
En un nuevo paso hacia el control absoluto del espacio digital, el Kremlin ha lanzado Max, una aplicación de mensajería nacional que se presenta como la alternativa rusa a WhatsApp y que ya ha generado comparaciones con el modelo chino WeChat.
Impulsado directamente por el presidente Vladímir Putin, Max fue desarrollado por VK, el conglomerado tecnológico conocido como el “Facebook ruso”. Su objetivo: convertirse en una herramienta de comunicación integral, capaz incluso de albergar servicios de administración pública y funciones de identificación ciudadana, según los planes del gobierno para el 1 de septiembre.
Disponible en Google Play, Max ya ha superado el millón de descargas, pese a encontrarse aún en una fase temprana de desarrollo. La aplicación imita muchas de las características de WhatsApp y Telegram, aunque algunos medios han denunciado la copia directa de canales de Telegram sin permiso de sus autores.
LEA TAMBIÉN: Rusia extiende a productores de gasolina prohibición de exportaciones hasta fin de agosto
Tecnología con sello del Kremlin
El surgimiento de Max se produce en un contexto en el que Moscú busca reforzar la soberanía digital, limitar la influencia extranjera y endurecer la censura. Según expertos, esta nueva plataforma permitiría al Estado monitorear más estrechamente las comunicaciones de los ciudadanos, en línea con los recientes llamados de Putin a “estrangular” a las empresas tecnológicas occidentales.
“Max ocupará el lugar de WhatsApp”, declaró el influyente bloguero Artemi Lébedev, quien apoyó abiertamente el cierre de la app propiedad de Meta. La empresa estadounidense —también dueña de Facebook e Instagram, bloqueadas en Rusia por “extremismo”— enfrenta ahora un posible bloqueo adicional, en medio de crecientes presiones oficiales.
Incluso el portavoz del Kremlin, Dmitri Peskov, advirtió que las plataformas extranjeras deben cumplir con las leyes rusas, incluida la localización de los datos de usuarios en territorio nacional, una medida que ha generado críticas por el riesgo que supone para la privacidad de los ciudadanos.
LEA TAMBIÉN: Donald Trump da ultimátum a Putin: alto al fuego en Ucrania en “10 o 12 días”
El recuerdo de fracasos anteriores
Max no es el primer intento del Kremlin por competir con gigantes tecnológicos occidentales. En 2017, VK lanzó TamTam, un chat que nunca logró captar una base de usuarios significativa frente a WhatsApp (con casi 100 millones de usuarios en Rusia) y Telegram (más de 50 millones).
Asimismo, Rutube, el YouTube ruso, fue promocionado como alternativa patriótica, pero terminó en el olvido tras fallos técnicos y falta de contenido atractivo.
LEA TAMBIÉN: Rusia y Ucrania pactan nuevos canjes de prisioneros, pero no se acercan a una tregua
Un modelo chino de vigilancia
Las autoridades rusas han equiparado Max con WeChat, la plataforma china que centraliza comunicación, pagos y servicios públicos, aunque ha sido señalada por organizaciones como Amnistía Internacional por facilitar la vigilancia estatal y coartar la libertad de expresión.
En Rusia, el lanzamiento de Max ha sido acompañado por una intensa campaña en redes sociales, con blogueros oficialistas promocionando sus ventajas, mientras plataformas independientes denuncian que trabajan bajo directrices del Kremlin.
LEA TAMBIÉN: Trump redobla acusaciones contra Obama y desclasifica informe sobre supuesto complot en su contra
El telón de fondo
Desde el inicio de la invasión rusa a Ucrania en el 2022, el gobierno ha bloqueado numerosos servicios occidentales. Solo es posible acceder a ellos mediante redes VPN, cada vez más perseguidas por las autoridades.
Recientemente, el Kremlin atribuyó los cortes masivos de internet a ataques de drones ucranianos, incluso en zonas como el Lejano Oriente, donde no ha habido reportes de ataques, una justificación que algunos consideran parte del discurso oficial para justificar mayores restricciones.
“Todo lo relacionado con la seguridad y la protección de los ciudadanos está justificado”, reiteró Peskov, mientras Rusia estrecha el cerco sobre sus internautas, consolidando un ecosistema digital aislado, vigilado y, cada vez más, diseñado a imagen y semejanza del poder.