
Escribe: Enrique Castillo, periodista
Existe una fuerte preocupación por lo que serán las preferencias electorales de la ciudadanía en el próximo abril. El proceso del 2021 ha dejado una profunda huella y un trauma a partir del cual algunos sectores hacen ya cálculos bastante pesimistas.
Siempre se dice que en el Perú cualquier cosa puede pasar, y la evidencia, en algunos casos, así lo demuestra, pero todavía es algo temprano para vaticinar resultados definitivos o para predecir que los más aterradores “cucos” estarán disputando la final.
Todavía recordamos cómo se nos trataba de “vender” a Antauro Humala como el “outsider” seguro ganador de este proceso electoral, y ahora no solo nadie se acuerda de él, sino que, de lo que se conoce, no hay agrupaciones políticas disputándose su ubicación en las listas de candidatos. Y no es solo que sacaron a su partido de la carrera, sino que, incluso en algún momento, sus posiciones y actitudes hicieron que sus partidarios y “socios” lo dejaran solo.
Esta preocupación y trauma existe, y no sólo de ahora, en el empresariado. Y esto a pesar, o quizás por eso, que no son pocos los candidatos que corren con la camiseta de la derecha o la centro derecha.
A propósito, y como comentario aparte, debe ser este uno de los pocos procesos en los que la mayoría prefiere llamarse de derecha o de centro derecha, de izquierda o de centro izquierda, que de centro. Antes todos querían mostrar que no eran ni de derecha ni de izquierda, sino de centro. Ahora parece que ha calado aquello de que los de centro son los “tibios”.
Pero volvamos a lo de los empresarios. No sabemos cuál es, a estas prematuras alturas, el candidato de sus preferencias. Pero la duda y la preocupación sobre por quién apostar, y hablamos del espacio de la derecha, se siente bastante fuerte.
Alguien puede preguntar, ¿pero a qué tipo de empresario te refieres?, y la interrogante sería válida, en un escenario en el que se ha marcado mucho la distancia entre el gran empresario, el pequeño y microempresario, y el emprendedor.
La población, y podemos equivocarnos, no percibe a estas tres categorías como una escala de ascenso en el sector empresarial. Marca una diferencia y distancia entre ellos que cada vez se va haciendo más grande, o que cada vez la hacen más grande los mismos protagonistas.
En el imaginario de la gente, la gran empresa gira alrededor de los centros empresariales, financieros o las grandes minas; los pequeños y micros en Gamarra o en los Polvos Azules o Rosados; y los emprendedores en los nuevos restaurantes o en los negocios recién abiertos que empiezan desde abajo. Los primeros son los ricos y poderosos; los segundos los que la luchan día a día; y los últimos, los que se la juegan solitos empezando desde abajo.
Cada uno tiene su gremio (y hasta subgremios o gremios disidentes) o su círculo. Cada uno su espacio, sus eventos (que son cerrados y solo para ellos, cuando de lo que se trata es de convencer a los demás y no a los ya convencidos) y sus demandas. Y cada uno ve los problemas del país desde su propia perspectiva y elabora su propia plataforma de “lucha”, la estrategia para trabajarla, y sus propios comunicados de seis u ocho párrafos que ni sus agremiados o colegas leen. Difícilmente los vemos juntos trabajando por plantear alguna demanda, o por colaborar con alguna “causa”.
Hay problemas que no hacen distinción de gremios, tamaño de empresa o zona de desarrollo. Lo fue la pandemia y ahora la delincuencia golpea a los tres grupos (a ellos mismos o a sus trabajadores), tanto en su integridad física, como en su propiedad o economía, y sin embargo no los hemos visto ir juntos a Palacio de Gobierno o al Congreso a plantear sus preocupaciones o sus demandas. Ni tampoco los vemos compartiendo escenario en algunos de sus grandes o pequeños eventos luchando contra los excesos de trámites o la corrupción en las entidades públicas.
Quizás por eso a alguno de ellos la población lo ve distante, y hasta como si no fueran ciudadanos como el resto. Es más, se ha utilizado peyorativamente en política la denominación “empresario”, para tratar de ponerle una etiqueta negativa a un partido o candidato/a: el partido de los empresarios, o la candidata de la Confiep, por ejemplo.
Por lo anterior, quizás la interrogante es válida cuando preguntamos a qué candidato preferirán los empresarios, ¿a qué tipo de empresario te refieres?







