
Las aguas colombianas ya son escenario de un éxito coralino. En noviembre de 2020, un huracán azotó una serie de islas coralinas del Caribe occidental. El huracán Iota devastó Providencia, una isla colombiana, y destruyó la mayor parte de su barrera de coral.
Con fondos públicos por valor de unos US$ 3 millones, científicos y lugareños se pusieron manos a la obra para restaurar los corales destrozados por la tormenta. En 2023, se habían reconstruido 200 hectáreas de arrecife, una superficie equivalente a 280 campos de fútbol, a lo largo de las costas colombianas.
“Un millón de corales por Colombia” es uno de los mayores proyectos de restauración de arrecifes del mundo hasta la fecha. Ahora, animados por ese éxito, los conservacionistas colombianos desarrollaron un nuevo plan, no para reparar los arrecifes destrozados por las tormentas, sino para salvar los corales que están muriendo por el aumento del calor. Es urgente.

El aumento de la temperatura del mar hace que los pólipos de coral expulsen las algas fotosintéticas simbióticas que viven en su interior, privando a los invertebrados de alimento y blanqueándolos.
A medida que el calor récord se hace más frecuente, a los arrecifes les resulta más difícil regenerarse. Las enfermedades y los bancos de rapaces peces león agravan los daños. El Caribe ha perdido más del 50% de sus corales desde la década de 1970.
A fines de mayo, unos biólogos abrieron un laboratorio de propagación de corales en Santa Marta, ciudad de la costa caribeña de Colombia. Fundaciones locales, Conservación Internacional y CAF, un banco de desarrollo regional, han aportado hasta ahora US$ 257,000 al laboratorio.
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Otros países de la región con “criaderos” son México y la República Dominicana. En el laboratorio, los biólogos asisten en la reproducción de los arrecifes. Las cámaras señalan cuándo comienza el desove, lo que hace que los buceadores desciendan para recoger huevos y esperma, y lleven a cabo la fecundación a mano en el laboratorio.
En agosto, los investigadores habían fecundado casi 600,000 huevos. Los “jardineros” de corales siembran las crías resultantes en viveros flotantes, y trasplantan los corales adolescentes a la naturaleza unos seis meses después.
Esta “Fertilización in vitro (FIV) de corales” preserva la diversidad genética, lo cual aumenta la probabilidad de que los genes resistentes al calor se propaguen a la siguiente generación. El siguiente paso es acelerar este proceso seleccionando las variedades más resistentes.

Según Dave Hudson, director científico del laboratorio, el coral prospera en las condiciones que rodean Santa Marta. Las corrientes de agua fría ayudan a los arrecifes a sobrevivir a las olas de calor.
Los erizos de mar de púas largas mantienen bajo control las algas asfixiantes. Esto ayuda a explicar por qué “Un millón de corales por Colombia” funcionó tan bien en Santa Marta. Tras el huracán, los jardineros fijaron 130,000 fragmentos vivos a los arrecifes de la playa de Inca Inca.
Alrededor de tres cuartas partes sobrevivieron. Desde entonces se han convertido en matorrales de coral espinoso, en peligro de extinción, y en jardines de variedades esféricas de color verde ácido.
La vida marina está volviendo. Calamares, barracudas y peces loro la visitan con frecuencia, dice Miguel Pineda, guarda del arrecife. Pero el aumento de las temperaturas es un problema crónico, no algo puntual como una tormenta, por lo que el financiamiento es un reto.
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La restauración de arrecifes en Colombia es más barata que en otros lugares. Se puede cultivar una nueva hectárea de coral por US$ 36,000, aproximadamente un tercio del promedio regional.
Aun así, el gobierno de Colombia necesita un plan a largo plazo para financiar la conservación del coral y estimular la ciencia, afirmó Carlos Correa, ministro de Medio Ambiente de 2020 a 2022. El uso de inteligencia artificial para supervisar los corales trasplantados podría reducir los costos.
En Santa Marta, los habitantes se han acostumbrado a la conservación del coral. “No sabía que el coral era una cosa animal, pensaba que era una roca”, comentó Kendry Brito, un pescador convertido en guardián del coral. Ahora Brito cuida de sus crías con orgullo paternalista.

The Economist, con sede en Londres, publica sobre la economía desde un marco global.