
“En lugar de hablar de crecimiento a tasas chinas, el mundo pronto hablará de crecimiento a tasas argentinas”, cacareó Javier Milei en la televisión nocturna el 11 de abril. Su ministro de Economía acababa de plantear un programa de US$ 20,000 millones del FMI, una reducción de los controles de capital y un cambio hacia un tipo de cambio más flexible.
Sin embargo, no todo el mundo está tan contento en Argentina. El 10 de abril, tras conocerse la noticia del acuerdo con el FMI, una huelga general planeada de antemano en protesta contra los recortes al gasto de Milei paralizó el país. El aeropuerto Jorge Newbery de Buenos Aires, la capital, quedó vacío. Los trenes y el metro estaban parados. En las calles se amontonaba basura por el paro de la recolección.
Muchos de los 22 programas anteriores del FMI en Argentina han acabado en desastre. El historial de Milei le da cierta credibilidad a su insistencia en que esta vez será diferente. En diciembre de 2023, heredó un gasto público desmesurado, una inflación galopante y una maraña bizantina de controles de capital y tipos de cambio.
Su medida inmediata fue recortar el gasto, lo que produjo una reducción drástica en la inflación. En este momento, una profunda recesión le va dando paso a un crecimiento firme. La tasa de pobreza, que llegó al 53 por ciento de los argentinos a principios de 2024, ha descendido hasta el 38 por ciento, más baja que cuando Milei asumió el cargo.
Ahora toca el turno de abordar los puntos débiles de su programa de reformas: los controles de capital y el peso sobrevalorado. Nunca ha estado tan cerca de transformar Argentina en una economía normal. Pero el caos económico mundial pone en peligro sus reformas, y el entorno político aún podría causarle un tropiezo.
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Hasta el 14 de abril, Milei conservó los controles de capital y mantuvo el tipo de cambio en una “paridad móvil”, ajuste que en un principio depreciaba el peso un dos por ciento frente al dólar cada mes. Esto redujo la inflación, pero mientras seguía siendo superior al dos por ciento mensual, el peso se sobrevaloró.
Los controles de capital disuaden a los inversionistas extranjeros; el “superpeso” encareció las exportaciones en relación con los bienes locales, e incentivó a los mercados a apostarle a una caída de su valor. Esto amenazaba con generar una crisis.
Desde mediados de marzo, el banco central ha invertido unos US$ 2,500 millones en apuntalar el tipo de cambio. El 11 de abril, sus reservas netas de divisas estaban en números rojos por valor de unos US$ 7,000 millones.
Ahora, ante la presión y con el apoyo del Fondo, Milei ha actuado. Una gran cantidad de dinero del FMI (12,000 millones de inmediato y otros 3,000 millones en el transcurso de este año) ayudará al banco central a defender un régimen cambiario más flexible.
Las reservas brutas también se verán reforzadas por la renovación de una línea de intercambio de valores de US$ 5,000 millones con China y los US$ 6,100 millones que se espera que le presten otros bancos multilaterales. El tipo de cambio oficial ahora estará en una banda entre 1,000 y 1,400 pesos por dólar.
El banco central venderá dólares para defender el peso solo si el cambio se acerca al límite de 1,400. Si parece que los argentinos cambian demasiados pesos por dólares, el banco central ofrecerá como incentivo tentadoras tasas de interés elevadas en pesos.
Esta estrategia es valiente porque es arriesgada. El 15 de abril, el peso se había desplomado un 12%, hasta 1,230 por dólar. Sin embargo, la consultora Capital Economics considera que a ese nivel el peso sigue sobrevalorado. “En algún momento el mercado va a poner a prueba la banda superior”, opinó Martín Redrado, exdirector del banco central que ahora trabaja con la consultora Fundación Capital. Afirma que la fuerza de la respuesta del banco central será crucial.
El gobierno también redujo los controles de capital para que sea más fácil sacar dinero de Argentina. Aunque esto ayudará a atraer inversiones extranjeras, también aumenta el riesgo de salidas repentinas. Por ese motivo, todavía se aplican algunos controles importantes, como el relativo a miles de millones en dividendos extranjeros que llevan mucho tiempo retenidos en el país.
Las reformas deberían facilitar que el banco central acumule reservas propias, no solo las que le presta el fondo. Argentina las necesita para tener alguna posibilidad de obtener préstamos en los mercados mundiales de capitales, algo que quiere empezar a hacer a principios del próximo año para ayudar a refinanciar la deuda.
