
El motor de exportación del presidente Xi Jinping ha demostrado ser imparable durante cinco meses de aranceles altísimos por parte de Estados Unidos, lo que ha llevado a China a un superávit comercial récord de US$ 1.2 billones.
A pesar de las restricciones de acceso al mercado estadounidense, los fabricantes chinos han demostrado que no se echan atrás: las compras de India alcanzaron un máximo histórico en agosto, los envíos a África van camino de batir un récord anual y las ventas al sudeste asiático han superado su pico de la pandemia.
Este aumento generalizado está causando alarma en el extranjero, ya que los gobiernos sopesan el daño potencial a sus industrias nacionales frente al riesgo de enemistarse con Pekín, el principal socio comercial de más de la mitad del planeta.
Aunque hasta ahora solo México ha respondido públicamente este año, imponiendo aranceles de hasta el 50% a productos chinos como automóviles, piezas de automóvil y acero, otros países están sometidos a una presión cada vez mayor para que actúen.

Las autoridades indias han recibido 50 solicitudes en las últimas semanas para investigar el dumping de productos procedentes de países como China y Vietnam, según una persona familiarizada con el asunto que pidió no ser identificada, ya que la información no es pública.
El ministro de Comercio de Indonesia se comprometió a controlar la avalancha de productos, después de que se hicieran virales unos vídeos de vendedores chinos promocionando planes para exportar jeans y camisas por tan solo US$ 0.80 a las principales ciudades, lo que provocó una gran indignación.
A pesar de todo el malestar, las posibilidades de que se tomen medidas más significativas son limitadas. Los países que ya están inmersos en negociaciones arancelarias con la Administración Trump parecen reacios a emprender una guerra comercial por separado con la segunda economía más grande del mundo.

Esto le da a Pekín un respiro frente a los aranceles estadounidenses que, según previsiones de economistas, reducirían a la mitad la tasa de crecimiento anual del país.
“La moderada respuesta probablemente se deba a las negociaciones comerciales en curso con EE.UU.”, afirmó Christopher Beddor, subdirector de investigación sobre China de Gavekal Dragonomics.
“Es posible que algunos países no quieran que se les considere responsables del colapso del sistema comercial mundial. Otros también podrían estar frenando la imposición de aranceles a China para poder ofrecerlos como concesiones a EE.UU. durante sus propias negociaciones comerciales”, agregó.

Los funcionarios que protegen sus economías de Pekín están actuando con cautela. El ministro de Comercio de Sudáfrica desaconsejó la imposición de aranceles punitivos a las exportaciones de automóviles chinos, que casi se han duplicado este año, y, en su lugar, busca más inversiones.
Chile y Ecuador están imponiendo discretamente tasas específicas a las importaciones de bajo costo, después de que los usuarios activos mensuales del gigante chino del comercio electrónico Temu en Latinoamérica se dispararan un 143% desde enero. Aunque Brasil ha amenazado con represalias más agresivas, este verano boreal concedió al mayor fabricante de vehículos eléctricos de China, BYD Co Ltd, una ventana libre de aranceles para aumentar la producción local.
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Pekín está utilizando tanto el encanto diplomático como las amenazas económicas para evitar que los países tomen represalias directas.
A principios de este mes, el presidente de China reunió a los países del BRICS para forjar una voz unida contra el proteccionismo durante una llamada de los líderes del bloque, mientras que funcionarios del Ministerio de Comercio han advertido a México que “lo piense dos veces” antes de actuar, dejando claro que tales medidas tendrán represalias. A los riesgos se suma la presión de Trump a los países de la OTAN para que impongan aranceles de hasta el 100% a China por su apoyo a Rusia.

Los funcionarios chinos afirman que su comercio con el mundo se encuentra dentro de límites razonables y que Pekín no pretende dominar los mercados mundiales. “Cuando hay demanda del extranjero, China exporta en consecuencia”, afirmó en julio el viceministro de Finanzas, Liao Min. El periódico estatal People’s Daily respondió el mes pasado en su cuenta de redes sociales a las críticas occidentales sobre el “dumping”, argumentando que los exportadores chinos no venden por debajo del coste.
Si Trump consigue que otros países se unan contra China, será más difícil hacer frente a retos internos como la prolongada crisis inmobiliaria y el envejecimiento de la población, según Chang Shu y David Qu, de Bloomberg Economics.
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“Es probable que Pekín responda inmediatamente con aranceles recíprocos, pero eso conlleva el riesgo de alienar a sus socios en un momento en el que necesita aliados de forma crítica”, afirmaron. “Con el tiempo, también puede animar a las empresas a localizar la producción en los países socios”.
Si bien los exportadores chinos están desafiando las adversidades, el auge del comercio no los está haciendo más ricos ni está ayudando a resolver los problemas internos del país.

Los beneficios de las empresas industriales cayeron un 1.7% en los primeros siete meses, ya que los fabricantes, que intentan reducir el exceso de capacidad en el país bajo la campaña “antiinvolución” de Xi, recortaron los precios para vender más en el extranjero.
Esto solo está empeorando la persistente deflación de China, que va camino de convertirse en la más larga desde que el país empezó a abrirse a finales de la década de 1970.
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La explosión de las exportaciones también podría socavar los esfuerzos de Pekín por reequilibrar su economía hacia el estímulo del consumo, desafiando a funcionarios extranjeros como el secretario del Tesoro de EE.UU., Scott Bessent, que ha instado a Pekín a convertir el impulso del consumo chino en uno de los pilares de su plan para los próximos cinco años.
El documento político de China en el que se esbozan esos planes será objeto de atención en las próximas semanas en una importante reunión del Partido Comunista.
Para Xi, los riesgos podrían merecer la pena. Mostrar al mundo que China no necesita al consumidor estadounidense refuerza su posición de cara a la reunión de alto riesgo con Trump en la cumbre de Corea del Sur. Las mayores economías del mundo siguen negociando un posible acuerdo comercial, con una pausa de 90 días en los aranceles, que actualmente alcanzan el 145%, lo que, hasta ahora, mantiene la paz.