
Una mancha que empieza tímida en una esquina. Un cerco oscuro que vuelve cada otoño junto a la ventana. El olor leve -pero inconfundible- a cerrado. Las humedades en las paredes son uno de esos problemas que parecen menores al principio y que, con el tiempo, terminan afectando al confort y al aspecto de toda la casa.
Por suerte, existen métodos sencillos y seguros para mantenerlas a raya sin recurrir a productos agresivos ni dañar la pintura. Entre ellos, el que muchos pintores recomiendan cuando se trata de moho superficial: la combinación de vinagre y bicarbonato, un remedio doméstico que, bien aplicado, puede devolver a la pared su aspecto original.
Antes de aplicarlo, eso sí, conviene entender qué tipo de humedad tenemos. Porque no todas se comportan igual ni se solucionan con la misma técnica. A partir de ahí, la diferencia entre limpiar una mancha y acabar con el problema está en reconocer su origen y elegir el tratamiento adecuado.
Condensación, filtración o capilaridad: cómo reconocer cada una
La humedad por condensación es la más frecuente en viviendas. Aparece cuando el aire caliente cargado de vapor -por ejemplo, al ducharnos o cocinar- se enfría al contacto con superficies frías. Las gotas que se forman terminan dejando moho negro o verdoso en techos, esquinas o marcos de ventana. Suele ser superficial y, con ventilación y una limpieza adecuada, se controla fácilmente.
La humedad por filtración, en cambio, llega desde fuera o por una avería interna. Puede deberse a una terraza mal impermeabilizada, una grieta en la fachada o una fuga de fontanería. En estos casos, la mancha aparece tras lluvias o usos de agua, se extiende rápido y deja cerco amarillento y pintura caída.
Y la capilaridad -la más persistente- es la que asciende desde el suelo por los poros del muro. Suele notarse en zócalos de plantas bajas o sótanos, con salitre y desconchones que se mantienen incluso en días secos. Aquí el problema está en la estructura: el muro absorbe la humedad del terreno y la arrastra hacia arriba.
El ‘método de los pintores’ con vinagre y bicarbonato (bien aplicado)
Cuando el problema es moho leve por condensación, los pintores suelen recurrir a productos domésticos seguros. Entre ellos, el vinagre y el bicarbonato son dos clásicos que, usados correctamente, limpian sin dañar.
Aunque muchas guías los mezclan directamente en un mismo recipiente, los profesionales explican que no es la mejor forma. El motivo es químico: el vinagre (ácido) y el bicarbonato (base) se neutralizan si reaccionan antes de tocar la pared. Los pintores prefieren que la efervescencia ocurra en la superficie, porque ayuda a desprender el moho sin arañar la pintura. El paso a paso, sencillo y seguro, sería así:
1. Bicarbonato: espolvorea un poco o prepara una pasta suave con agua y cubre la mancha. 2. Vinagre blanco (mejor de limpieza): pulveriza encima. Verás la efervescencia actuando in situ. 3. Deja actuar unos minutos, pasa un paño húmedo y seca bien. 4. Ventila la estancia (10-15 minutos) y, si esa zona suele dar guerra, usa extractor o deshumidificador como apoyo.
¿Por qué funciona? Porque la acidez del vinagre ayuda a desinfectar y el bicarbonato aporta una abrasión muy suave y neutraliza olores. Usados de forma consecutiva, limpian moho leve por condensación sin levantar la pintura.
¿Y la lejía con agua?
Es eficaz contra el moho, sí, pero más agresiva con los acabados. Si no vas a repintar de inmediato, mejor reservarla para casos puntuales o muy extendidos. Si la usas, que sea a partes iguales (1:1) con agua, tiempos cortos de contacto, aclarado posterior y ventilación. Funciona, pero desgasta más y puede decolorar.
Qué hacer cuando la limpieza no basta
Si la humedad vuelve una y otra vez o la pared está húmeda al tacto, la causa no es superficial. Cuando el agua entra desde el exterior -por una grieta, un tejado o una tubería dañada-, hablamos de filtración. En ese caso, lo primero es reparar la vía de entrada, dejar que el muro se seque y, solo después, sanear y repintar. De nada sirve aplicar productos si la fuente de agua sigue activa.
En el caso de la capilaridad, la única solución duradera es crear una barrera impermeable que impida al agua subir desde el suelo. Existen tratamientos con inyecciones químicas, sistemas eléctricos de electroósmosis o incluso soluciones pasivas como higroconvectores, que ayudan a secar los muros. Después, se suelen rehacer los revestimientos con morteros transpirables y pinturas adecuadas.
Prevenir: el gesto que más ayuda
Ningún tratamiento funciona del todo si el ambiente de casa sigue cargado de humedad. Ventilar cada día, aunque sea unos minutos, usar extractores en baño y cocina o colocar deshumidificadores en las zonas más problemáticas son gestos sencillos que previenen la condensación. También conviene evitar secar ropa dentro y revisar cada cierto tiempo sellados y juntas de ventanas o fachadas.
Y si en una habitación la humedad reaparece cada invierno, los pintores recomiendan pinturas con fungicida o anticondensación, que añaden una capa de protección extra. No sustituyen a la ventilación, pero ayudan a mantener las paredes limpias durante más tiempo.







