Si los aranceles del presidente Donald Trump sobre el acero y el aluminio entran en vigor un minuto después de la medianoche del miércoles en Washington, supondrán una repetición de los gravámenes del primer mandato que Trump y sus partidarios argumentan que ayudaron a rescatar a los fabricantes de metales de Estados Unidos.
Pero una cosa será muy diferente esta vez: los aranceles propuestos afectan directamente a más de US$ 150,000 millones en productos de consumo importados, así como al acero en bruto y al aluminio, que también se vieron afectados la vez anterior.
Eso significa nuevos aranceles del 25% sobre todo, desde los bates de béisbol de aluminio que utilizan los jugadores de las ligas menores hasta los carretes y redes de pesca, los patines y las agujas de coser. Incluso despedirse de un ser querido va a ser más caro, ya que los ataúdes para entierros se verán afectados por los nuevos impuestos a la importación.
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El mayor alcance encaja con un patrón en evolución de la estrategia de política comercial de Trump, y destaca las razones por las que los economistas y los mercados financieros están cada vez más preocupados por una desaceleración y los efectos más amplios del proteccionismo en la economía estadounidense.
En las siete semanas transcurridas desde que Trump regresó a la Casa Blanca, el volumen de anuncios de aranceles ha tomado por sorpresa a economistas e inversionistas. Pero para muchos estadounidenses, la amplitud de los nuevos aranceles probablemente marcará la mayor diferencia con respecto a la vez anterior, magnificando lo dependientes que son de los productos importados en su vida cotidiana.
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El presidente y director ejecutivo de la siderúrgica Cleveland-Cliffs Inc dijo que cambiar el comportamiento de los consumidores para que dejen de comprar productos fabricados en el extranjero forma parte de la estrategia, aunque cueste más.
“El sueño americano no es comprar cosas baratas en Amazon”, dijo Lourenco Goncalves en una rueda de prensa celebrada el 7 de marzo, en la que anunció un programa de subvenciones corporativas que recompensa a los empleados con una “bonificación” de US$ 1,000 por la compra de un automóvil fabricado con una cantidad sustancial de acero de la empresa.
Los llamados a hacer concesiones en los presupuestos familiares parecen ir en contra de las promesas de campaña de Trump de atajar la elevada inflación, lo que fortaleció el apoyo al multimillonario republicano en las elecciones de noviembre.
“Han pasado rápidamente de ‘todos los precios bajarán’ a ‘los productos baratos no forman parte del sueño americano’”, dijo Edward Gresser, que dirigió la unidad de investigación económica en la oficina del Representante de Comercio de Estados Unidos durante la primera administración Trump y que ahora forma parte del think-tank Progressive Policy Institute.
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Ese golpe a los consumidores ya ha provocado una reacción negativa y encuestas muestran que los aranceles de Trump son impopulares en gran parte debido al impacto potencial en los precios. Casi el 60% de los adultos estadounidenses esperan que los aranceles de Trump provoquen un aumento de los precios, según una encuesta de Harris realizada para Bloomberg News el mes pasado.
Los estudios han demostrado que los consumidores suelen acabar cargando con el costo de los aranceles pagados en frontera por los importadores estadounidenses. Sin embargo, la repercusión de impuestos como los aranceles en los precios de bienes concretos puede superar incluso la tasa general, afirma Nirupama Rao, economista de la escuela de negocios de la Universidad de Michigan y miembro del Washington Center for Equitable Growth.
Las empresas tienden a utilizar los aranceles y otros impuestos como excusa no solo para afrontar los mayores costos, sino que para subir aún más los precios, afirma Rao, que ha estudiado la relación entre los impuestos y los precios del alcohol en particular.
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