
Los venezolanos las llaman las “elecciones fantasmas”. El 25 de mayo, el régimen del presidente Nicolás Maduro montó una votación para elegir gobernadores, alcaldes y representantes de la Asamblea Nacional. La participación fue lamentable. Los colegios electorales estaban desiertos. “Nada cambiará con esta farsa”, advirtió un votante octogenario del barrio obrero de Petare, en la capital, Caracas, que votó solo “por costumbre”.
El gobierno declaró triunfalmente una participación del 43%, pero la encuestadora Meganalisis sitúa la cifra real en el 14%. La mayoría de los venezolanos no tienen muchas ganas de votar después de lo ocurrido en la contienda presidencial de julio pasado.
El candidato de la oposición, Edmundo González, respaldado por la popular exdiputada María Corina Machado, obtuvo una victoria aplastante con el 67% de los votos. No obstante, ese resultado, confirmado por las impresiones oficiales de las máquinas de votación, no fue el declarado.
La autoridad electoral nacional, subordinada al régimen, fabricó una victoria para Maduro. Desde entonces, cientos de críticos del gobierno han sido encarcelados. González está en el exilio y Machado permanece en la clandestinidad. Esta vez, les pidió a los venezolanos que se abstuvieran de votar.
Sus partidarios ven la baja participación como una victoria. Por desgracia, el mapa electoral ahora está pintado del rojo continuo de un Estado de partido único… y el régimen ni siquiera tuvo que hacer trampas.
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A la oposición solo le queda una gobernación; el partido gobernante, el Partido Socialista Unido de Venezuela (PSUV), tiene 23. Ese recuento incluye, absurdamente, a Guayana Esequiba, un “estado” de mayor superficie que Grecia que abarca dos tercios de la vecina Guyana y Venezuela ha reclamado como su territorio desde hace mucho tiempo.
El régimen decretó que se añadiera a los mapas electorales oficiales en 2023. No se emitió ningún voto en el territorio. En lugar de votos locales, su “gobernador” fue elegido por unos pocos votantes del estado venezolano de Bolívar, al otro lado de la frontera.
Cuando se instale la nueva legislatura, el 25 de enero del año que viene, el PSUV controlará 253 de los 285 escaños. Los 29 restantes estarán ocupados por una oposición mixta, falsa y auténtica. Esta última incluye a Henrique Capriles, exgobernador y candidato presidencial en dos ocasiones, que rompió con Machado antes de las últimas elecciones y convocó a los votantes a que acudieran a las urnas, afirmando que votar es una oportunidad excepcional de resistencia contra el régimen.
Un voto diferente
A pesar de ya ser beneficiario de una versión de la democracia en la que su victoria parece garantizada, Maduro espera asegurarla aún más. Al momento de depositar su voto informó que planea cambiar la Constitución a fin de que Venezuela se modernice con un sistema electoral de “circuitos comunales”.
No ha divulgado los detalles, pero podría suponer el fin del modelo actual de voto representativo que ha sido objeto de abusos. En su lugar, los cargos de elección popular, incluida la presidencia, podrían ser elegidos por comunas cuya lealtad se compruebe previamente.
Aun así, se ven venir vientos económicos en contra. El 27 de mayo llegaron a su fin las exenciones de las sanciones que Estados Unidos les había concedido a las empresas petroleras occidentales en Venezuela, entre ellas Chevron, una gigante estadounidense. El régimen tendrá que volver a vender su petróleo en el mercado negro con descuento, como hizo entre 2019 y 2023.
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Tan solo Chevron exportaba unos 240,000 barriles diarios de crudo desde sus operaciones venezolanas, aproximadamente una cuarta parte de la producción total de petróleo del país. Ahora su socia en la empresa conjunta, la apesadumbrada petrolera estatal PDVSA, tendrá que hacerse cargo del 100% de la operación.
Es probable que algunas complicaciones logísticas, como la importación de diluyentes, ralenticen la producción. Francisco Monaldi, de la Universidad Rice, campus Houston, prevé “una caída global de 80,000 a 150,000 b/d en los próximos 12 meses”.
Predice que el impacto financiero de esa baja será de unos US$ 5,000 millones al año, alrededor del 30% de los ingresos petroleros actuales del petroestado. Es probable que la consiguiente escasez de dólares aumente la inflación y empuje de nuevo a la recesión a la economía, que se ha estabilizado recientemente.

No hay consenso en el gobierno de Donald Trump sobre la mejor manera de tratar con Venezuela. El secretario de Estado, Marco Rubio, ha apoyado sistemáticamente una estrategia de “máxima presión”.
El enviado de Trump para misiones especiales, Richard Grenell, propuso “crear confianza” con el régimen a cambio de la liberación de presos estadounidenses si Venezuela acepta a inmigrantes deportados de Estados Unidos.
Por ahora, prevalece la opinión de Rubio. El Departamento de Estado que dirige ha confirmado que se suspenderán todas las licencias petroleras “que beneficiaban al régimen de Nicolás Maduro”. También reiteró su advertencia de que todos los estadounidenses que se encuentren en Venezuela “deben abandonar el país de inmediato”.
Al parecer, los congresistas republicanos de Florida, que advirtieron que no apoyarían la votación del proyecto de ley de gastos de Trump el 22 de mayo si se renovaba la licencia de Chevron, finalmente influyeron en la decisión del presidente de adoptar una postura firme.
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Desde su escondite, Machado envía mensajes para animar a sus partidarios. Una noticia de aliento para su movimiento, revelada el 5 de mayo, fue la aparente huida de cinco altos cargos de su equipo de campaña electoral de la residencia del embajador argentino en Caracas.
Llevaban allí encerrados, con patrullas de las fuerzas de seguridad del Estado fuera, desde marzo de 2024. Rubio dijo que habían escapado gracias a una “operación precisa”. El gobierno de Venezuela insiste en que fue el resultado de una “negociación”.
Machado afirma que el régimen está debilitado. En un mensaje difundido el 26 de mayo al pueblo de Venezuela, felicitó a los millones de personas que habían seguido su consejo de no votar. “Hoy demostraste quién tiene el poder: tú”, afirmó. La mayoría hizo oír su voz en las dos últimas elecciones de Venezuela: primero votando y luego absteniéndose. Está claro que quiere ver el fin del gobierno de Maduro. ¿Pero cómo?