
Durante décadas, la afiliación religiosa de crecimiento más rápido en Estados Unidos fue no profesar ninguna religión. En 1990, apenas el 5% de los estadounidenses declaraban ser ateos, agnósticos o no creer en “nada en particular”. En 2019, alrededor del 30% marcaba esas casillas. Aquellos que dejaron de ir a los templos adoptaron una ideología social más liberal, comenzaron a casarse más tarde y tener menos hijos.
Las iglesias, donde antes se congregaba la mitad de los estadounidenses cada domingo, se desvanecieron en la vida cívica. Sin embargo, ahora, por primera vez en medio siglo, la marcha del secularismo se ha detenido.
Lo mismo ocurre en otros lugares. En Canadá, Reino Unido y Francia, ha dejado de crecer el porcentaje de personas que les dicen a los encuestadores que son irreligiosas. En otros siete países de Europa occidental, el ritmo se ha ralentizado notablemente: aumentó apenas tres puntos porcentuales desde 2020, en contraste con una subida de 14 puntos en los cinco años anteriores.
Este estancamiento coincide en los mismos lugares con una pausa en el descenso a largo plazo del porcentaje de cristianos en la población. Esto sugiere que la ralentización de la secularización se debe a que un menor número de personas abandonan el cristianismo —más que al crecimiento de otras confesiones, como el islam—, además de un sorprendente aumento de la fe cristiana entre los más jóvenes, en especial los de la Generación Z (nacidos entre 1997 y 2012).
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“Probé el alcohol, probé las fiestas, probé el sexo... nada de eso funciona”, relató Eric Curry, de la Universidad de Pace, que afirman sus compañeros sobre lo que han probado para superar la depresión, el hastío y la soledad. “Los jóvenes han emprendido una búsqueda profunda de la verdad”. Curry afirma que su reciente bautismo fue la mejor decisión de su vida.
El largo ascenso del secularismo, que Ryan Burge, de la Universidad de Illinois Oriental, califica de “tendencia dominante en la demografía de las últimas décadas”, ha configurado muchos aspectos de la sociedad occidental, desde las actitudes más liberales hacia el matrimonio homosexual y el aborto hasta las perspectivas de crecimiento económico. Su repentino estancamiento (y posible inversión en algunos lugares) es inesperado.
La explicación más plausible para este cambio de tendencia es la pandemia de covid-19. Los cierres patronales, el aislamiento social y las conmociones económicas afectaron a casi todos los países y cohortes etarias más o menos en el momento en que los datos sobre creencias religiosas alcanzaron un punto de inflexión. En especial, es el caso de la Generación Z, cuyos años de adultez temprana se vieron perturbados; muchos jóvenes experimentaron soledad o depresión y la necesidad de buscarle sentido a la vida.
Sarah, una estudiante de 20 años de la Universidad Liberty, compartió que “la pandemia fue en realidad un catalizador” para que se hiciera religiosa. Sarah creció al margen de la Iglesia, pero se convirtió tras unirse a un grupo de estudio de la Biblia en Zoom durante los cierres de actividades. “Calculo que más del 75% de mis amigos que son cristianos se hicieron cristianos desde la pandemia”.
Esta tendencia parece haber persistido más allá del tumulto del covid-19. En tres encuestas de 2023-2024, la proporción de jóvenes estadounidenses que se identificaban como cristianos aumentó del 45% al 51%. Los “nones”, término adoptado para referirse a las personas sin afiliación religiosa, cayeron cuatro puntos, al 41%.
En Harvard, un bastión progresista que en sus inicios era un seminario puritano, la mitad de los estudiantes universitarios asistieron a un acto o servicio religioso dirigido por un capellán durante este curso académico. Tammy McLeod, capellán de la universidad desde hace 25 años, también considera que el covid-19 fue un punto de inflexión: “La gente estaba harta de estar sola”. Desde entonces, “nuestras cifras son más altas y no descienden conforme avanza el semestre”. Los capellanes de otros campus están viendo la misma tendencia.
En los 14 países occidentales encuestados por la empresa de sondeos Pew, más personas (a menudo el doble) respondieron que su fe se había visto reforzada por la pandemia, no debilitada. Gregory Smith, experto en religión del Pew, afirma que más de una cuarta parte de los estadounidenses vieron reforzada su fe.
Una investigación de Jeanet Sinding Bentzen, economista de la Universidad de Copenhague, muestra que las búsquedas en Internet sobre la oración y otras prácticas religiosas se dispararon en casi todos los países en 2020.
Pippa Norris, de Harvard, y el difunto Ronald Inglehart argumentaron que, en tiempos de inseguridad existencial, la gente tiende a recurrir a la religión en busca de consuelo. En sus escritos, plantean que la religión explica el sufrimiento, ofrece esperanza y proporciona un sentido de orden moral y solidaridad comunitaria. La asistencia a ceremonias religiosas (a menudo por Internet) aumentó en Italia en 2020, sobre todo en los lugares más afectados por el virus. La investigación anterior de Bentzen sobre la devoción tras los terremotos —un tipo diferente de conmoción— muestra que la religiosidad tiende a mantenerse elevada hasta 12 años después de un suceso catastrófico.
Ese soy yo en la esquina
Los hombres jóvenes están mostrando especial entusiasmo con respecto a Dios, en total contraste con una norma observada en todo tipo de culturas y épocas: que las mujeres son el sexo más devoto. En Estados Unidos, ahora más mujeres de la Generación Z que sus pares varones no tienen ninguna afiliación religiosa, según un estudio del grupo de reflexión American Enterprise Institute.
