
No es un día cualquiera en el Museo de Arte de Lima (MALI). En los salones, se siente una calma expectante: el equipo del museo se prepara para la Subasta de Invierno, una colección de 65 piezas que han llegado hasta allí luego de ser analizadas por un grupo de curadores —“los mejores de Lima”, dice orgullosa Talía Durand, presidenta del comité de subasta—. En los próximos días, ese conjunto de obras reunirá a un ecosistema artístico: coleccionistas experimentados, compradores primerizos y, desde hace algunos años, también participantes extranjeros conectados en línea.
Para quienes jamás hemos asistido a una puja, la jornada comienza con un pequeño brunch en el mismo MALI. El acceso es sencillo: basta con registrarse previamente, incluso si no se tiene intención de comprar. Pero una vez adentro, la experiencia puede sorprenderle. En el mismo espacio, se cruzarán coleccionistas veteranos y nuevos rostros del arte, artistas jóvenes que observarán expectantes la primera compra de una de sus obras.

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El valor de una tradición de arte
Y ese es, quizá, el primer impacto de las subastas del MALI: más allá de lo económico, la revalorización de una nueva generación de artistas. A lo largo de sus 33 ediciones consecutivas en tres décadas, los catálogos del museo se han convertido en una especie de archivo histórico que refleja la evolución y la valorización de artistas como Szyszlo o Bryce, entre tantos otros. En algunos casos, esos registros han servido incluso para marcar precios y tendencias, trazando una suerte de recuento histórico del arte en el país.
En un mercado del arte que suele ser “opaco”, como admite Durand, donde pocas instancias se atreven o pueden transparentar los precios de las obras, las subastas del MALI se han convertido en casi la única plaza donde el valor del arte peruano se hace visible y, además significa garantía: su equipo de curadores está conformado por Soledad Mujica, Max Hernández, Sharon Lerner y Ricardo Kusunoki.
Aunque, en el caso del MALI, hay dos factores que pueden distorsionar ese valor. Por un lado, las donaciones o piezas ofrecidas a precios simbólicos hacen que la puja comience con montos bastante atractivos. Esa estrategia busca incentivar la participación y romper el mito de que solo los coleccionistas o personas con gran poder adquisitivo pueden comprar arte. En la subasta de invierno, por ejemplo, hay piezas que parten desde los US$ 150.
El otro factor es más emocional: muchos asistentes pujan para apoyar al museo (100% de los ingresos netos se destinan al mantenimiento y operación del MALI). Esa motivación solidaria, explica Durand, puede llevar a que algunas obras alcancen precios inesperados.

Coleccionistas extranjeros
El otro impacto que, de acuerdo con Durand, han logrado las subastas del MALI es fomentar el coleccionismo en el país, especialmente entre quienes buscan piezas que puedan convertirse en joyas dentro de cualquier colección. Ese alcance incluye, desde hace algunos años, a compradores extranjeros.
“Se ha logrado internacionalizar la subasta gracias a la tecnología”, detalla Durand. Los participantes que viven fuera del país no solo pueden pujar en vivo, sino también participar en una subasta silenciosa que se abre una semana antes del evento, donde pueden dejar sus ofertas anticipadas.
“Hemos llegado a tener un 30% de ventas al extranjero, principalmente en España e Inglaterra. Las colecciones y piezas que tenemos son increíbles, y es bueno que desde afuera lo sepan reconocer. Aún tenemos mucho campo por desarrollar”, añade Durand, quien agrega que es clave, en estos tiempos, “tener relevo generacional”, considerando que detrás de cada paleta levantada no solo se compra una obra: se sostiene una tradición que mantiene vivo el arte en el Perú.
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La Subasta de Invierno 2025 en el MALI

En esta edición de la Subasta de Invierno 2025, el comité ha puesto especial énfasis en las piezas tridimensionales y escultóricas. “Podrán encontrar bastantes esculturas; en líneas generales, es una subasta tradicional, sin una temática específica —no es sobre arte de la selva o textil, como ocurrió en años anteriores—, sino más bien un mix de diferentes expresiones, desde tradiciones regionales hasta arte moderno y contemporáneo, mobiliario y artistas jóvenes. Tenemos un conjunto interesante, celosamente seleccionado”, comenta Durand.
A veces, agrega, la gente piensa que todo es carísimo, pero la subasta busca justamente romper ese prejuicio. “Hay gente joven que participa, coleccionistas más dados, y quienes no pueden comprar, pueden seguirla en línea o venir a verla. Es un evento muy bonito, emocionante, divertido… ojalá nos puedan acompañar”, indica.

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Más que una simple puja, la subasta también cumple un rol de difusión. En ediciones pasadas, por ejemplo, se ha querido destacar el trabajo en cerámica y culturas alfareras, un reconocimiento al Perú como centro alfarero importante en la región. Hace dos ediciones se organizó una subasta textil para celebrar el milenario de la tradición textil peruana, una jornada que superó todas las expectativas por el interés y la calidad de las obras. “Fue una subasta muy bonita, realmente especial”, dice.
También hubo una dedicada a la fotografía, otro campo con fuerte raíz en el país. Y si se mira atrás, destaca una subasta pionera: la primera dedicada al arte de la selva, realizada hace una década. “En ese momento fue una apuesta distinta, pero hoy el arte amazónico está en todas partes. El MALI fue uno de los primeros en señalar su valor”, recuerda Durand.

Datos de la subasta
- El MALI organiza dos subastas al año: la Subasta de Invierno, que será el próximo 18 de octubre; y la Subasta de Verano, que se realizará en febrero del 2026, y la cual culmina en una fiesta.
- El precio base de las piezas de la Subasta de Invierno oscilan entre los US$ 150 hasta más de los US$ 20,000.

Coordinadora en la revista G de Gestión e integrante del podcast de economía y negocios 'Actualidad Latinoamericana'. Escribo sobre management, agricultura, tecnología y emprendimientos. Bachiller en Periodismo por la Universidad Antonio Ruiz de Montoya. Activa participante de los cursos del Centro Knight para el Periodismo en las Américas.