
“Voy a votar por José Antonio Kast”, afirmó Edgar Casanova, un venezolano de 31 años con derecho a votar en la segunda vuelta de las elecciones presidenciales de Chile el 14 de diciembre. Muchos otros venezolanos harán lo mismo, a pesar de que Kast afirma que todos los migrantes irregulares en Chile, la mayoría de los cuales son venezolanos, deben irse o serán deportados.
Esto se debe en parte a que la alternativa es Jeannette Jara, del Partido Comunista. “Me compadezco de las personas indocumentadas”, aseguró Casanova, “pero los comunistas me dan mil veces más miedo”. El tono mesurado y la vaguedad estudiada de Kast también ayudan a calmar los temores. Afirma a The Economist que quienes han llegado a Chile ilegalmente tienen libertad de elección: pueden irse ahora con sus pertenencias o más tarde sin ellas. Evita de manera deliberada mencionar directamente las deportaciones. “Cada uno tiene que tomar sus propias decisiones con libertad”, dice. “Sé que es difícil, pero tenemos que hacer cumplir la ley”.
Kast tiene casi asegurada la victoria en las elecciones, gracias en gran parte al temor a la delincuencia y la inmigración. Le saca unos 15 puntos a Jara en las encuestas. El presidente saliente, Gabriel Boric, ha sido el líder más izquierdista de Chile desde su retorno a la democracia en 1990. Kast sería el más derechista. Promete deportaciones, prisiones de máxima seguridad y recortes presupuestarios. En otros países, estas políticas han anunciado a menudo una erosión de la democracia y el Estado de derecho. Kast promete demostrar que no tiene por qué ser así.
Chile está saliendo de un periodo de inestabilidad política. En 2019 estallaron grandes manifestaciones en las calles, provocadas por el aumento de las tarifas del metro y alimentadas por la indignación debido a la desigualdad. Esto impulsó a Boric a la victoria en 2021 con la promesa de “refundar” Chile con una nueva Constitución. Una asamblea constitucional elaboró un borrador tan utópico que los chilenos lo rechazaron rotundamente.

Un segundo intento, liderado por los conservadores, también fue rechazado. Mientras tanto, la inmigración, la delincuencia y una economía en recesión han empujado a los votantes hacia la derecha. Entre los 20 millones de habitantes de Chile hay 2 millones de inmigrantes. Alrededor de 337,000, casi todos ellos llegados desde 2018, son indocumentados.
La delincuencia ha aumentado de manera considerable, sobre todo la más espantosa, la que cometen las bandas criminales. Esto ha hecho que los chilenos teman más a la delincuencia que casi cualquier otro lugar del mundo encuestado, hasta un punto exagerado.
En una encuesta realizada en 144 países, son los sextos más temerosos de caminar solos por la noche, mucho más alarmados que los mexicanos o incluso los malienses, que se encuentran en medio de una guerra civil. Chile es tan seguro como Estados Unidos. Los asesinatos se concentran en unas pocas comunas. La tasa de homicidios está disminuyendo. A menudo se culpa del aumento de la delincuencia a los inmigrantes, sin muchas pruebas de ello.
Esta es la tercera candidatura de Kast a la presidencia. Tiene vínculos con líderes de derecha de todo el mundo, pero sigue siendo claramente chileno. Su conservadurismo es típico de una parte de la élite del país. Está en contra del aborto sin excepción y se ha opuesto a que su esposa utilice métodos anticonceptivos.
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En una ocasión dijo sobre Augusto Pinochet, el antiguo dictador militar de Chile: “Votaría por mí si estuviera vivo”. Sus instintos de libre mercado son típicamente chilenos. Sin embargo, en materia de inmigración sigue el ejemplo de Donald Trump. Promete un “gobierno de emergencia” que no se centre en sus valores sociales, sino en la inmigración, la delincuencia y la economía.
Es de esperar que se utilicen soldados y drones para intentar cerrar la frontera a los migrantes irregulares; es probable que se fotografíe a los deportados mientras los suben a la fuerza a aviones. Venezuela se niega a aceptar deportados de Chile. A menos que Trump consiga derrocar a Nicolás Maduro, su dictador atrincherado, es poco probable que eso cambie.