En Reino Unido, una encuesta de YouGov realizada a unas 13,000 personas reveló que ahora el 21% de los hombres jóvenes que se identifican como cristianos asisten a la iglesia (apenas el 4% lo hacía en 2018), en comparación con el 12% de las mujeres jóvenes. Una de las razones de esta divergencia es que las mujeres consideran cada vez más que la Iglesia no está en sintonía con sus opiniones más liberales.
No solo los estadounidenses más jóvenes encuentran la religión, sino que menos estadounidenses mayores renuncian a ella. Entre 2020 y 2024, la proporción de cristianos en el conjunto de la población descendió apenas un punto porcentual. Antes, había experimentado un descenso de esa magnitud cada año.
Si nos fijamos más detenidamente en cada generación, la proporción de cristianos se mantuvo estable o aumentó durante esos cuatro años en todos los grupos etarios excepto en los mileniales. El porcentaje de cristianos entre los “baby boomers”, por ejemplo, aumentó siete puntos (79%) con respecto a 2020.
En conjunto, la ralentización en el número de personas de varias generaciones que abandonan la religión y el inesperado aumento entre los jóvenes han hecho que la proporción de cristianos en la población estadounidense se estabilice en torno al 62% desde 2020.
Fuerzas similares actúan en otros lugares. España, Portugal, Italia y Finlandia, entre otros, no son menos cristianos hoy que en 2019, según nuestro análisis de grandes encuestas europeas. Algunos países, como Austria e Irlanda, todavía muestran un descenso en el número de cristianos, pero a un ritmo más lento que antes.
La proporción de personas de Occidente que respondieron en encuestas de la empresa Gallup que la religión era importante en su vida cotidiana fue en descenso constante entre 2006 y 2019. Pero en los últimos cinco años esta cifra se ha estabilizado. En Irlanda, por ejemplo, el 58% decía que la religión era importante en su vida diaria hace dos décadas; en 2018, esa cifra era del 48 por ciento y se ha mantenido así desde entonces.
Al igual que en Estados Unidos, se debe a la desaceleración en el abandono de la religión y el resurgimiento entre los jóvenes. Las bajas activas de la Iglesia de Suecia han disminuido en los últimos cinco años, y los bautismos entre los adultos jóvenes han aumentado más del doble desde 2019, señala Andreas Sandberg, quien se encarga de llevar los registros.
Nuestro análisis de la Encuesta Electoral Británica muestra que tanto el porcentaje de laicos como el de cristianos en la población se han mantenido estables desde 2020. Lo más interesante es que el porcentaje de personas irreligiosas de la Generación Z ha descendido cada año durante el mismo periodo.
Como actualmente hay menos personas que nacieron en hogares cristianos, muchos miembros de la Generación Z que se identifican en este momento con una religión lo hacen por primera vez en su vida. Algunos se zambullen de lleno… literalmente.
Este año en Francia hubo un 45% más de bautizos de adultos en Semana Santa, que superaron los 10,000, la cifra más alta en 20 años. Dos de cada cinco eran de la Generación Z, el doble que en 2019. También aumentaron los bautizos en Austria y Bélgica. En 2023, el último año para el que se dispone de datos, se duplicó el número de conversos a la Iglesia de Noruega y llegaron a 4,000.
Los datos que apuntan a una estabilización del laicismo son claros. Estos resultados coinciden en varias grandes encuestas anuales, con muestras de casi 25,000 adultos en un estudio de Harvard, 37,000 en una encuesta de Pew y 12,000 en una de Gallup. Pero lo que está menos claro es si marcan una meseta o una inflexión sostenida.
Parte de esta respuesta depende de qué otras causas, además de la pandemia, han contribuido al cambio. “No sabemos si se trata de una tregua temporal o si es el final de la larga oleada secular”, señala David Campbell, de la Universidad de Notre Dame, Indiana. Es más, nadie sabe con seguridad por qué la gente ha dejado de abandonar la Iglesia ni puede explicar la piedad juvenil.
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¿La inmigración podría explicar por qué el laicismo se ha estancado en muchos países occidentales? Probablemente no. Smith hace notar que en Estados Unidos los recién llegados tienden a ser menos cristianos que los nativos, por lo que constituyen un lastre para el porcentaje de cristianos, no un impulso.
Los emigrantes a Europa por lo regular tampoco son cristianos y son más jóvenes que la población local. Su presencia no explica la meseta en el porcentaje de cristianos en la población ni la pausa del secularismo en una amplia gama de grupos etarios.
Fue solo un sueño
En cambio, parece que sí existe cierta influencia de cambios culturales más extendidos. Durante la mayor parte de las dos últimas décadas, Dios recibió mala publicidad, mientras que el ateísmo gozó de gran aprecio en la cultura pop. Libros como “El espejismo de Dios”, de Richard Dawkins, profesor de Oxford que en 1996 comparó la religión con el virus de la viruela, o “Dios no es bueno”, del difunto periodista Christopher Hitchens, se convirtieron en superventas. En contraste, ahora las ventas de la Biblia son las que están en auge (aumentaron un 22% en Estados Unidos el año pasado).
Stephanie Kramer, también de Pew, indicó que el motor más importante de la secularización en Occidente en las últimas décadas fue que la gente decidió olvidarse de la religión. La pérdida de la fe ha tenido un efecto mucho mayor en las cifras que el envejecimiento, la migración o la fertilidad.
Así pues, Kramer predice que, si parara la salida neta de devotos, como parece estar ocurriendo ahora, los cristianos mantendrían su mayoría en Estados Unidos al menos durante los próximos 50 años, en lugar de caer por debajo del 45%, como se había previsto anteriormente. Casi nadie lo vio venir, del mismo modo que casi nadie predijo la pandemia. Los caminos de Dios son misteriosos… y los de la gente, también.