
Hace seis meses, cuando el presidente Donald Trump anunció una guerra comercial de una ferocidad sin precedentes, empresas e inversores se prepararon para una recesión. Los movimientos en los mercados financieros apuntaban a una caída. La confianza de los consumidores estadounidenses se desplomó. Lo mismo ocurrió con algunos indicadores de crecimiento económico en tiempo real.
Sin embargo, hoy, incluso mientras Estados Unidos y China intercambian duras acusaciones, se observan menos efectos del ‘Día de la Liberación’ de lo esperado.
Un indicador de actividad actual elaborado por Goldman Sachs revela que, tras la caída sufrida entre marzo y junio, la economía global está creciendo casi al mismo ritmo que antes de que Trump asumiera el cargo.
El PMI compuesto global de JPMorgan, un indicador de actividad de alta frecuencia, muestra fortaleza: en agosto alcanzó su nivel más alto en 14 meses. Una medición en tiempo real del Banco de la Reserva Federal de Atlanta sugiere que en el tercer trimestre de 2025 el PBI estadounidense creció un 3.9% a tasa anualizada, un sólido desempeño, aunque casi todos prevén un descenso en el cuarto trimestre.
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Solo un país de la OCDE, Finlandia, se encuentra en recesión, en comparación con los ocho que lo estaban a principios de 2023. En abril, los economistas rebajaron sus previsiones de crecimiento económico mundial para 2025 a 2.2%; ahora el consenso se sitúa en 2.6%, igual que a principios de año.
La economía mundial se está comportando bien, en parte, porque la guerra arancelaria de Trump está resultando menos agresiva de lo esperado. Sus políticas de abril implicaban un arancel efectivo estadounidense de hasta 28%.
Tras una serie de marcha atrás, las importaciones actualmente se enfrentan a un impuesto de algo más de 10%. Mientras tanto, una política fiscal ambiciosa, sobre todo en Estados Unidos, está impulsando la demanda.
Estas condiciones favorables podrían llegar a su fin: Trump podría imponer nuevos aranceles en cualquier momento. Eventualmente, los gobiernos podrían encontrar la manera de reducir los déficits presupuestarios. Sin embargo, por ahora los mercados financieros creen que el impulso económico se mantendrá.
Los inversores esperan una buena temporada de resultados empresariales para el tercer trimestre de este año, tras un segundo trimestre en el que las ganancias de las empresas globales crecieron un 7% interanual, por encima del promedio histórico. El MSCI ACWI, un índice de acciones globales, se encuentra en máximos históricos.
Durante las expansiones económicas, las empresas “cíclicas” —aquellas que suministran bienes discrecionales como automóviles y maquinaria de construcción— suelen superar a las empresas “defensivas”, cuyos productos son necesarios independientemente del clima. En marcado contraste con abril, los precios de las acciones de las empresas cíclicas globales están en alza.
Además, las preocupaciones económicas comunes son menos alarmantes de lo que parecen a primera vista. Una de ellas es que la inversión en inteligencia artificial, especialmente en centros de datos, es el único motor de este crecimiento, lo que podría ser desastroso si los inversores pierden interés en esta tecnología.
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Este argumento es más sólido en Estados Unidos, donde la inversión en equipos y software de procesamiento de información (IPES, por su sigla en inglés) representó aproximadamente el 40% del crecimiento del PBI real durante el último año. Sin embargo, como mínimo, dos tercios de la IPES no tienen relación con la IA.
Los datos incluyen, por ejemplo, la compra de un ordenador por parte de una empresa. Además, fuera de Estados Unidos no existe ninguna evidencia de que las TI impulsen el crecimiento.
Una segunda preocupación se refiere al empleo. El crecimiento del empleo en Estados Unidos se ha ralentizado, generando temores de desempleo inducido por la IA. No obstante, un nuevo estudio del Yale Budget Lab concluye que “el mercado laboral en general no ha experimentado una disrupción perceptible desde el lanzamiento de ChatGPT”.
Fuera de Estados Unidos, hay poca evidencia de una desaceleración del empleo. En el primer semestre del año, otros países de la OCDE crearon 3 millones de empleos, en línea con la norma previa a la pandemia de la COVID-19. En la medida en que el mercado laboral estadounidense sea débil, factores específicos como la represión migratoria de la administración Trump podrían ser los responsables.
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Una tercera preocupación se refiere a la confianza del consumidor. Aunque en Estados Unidos se ha recuperado de los mínimos de abril y mayo, sigue estando muy por debajo de su nivel previo a la pandemia.
La situación es solo ligeramente mejor en otros lugares. Un indicador global de incertidumbre en materia de política económica se mantiene elevado, al igual que las búsquedas en Google del término ‘aranceles’, lo que sugiere que las políticas de Trump aún preocupan a la población.
Otros temen que un desplome del mercado bursátil impulsado por la IA agrave aún más la situación. Los economistas suelen argumentar que el pesimismo presagia una desaceleración económica. Sin embargo, seis meses después del ‘Día de la Liberación’, si la elevada incertidumbre tuviera tal efecto, sin duda ya lo habría hecho. La economía global se ha vuelto extraordinariamente resistente a las crisis.








