
Incluso antes de que los nuevos recortes fiscales sin financiación se convirtieran en el centro de las discusiones presupuestarias en el Capitolio, los inversores en bonos estadounidenses estaban dejando clara su opinión: si el gobierno sigue gastando más de lo que ingresa, habrá consecuencias.
Efectivamente, el viernes por la noche se produjo un golpe cuando Moody’s Ratings reveló que se había agotado su paciencia y que rebajaba la calificación crediticia del mayor prestatario del mundo por debajo del nivel AAA. Citó un patrón de aumento de la deuda y los déficits presupuestarios que se prolonga desde hace años y que no muestra signos de remitir en medio de una polarización política profundamente arraigada.
Aunque la decisión de Moody’s era previsible, dada la avalancha de números rojos en Washington, y seguía los pasos de otras agencias como S&P Global Ratings, los inversores respondieron elevando el rendimiento de los bonos estadounidenses a 30 años por encima del 5% el lunes, por primera vez desde abril.
Esto refuerza lo que muchos en los mercados financieros han estado destacando: a menos que EE.UU. ponga en orden sus finanzas y pronto, los riesgos percibidos de prestar al gobierno aumentarán y los costos de los préstamos a largo plazo del Tesoro subirán aún más. Eso haría aún más difícil reducir el déficit y elevaría el costo del dinero para los hogares y las empresas en toda la economía.
“Esto nos recuerda que aplazar las decisiones fiscales tiene un alto costo”, afirmó Priya Misra, gestora de carteras de JPMorgan Asset Management, tras la rebaja del viernes.

El rendimiento de los bonos a 10 años ha subido alrededor de un tercio de punto porcentual solo este mes. Cada vez está más arraigado en el mercado un aumento de la prima que exigen los inversores para asumir el riesgo de poseer deuda estadounidense a más largo plazo. Pero incluso los valores a más corto plazo, con vencimiento en dos años o menos, están rindiendo más del 4%.
“El mercado de bonos se muestra escéptico ante la posibilidad de que la Administración Trump y los republicanos compensen algunos de los retos del déficit”, afirmó Michael Arone, estratega jefe de inversiones de State Street Global Advisors. Esto significa que “las tasas se mantendrán más altas y volátiles” de lo que algunos inversores esperan actualmente, añadió.
Los mercados tienen un historial de ser los árbitros de la disciplina fiscal de los países derrochadores, y el reciente repunte de los rendimientos está empezando a recordar casos pasados en los que los llamados vigilantes de los bonos ejercieron su poder en protesta por el despilfarro. La teoría dice que si los inversores imponen mayores costos de endeudamiento, los gobiernos acaban cediendo a la presión y recortando gastos.
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Esta vez, sin embargo, hay mucho más en juego. Aunque la posición privilegiada de EE.UU. en las finanzas mundiales sigue siendo segura, el gobierno se enfrenta a una menor flexibilidad para endeudarse en un momento en que la demanda internacional de bonos del Tesoro —y del dólar estadounidense— es cada vez más dudosa.
Moody’s señaló un descenso en la “asequibilidad de la deuda” e identificó el aumento de los rendimientos de los bonos del Tesoro como un factor que perjudica la sostenibilidad fiscal de Estados Unidos.
Un repaso a las cifras revela lo que significa este concepto y explica por qué las dudas sobre la sostenibilidad de la deuda estadounidense se han convertido en un tema habitual entre inversores, banqueros centrales y financieros, desde Jamie Dimon hasta Warren Buffett.
Si bien los rendimientos actuales en EE.UU., entre el 4% y el 5%, se acercan a los niveles que prevalecían antes de 2007 y la crisis financiera —y Estados Unidos ha pagado históricamente tasas mucho más altas en algunos momentos—, la deuda y los déficits son ahora exponencialmente mayores, y eso marca la diferencia.
Una mirada al panorama fiscal desde 2007 revela una transformación asombrosa. El importe de los bonos del Tesoro en circulación se ha disparado de US$ 4.5 billones a casi US$ 30 billones en la actualidad, lo que refleja la explosión del endeudamiento durante la pandemia. Las ventas brutas anuales de deuda pública también se han disparado, pasando de US$ 362,000 millones en 2007 a US$ 2.6 billones el año pasado, según SIFMA, el grupo comercial del mercado de bonos.
Más alarmante aún, la relación de la deuda pública total de Estados Unidos con respecto al tamaño de la economía ha aumentado de alrededor del 35% en 2007 al 100% actual, según la Oficina Presupuestaria del Congreso, o CBO. Solo los pagos de intereses ascendieron a unos US$ 880,000 millones en 2024, según datos de la CBO.
Y ahora están las negociaciones presupuestarias, y un déficit de billones que representa el 6.5% de la economía parece consolidarse, ya que los recortes fiscales respaldados por el presidente Donald Trump se ciernen sobre el último plan de gasto de Washington sin recortes de costos suficientes para compensarlos ni ingresos para pagarlos.
Trump está presionando para que se apruebe el proyecto de ley presupuestaria, incluso cuando los republicanos de línea dura se resisten a la perspectiva de un aumento del déficit.
“En mi opinión, el plan actual que están presentando no va a suponer una reducción significativa del déficit”, afirmó David Rogal, gestor de carteras del grupo de renta fija fundamental de BlackRock Inc. y miembro del Comité Asesor de Empréstitos del Tesoro, un grupo de élite de participantes en el mercado de bonos.
“El déficit de financiación se ampliará el año que viene y el siguiente, hasta alcanzar casi US$ 2 billones si el déficit sigue su curso actual. La forma en que abordemos esta situación será muy importante”, agregó.
Wall Street en rojo
La Bolsa de Nueva York abrió a la baja este lunes, lastrada por la rebaja de la calificación de la deuda estadounidense por parte de Moody’s y la incertidumbre sobre la guerra comercial de Donald Trump.
En las primeras operaciones, el Dow Jones perdía un 0.67%; el Nasdaq, un 1.42%; y el S&P 500, un 1.04%.
Con información de Bloomberg y AFP