
Los operadores del peso esperaban que la moneda argentina se fortaleciera, ya que los exportadores de soja cambiaron cantidades récord de dólares tras vender su cosecha. Sin embargo, ocurrió lo contrario: el peso, que se ha debilitado frente a la moneda estadounidense desde abril, cayó otro 4%.
Tres meses después de que el presidente Javier Milei levantara los controles cambiarios en Argentina, el optimismo inicial de los inversores ha dado paso a una creciente cautela.
Con las elecciones legislativas de octubre a la vuelta de la esquina y la creciente preocupación por el déficit de cuenta corriente, ahora muchos se están cubriendo ante una posible caída del peso y otros activos locales, como JPMorgan, que ha comenzado a deshacer su posición en bonos del Tesoro denominados en pesos argentinos.
Se trata de un cambio significativo con respecto al inicio del gobierno, cuando el peso se apreció un 45% en términos reales gracias a las políticas de Milei, entre sus esfuerzos por reducir la inflación y recortar el gasto público.
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Sin embargo, los niveles de 2024 pronto se consideraron sobrevalorados, y ahora los inversores esperan que el peso argentino se debilite aún más. Este cambio podría ejercer presión sobre los responsables de la política monetaria, que buscan equilibrar el peso sin recurrir en exceso a las reservas ni endurecer la política monetaria.
“No es de extrañar que haya presión sobre el tipo de cambio: el tipo de cambio real se ha apreciado, el déficit por cuenta corriente se ha ampliado y el país sigue enfrentándose a una escasez de reservas”, señaló Fernando Losada, economista de Oppenheimer en Nueva York.

La última caída del peso se produce a pesar de los US$ 1,600 millones que han vendido los exportadores agrícolas durante la última semana. Los productores de soja están convirtiendo sus dólares a un ritmo acelerado, alentados por los incentivos del gobierno para adelantar las ventas. Pero la oferta se está absorbiendo con demasiada rapidez, lo que indica que muchos actores ya se están preparando para salir del peso.
La demanda de dólares ha aumentado, impulsada por los inversores minoristas que buscan protección ante la creciente incertidumbre previa a las elecciones legislativas. Los viajeros y los empleados que reciben sus bonos de mitad de año en pesos también buscan dólares.
El partido de Milei pretende obtener más bancas en el Congreso imponiéndose en las próximas elecciones, pero la tasa de desaprobación del gobierno entre los argentinos sigue siendo similar al nivel de aprobación, según la última encuesta de AtlasIntel.
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“Sabíamos que habría tensión en el mercado de divisas antes de las elecciones, pero todo se ha adelantado”, afirmó Martín Polo, estratega jefe de la correduría local Cohen Aliados Financieros. A la búsqueda de dólares se suma la creciente demanda de las empresas antes de los comicios, añadió. Esto ha provocado que los bonos vinculados al dólar registren retornos del 5% durante la última semana, superando a los instrumentos de deuda local.
Los operadores de futuros se preparan para una continua depreciación del peso. Los precios de los derivados sugieren otra caída del 10% para finales de septiembre, lo que situaría el tipo de cambio oficial justo por encima de los 1,300 pesos por dólar. El ritmo de la devaluación sería casi el doble del de la inflación prevista para el mismo período, lo que indica que los mercados esperan más dolor monetario que presión sobre los precios.
El nivel de 1,200 se considera ahora el nuevo piso para el peso, un nivel que parecía lejano hace solo unas semanas. El gobierno pretende mantener la moneda dentro de una banda flotante de entre 972 y 1,439 pesos por dólar, un rango acordado con el Fondo Monetario Internacional.
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Si las expectativas del mercado se cumplen, la devaluación del peso desde la eliminación de los controles cambiarios el 14 de abril superará 20%, frente a una inflación de un solo dígito durante el mismo período. Los vientos en contra para el peso son cada vez más fuertes en un país que registró un déficit por cuenta corriente de US$ 5,200 millones en el primer trimestre, según la agencia nacional de estadísticas Indec.
Hasta ahora, el banco central argentino se ha mantenido firme en su política monetaria restrictiva, limitando la cantidad de dinero en la economía para apoyar el peso y mantener la inflación bajo control. Se ha abstenido de comprar dólares, en línea con su reciente acuerdo con el FMI.
Pero esa postura restrictiva ha comenzado a afectar las tasas de interés que las instituciones financieras ofrecen a sus clientes para atraer depósitos. En algunos casos, las tasas reales superan ahora el 30%, lo que dificulta el acceso al crédito para las empresas y los hogares y frena la recuperación económica.

“La actividad económica sigue mostrando signos de fatiga. El repunte de abril no fue suficiente y los datos de mayo y junio confirman una recuperación lenta, volátil y desigual”, dijo Polo.
Los signos de desaceleración económica podrían suponer un problema para Milei en la campaña electoral y obligarle a adoptar una postura más flexible en la gestión de la liquidez. La semana pasada, las autoridades del banco central relajaron el coeficiente de cobertura de liquidez, que establece la cantidad mínima de activos líquidos de alta calidad que deben mantener los bancos, con el fin de liberar efectivo para los préstamos al sector privado.
Además, este jueves, el banco central dejará de ofrecer bonos de deuda a corto plazo, después de que el gobierno decidiera avanzar hacia una reducción de los pasivos monetarios y un régimen de “impresión cero” de dinero para combatir la inflación. Como resultado, los bancos podrán destinar unos 11 billones de pesos a otros sectores de la economía.
Para suavizar el impacto en las tasas, el banco central planea aumentar los requisitos de reserva para ciertos fondos del mercado monetario de 20% a 36%, según un informe reciente de Grit Capital Group. Eso reducirá los retornos y probablemente empujará a los inversionistas a buscar mejores rendimientos en otros lugares.
“Esto pone al gobierno en una situación difícil”, dijo Polo. “Hay una enorme cantidad de pesos que tendrán que encontrar un nuevo hogar, y eso va a empujar a la baja las tasas de interés”. Sin embargo, las tasas más bajas desalientan las inversiones en instrumentos denominados en pesos, lo que probablemente fomentará la compra de activos vinculados al dólar. “Eso sería como echar leña al fuego”, añadió Polo.