Unos US$ 19,000 millones vencen en 2026. Las primeras señales son buenas. Los bonos internacionales argentinos experimentaron un alza continua tras el cambio, lo que sugiere que los mercados aprueban el plan.
La trampa de Trump
Por desgracia, el caos económico mundial dificulta su realización. Milei adora al presidente de Estados Unidos, Donald Trump, pero la guerra comercial de Trump ha provocado una fuerte caída del precio del petróleo y amenaza el precio de las materias primas agrícolas. Esto debilita los ingresos de dos grandes rubros de exportación para Argentina y dificulta la acumulación de reservas.
El caos también provoca aversión al riesgo entre los inversionistas, que ya desconfían de Argentina, un moroso en serie. Quizá para compensar, el 14 de abril Scott Bessent, secretario del Tesoro de Estados Unidos, abandonó sus propias crisis y viajó a Argentina a fin de reunirse con Milei. Aunque no se anunciaron medidas concretas, la visita fue un fuerte símbolo de apoyo.
El riesgo para Milei es que estas reformas radicales provoquen inflación y, luego, una política riesgosa. La depreciación del peso aumentará casi con toda seguridad la inflación. En marzo subió al 3.7% mensual, frente al 2.4% registrado en febrero.
Según la consultora económica FMyA, es probable que siga subiendo hasta alrededor del cinco por ciento mensual. La esperanza de Milei es que cualquier aumento de la inflación dure solo unos meses y vuelva a deslizarse antes de las elecciones legislativas de octubre.
Una inflación a la baja es la base de la popularidad de Milei. Los argentinos pueden enfadarse si sigue subiendo, sobre todo porque en su discurso triunfal del 11 de abril el presidente declaró que “la inflación se va a desplomar”.
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El peligro es un círculo vicioso de alza en la inflación y baja en la popularidad de Milei, alarma en los mercados, problemas económicos agravados que hagan disminuir aún más la popularidad de Milei, y así sucesivamente. En su afán por evitar la alarma, el gobierno prometió recortes de gastos aún más agresivos. Esto enfurecerá a muchos argentinos que ya están sufriendo y han ido a huelga.
Milei ya se encuentra bajo presión política. El 3 de abril, el Senado rechazó dos de sus nombramientos para la Corte Suprema, que intentó imponer por decreto, con lo que generó gran controversia. Poco después, la cámara baja votó a favor de abrir una investigación sobre la promoción que Milei hizo en febrero de una criptomoneda dudosa, cuyo valor se desplomó horas después de que él la promocionara en las redes sociales. El escándalo de las criptomonedas socava su discurso sobre la lucha contra la “casta” corrupta.
Su índice de aprobación del 45% todavía es sano, pero ha caído desde el año nuevo. Los mercados estarán atentos a las próximas elecciones regionales, seguidas de las de mitad de mandato, en busca de cualquier indicio de que los derrochadores peronistas puedan estar a punto de volver.
Ninguna reforma estructural es más crucial para Argentina que la eliminación de la política económica peronista radical, comentó Alejandro Werner, del centro de estudios Instituto Peterson, en Washington.
El problema es que Milei no tiene aliados. Su alineación más obvia es con el partido del expresidente de centro-derecha, Mauricio Macri. Pero, aunque se habla de un frente unido, también hay muchas desavenencias.
Eso podría abrirles la puerta a los peronistas en las elecciones tanto de la ciudad como de la provincia de Buenos Aires. Una gran victoria peronista en esta última podría sobresaltar a los mercados, advierte Ignacio Labaqui, de la empresa de investigación Medley Advisors.
Incluso si las elecciones legislativas tienen resultados positivos, no le darán a Milei tanto poder como desearía. Aunque su partido, que apenas tiene el 15% de los escaños en la cámara baja y todavía menos en el Senado, espera avances considerables, el carácter limitado de las elecciones juega en su contra. Solo están en juego la mitad de las bancas de la cámara baja y un tercio de las del Senado.
Tiene suerte de que la oposición peronista esté inmersa en luchas internas en torno a su liderazgo. El camino por recorrer no deja de ser difícil, pero por ahora, sorprendentemente, Milei parece tener más posibilidades de sacar adelante su transformación de la economía argentina.