Kast insiste en que eso sí cambiará. En cualquier caso, si se supera ese obstáculo, deportar a tanta gente será complicado. En 2024, Chile emitió más de 12,000 órdenes de expulsión, pero solo logró deportar a 1,100 personas, alrededor de tres al día. Incluso si Kast lograra acelerar el ritmo diez veces, se necesitarían 30 años para deportar a los 337,000 indocumentados. Él sugiere que muchos se irán antes de que él asuma el cargo, lo que facilitaría su tarea. Puede ser. Minimiza el elemento de la fuerza en las deportaciones: “Nuestro enfoque es muy claro: nada de violencia, solo hacer cumplir la ley. No tengo que ir armado a buscar a nadie: ellos vendrán a mí”.
La idea es que, cuando los inmigrantes ilegales utilicen los servicios públicos, sean detectados y detenidos y, al parecer, se entreguen sin oponer resistencia. Su programa electoral dice que serán recluidos en campos de internamiento mientras esperan la deportación, un plan costoso.

Los expertos creen que Kast tendrá que regularizar la situación de algunos migrantes indocumentados para reducir la magnitud del problema. Él insiste en que no lo hará. Sus planes de seguridad son pura mano dura: penas más severas y prisiones de máxima seguridad, con los delincuentes más peligrosos aislados. Se necesitan nuevas prisiones, ya que las existentes funcionan al 140% de su capacidad. Sin embargo, la tasa de encarcelamiento de Chile ya es la tercera más alta de Sudamérica y una de las más altas del mundo.
Kast también propone enviar soldados para sellar la frontera y patrullar los bastiones de las pandillas criminales. Esto es controvertido, dada la historia de la dictadura militar en Chile. Así se podrían reducir las preocupaciones de los chilenos en materia de seguridad.
No obstante, una reducción sostenida de la delincuencia requiere políticas más sofisticadas a las que Kast dedica menos tiempo: recabar mejor información sobre las pandillas; crear programas para evitar que los jóvenes vulnerables se unan a ellas; y garantizar la reintegración de los exconvictos en la sociedad.
En materia económica, su programa es vigorosamente promercado. “El Estado no crea empleo ni riqueza. El Estado destruye”, afirma su manifiesto. Una de sus prioridades sensatas es simplificar la concesión de permisos. Otra es reducir el impuesto de sociedades. Propone recortar el gasto público en US$ 6,000 millones —equivalente al 7% del presupuesto anual— en los 18 meses siguientes a su toma de posesión, sin tocar las prestaciones sociales.
Muchos economistas consideran que se trata de una medida excesivamente optimista. Durante años, el gobierno ha gastado más de lo que obtiene en ingresos, por lo que los recortes pueden ser prudentes. Pero, dado que la deuda de Chile sigue siendo relativamente baja, es cuestionable que unos recortes tan profundos sean acertados, ya que quizá ralentizarán el crecimiento.
No obstante, Kast afirma que, con sus políticas, la economía podría crecer un 4% al año, muy por encima del 2.4% previsto para 2025. “No he oído nada que sugiera que puedan cambiar la tasa de crecimiento tendencial”, señaló Andrés Velasco, exministro de Hacienda, de centroizquierda.
Jorge Quiroz, asesor económico de Kast, es el favorito para ocupar el cargo de ministro de Hacienda. Enumera ideas para todos los sectores. Aunque está dispuesto a reducir la burocracia, parece más un consultor de gestión que un fanático del libre mercado. Niega haberse inspirado en Javier Milei, presidente de Argentina. “El problema del gobierno es la gestión”, afirmó.
Kast no tendrá mayoría en el Congreso. Probablemente obtendrá el apoyo suficiente para muchos de sus planes en materia de inmigración y seguridad, pero los legisladores chilenos tienden a ser rebeldes y podrían oponerse a sus políticas más extremas, como la ampliación del papel del ejército.
A algunos les preocupa cómo reaccionará ante los reveses. Su estrategia consiste en “invalidar las opiniones diferentes, ridiculizarlas, estigmatizarlas y descalificarlas”, comentó Carolina Tohá, una destacada política de centroizquierda cuya candidatura presidencial fracasó. “Así es como la democracia comienza a deteriorarse”. Kast afirma que puede ser duro con la delincuencia y la migración y seguir siendo demócrata. Es posible que pronto tenga la oportunidad de demostrarlo.









