
A un año de las próximas elecciones en Brasil, el presidente Luiz Inácio Lula da Silva parece tener el camino despejado hacia un nuevo mandato, con la derecha sin rumbo claro tras la condena del exmandatario Jair Bolsonaro por golpismo.
Lula cumplirá 80 años el próximo 27 de octubre y la única duda que plantea sobre una nueva candidatura es precisamente su edad, aunque se dice dispuesto a intentarlo si su salud, hasta hoy de hierro, se lo permite.
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Afirma que se siente con “la energía de los 30 años” y que aspirará a la reelección si fuera “necesario” para impedir que la ultraderecha bolsonarista regrese al poder, tras haber gobernado entre 2019 y 2022.
Brasil volverá a las urnas el 4 de octubre de 2026 y las encuestas coinciden en que el líder progresista tendría hoy una intención de voto cercana al 40 % y se impondría a cualquiera de los posibles candidatos del centro o la dere
En el Partido de los Trabajadores (PT), no hay dudas y el único candidato que se baraja es Lula, quien gobernó entre 2003 y 2010, y obtuvo su tercer mandato en 2023, cuando derrotó a Bolsonaro.
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El líder de la ultraderecha, el único con verdadero arrastre en el arco conservador, acaba de ser condenado a 27 años de cárcel por una conspiración urdida precisamente tras desconocer la victoria de Lula e intentar impedir su investidura.
Aunque la extrema derecha intenta promover una improbable amnistía que libre a Bolsonaro de la cárcel, sobre el capitán de la reserva del Ejército también pesa una inhabilitación por abusos de poder en los que incurrió en la campaña de 2022.
Con Bolsonaro fuera de la baraja electoral, el conservadurismo moderado busca un candidato alineado al centro, que domina el Parlamento, pero que en los últimos años ha sido incapaz de romper la polarización que se ha impuesto en el país.
Lula, quien ya ha tenido un excelente trato con otros líderes republicanos, apuesta ahora a meterse a Trump en el bolsillo, recomponer la relación con EE.UU. y, de paso, neutralizar la influencia de los Bolsonaro en los círculos de la ultraderecha de Washington, según admiten fuentes del Gobierno.