérica, movida por electricidad. Calle San José n.° 6, Arequipa”, una innovación para la época, ya que las fábricas no usaban esa fuente de energía para sus procesos industriales.
El impulso principal de Vidaurrázaga no fue solo empresarial, sino social. Su motivación al crear la compañía fue generar empleo para su comunidad, una visión que cultivó desde sus años como estudiante de Ingeniería en España, antes de incursionar en el rubro chocolatero.
El proceso original para elaborar el chocolate de taza se fue perfeccionando con el tiempo, manteniendo siempre una política firme de usar solo ingredientes auténticos y de alta calidad, sin sustitutos.

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La Ibérica: La jugada dulce que enterró la vieja ferretería
Tras su fallecimiento en 1949, a los 63 años, la empresa quedó en manos de su esposa, Sofía Zimmermann. Ella continuó su legado y priorizó la contratación de mujeres en situación vulnerable en la fábrica. Poco después, delegó la gerencia a su hermano José Zimmermann, contador de profesión, para poder enfocarse en la educación de sus nueve hijos.
En su etapa al frente de la empresa, José Zimmermann adoptó una decisión estratégica que marcaría el rumbo de La Ibérica: desprenderse de la ferretería, el segundo negocio fundado por Vidaurrázaga, cuya caída financiera comenzaba a comprometer la estabilidad de la chocolatera.
Por ello, optó por venderla y concentrar los esfuerzos en una sola línea, el chocolate. Esta acción, adelantada a su tiempo, reflejaba lo que hoy se conoce como desinversión y enfoque en el core del negocio, y fue un paso clave en el proceso de profesionalización de la empresa.

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La crisis de La Ibérica: tiempos de austeridad salvada por la segunda generación
A fines de los años 60, la segunda generación, liderada por Juan y José María, hijos mayores de Vidaurrázaga, fueron los administradores de la empresa en una etapa marcada por el gobierno militar de Velasco y la crisis económica de los 80.
“Antes de que se abriera la tienda, venía la gente, hacía largas colas y compraban los toffees por cajones. De esta forma, la producción se desvanecía por completo en un abrir y cerrar de ojos y la compañía básicamente no lograba ganancia”, comentó Javier Vidaurrázaga en el libro Empresas que Trascienden.
Sin embargo, con disciplina y una política de austeridad, lograron mantener la estabilidad económica de La Ibérica, que desde entonces no ha vuelto a recurrir a créditos. Actualmente, su endeudamiento ocurre cuando se da en contratos para adquirir nuevos activos.
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La Ibérica y la fábrica de chocolate que conquista el paladar del Perú
Un nuevo hito ocurrió en 2015, cuando la familia optó por profesionalizar la gestión a través de la creación de un directorio ejecutivo y retirarse de los cargos gerenciales.
La segunda generación dio paso a una gestión profesional liderada inicialmente por Bradley Silva, con experiencia en el rubro cervecero, y actualmente por el ingeniero Bernardo Suárez. El directorio familiar asumió un rol estratégico e incorporó a miembros de la tercera generación y un director externo.

Actualmente, La Ibérica obtiene el 90% del grano de cacao del Valle de La Convención, en Cusco, una de las principales zonas cacaoteras del país. “Nosotros solo usamos cacao legítimo del Perú, lo que probablemente nos hace tener un sabor más ácido y un aroma más afrutado que los cacao de otro origen”, dijo Javier, hijo del fundador y ex gerente de producción de La Ibérica.
Hoy, la empresa cuenta con 72 tiendas a nivel nacional y ocho puntos de venta en Santiago de Chile. Además, ha iniciado la expansión en el segmento premium con la reciente apertura de su tienda de chocolate de lujo en Jesús María (Real Plaza Salaverry).
Más sobre La Ibérica
- Desastres Naturales. Tras el terremoto de 1958 en Arequipa, gran parte de la Ciudad Blanca fue reconstruida, lo que dio paso a la creación del parque industrial. En este nuevo espacio comercial se instalaron diversas empresas, entre ellas La Ibérica, que trasladó allí sus operaciones.
- Pandemia. La Ibérica cerró varias tiendas y redujo personal y turnos para afrontar la caída de ventas y cumplir con sus obligaciones financieras.
- Internacionalización. La firma tiene presencia en Chile, Bolivia y exporta a mercados como La Florida (Estados Unidos) y Canadá.
- Portafolio. La empresa tiene un portafolio de alrededor de 200 productos, al que recientemente sumó 50 nuevas creaciones elaboradas de forma artesanal. Su oferta incluye toffees, bombones, tabletas, turrones, tabletones que tienen agregados, como sal de maras, aguaymanto, castañas, entre otros insumos y mazapanes.
- Formatos. La Ibérica clasifica sus tiendas en lujo, clásicas y retail, siendo las de lujo las que registran el mayor ticket de compra, con un promedio de S/120, mientras que en las clásicas es de S/50.
- Producción. La fábrica en Arequipa tiene una capacidad de producción mensual de 40,000 kilos de chocolates terminados.
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Periodista de Negocios. Es bachiller en Ciencias de la Comunicación. Inició su carrera en Diario El Gobierno y desde 2023 trabaja en Diario Gestión, donde se ha especializado en temas industriales, tecnológicos y educativos. Ha ganado el premio Periodista "Revelación 2024" en ciberseguridad de ESET Perú.