
Se suele creer que en casi todas las especies un macho lidera al grupo, pero lo cierto es que las relaciones de poder entre machos y hembras no están tan claras, y que en la mayoría de las especies ninguno de los dos sexos domina claramente al otro.
De hecho, los factores evolutivos son los que determinan el poder y ellos dominan cuando superan físicamente a las hembras, mientras que ellas buscan diferentes vías para imponerse a los machos, al menos entre primates.
Esta es la principal conclusión de un estudio liderado por investigadores de la Universidad de Montpellier, el Instituto Max Planck de Antropología Evolutiva de Leipzig y el Centro Alemán de Primates de Gotinga cuyos detalles se han publicado este lunes en la revista Proceedings of the National Academy of Sciences (Pnas).
“Durante mucho tiempo mantuvimos una visión completamente binaria sobre la cuestión: se pensaba que una especie estaba dominada por machos o por hembras, y que era un rasgo fijo. Recientemente, esta idea ha sido cuestionada por estudios que han mostrado que es mucho más complicado”, explica la primatóloga Elise Huchard, primera autora del estudio publicado en Pnas.
“Apenas estamos empezando a preguntarnos sobre los factores que influyen en esta flexibilidad”, como la demografía del grupo o la proporción macho/hembra, señala la investigadora del CNRS, que trabaja en la Universidad de Montpellier.
El estudio también ha descubierto que las asimetrías de poder entre machos y hembras varían en las sociedades de primates.
Según el estudio, que ha reunido observaciones detalladas del comportamiento entre machos y hembras de 253 poblaciones de 121 especies de primates, es raro que haya un dominio claro de uno de los sexos.
La batalla de los sexos
La revisión de los datos disponibles sobre la agresividad entre sexos reveló que las disputas entre machos y hembras son sorprendentemente comunes: casi la mitad de las peleas en los grupos sociales eran entre un macho y una hembra.
Hasta ahora, las investigaciones se habían centrado en las peleas entre individuos del mismo sexo, porque las teorías existentes sobre la evolución social asumen que los machos y las hembras compiten por recursos diferentes.
El estudio ha analizado el resultado de las disputas entre individuos del sexo contrario: ¿ganan más los machos? ¿es igual en todas las especies?

Durante mucho tiempo se asumió que el poder tiende a estar sesgado hacia los machos en los primates, y que las pocas especies emblemáticas dominadas por las hembras, como los lémures de cola anillada o los bonobos, representaban una excepción que requería una explicación especial.
Pero el nuevo estudio revela la complejidad y la variabilidad de los sesgos de género en las relaciones de dominancia en las sociedades de primates.
En su muestra, solo se aprecia un claro dominio de los machos, que ganan más del 90% de las disputas con las hembras, en 25 de las 151 poblaciones con datos cuantitativos.
Por el contrario, existe un claro dominio femenino en 16 poblaciones, lo que deja al 70% de las poblaciones con sesgos de género moderados o inexistentes en el poder.
Implicaciones para las relaciones de género
El equipo de investigación puso a prueba cinco hipótesis para explicar los sesgos de género en las relaciones de dominio y descubrió que el dominio con sesgo femenino está asociado a varios factores clave.
El poder femenino se observa principalmente en especies en las que las hembras son monógamas, de tamaño similar al de los machos o que se alimentan principalmente en los árboles, situaciones en las que las hembras tienen más opciones a la hora de decidir si se aparean o no con un macho concreto.
Además, el dominio femenino prevalece en situaciones en las que las hembras se enfrentan a una intensa competencia por los recursos, como en las especies solitarias o que viven en pareja, así como cuando los conflictos entre machos y hembras son menos arriesgados para sus crías dependientes, por ejemplo, porque las madres dejan a sus crías en un lugar seguro cuando se alimentan en lugar de llevarlas consigo.
Por el contrario, el dominio masculino prevalece en las especies terrestres, donde los machos tienen cuerpos o armas más grandes que las hembras y donde los machos se aparean con varias hembras.
“Es fundamental señalar que, mientras que los machos primates obtienen poder mediante la fuerza física y la coacción, el empoderamiento de las hembras se basa en vías alternativas, como las estrategias reproductivas para obtener el control sobre los apareamientos”, apunta Elise Huchard, de la Universidad de Montpellier.
El hallazgo de que es casi tan probable que las hembras dominen a los machos como al revés, y que la mayoría de las sociedades de primates no tienen sesgos sexuales claros en el poder, desafía las visiones tradicionales sobre los orígenes naturales de los roles de género.
En consecuencia, los argumentos que presentan el patriarcado humano como un legado de los primates parecen erróneos, y las relaciones de género deben considerarse en relación con sus contextos sociales y ecológicos.
Control reproductivo
En los casos en los que la dominación masculina es especialmente relevante, ese poderío se observa sobre todo en las especies donde estos machos tienen una clara superioridad física, ya sea porque son más grandes o porque tienen caninos más desarrollados.
O también en especies terrestres, donde las hembras tienen menos facilidad para huir o esconderse en comparación con las que viven en los árboles.
En cambio las hembras tienden a dominar en las sociedades donde ejercen un fuerte control sobre la reproducción.
Las hembras de babuinos, por ejemplo, tienen una tumescencia que aumenta durante la ovulación. Durante este período de unos pocos días, el macho “custodia” a la hembra, siguiéndola constantemente para asegurarse de que ningún otro competidor se aparee con ella.
En los bonobos, esta inflamación de los tejidos “no es evidente”, explica Huchard.
“Los machos nunca saben cuándo están ovulando (las hembras). Por lo tanto, ellas pueden aparearse con quien quieran y cuando quieran mucho más fácilmente”. Esto les otorga mucho más poder sobre los machos.
La dominancia de las hembras también es más frecuente donde existe una feroz competencia entre ellas, particularmente cuando “el macho cuida de las crías”.
“Monopolizarlo se convierte entonces en un gran desafío”, detalla la investigadora.
En estas sociedades, las hembras suelen ser solitarias o solo aceptan la presencia de un macho a su lado.
Con ello, surge una monogamia muy vinculada a la dominancia de las hembras.
¿Podemos extrapolar estos resultados a los humanos? Nuestras orígenes evolutivos (diferencias físicas entre los sexos, flexibilidad en los sistemas de apareamiento...) “no son necesariamente muy deterministas” en lo que respecta a las relaciones hombre-mujer, estima Huchard.
Lo que nos colocaría más bien en la categoría de primates sin dominancia estricta de uno u otro sexo.
“Estos resultados corroboran bastante bien lo que sabemos sobre las relaciones hombres-mujeres entre los cazadores-recolectores, que son más igualitarias que en las sociedades de agricultores que aparecieron posteriormente”, considera, destacando la importancia de una perspectiva interdisciplinaria sobre el tema.
Con información de EFE y AFP