
Escribe: Omar Mariluz Laguna, director periodístico
El presidente Donald Trump no solo decidió patear la mesa de juego. La pateó, le prendió fuego y, en llamas, la lanzó al resto del mundo. Luego de este movimiento, los temores de una recesión global son cada vez mayores y dejan sumamente claro cómo será el nuevo escenario global durante los siguientes cuatro años con el republicano al mando de la primera economía del mundo.
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El látigo de Trump, sin embargo, no cayó por igual sobre los más de 180 países afectados por estos aranceles. Mientras los productos de China tendrán que pagar un gravamen de 34% al cruzar la frontera estadounidense (más un 20% decretado previamente), los de la Unión Europea pagarán un 20%. Esto ha generado que el gigante asiático anuncie también aranceles de 34% para todos los productos estadounidenses, mientras que Europa evalúa medidas de reciprocidad contra el republicano.
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Si bien el Perú no está entre las economías más afectadas en esta nueva guerra comercial, la medida nos coloca en una situación de vulnerabilidad ante un posible freno en el crecimiento global. Y para un país como el nuestro, cuya economía depende en gran medida de la demanda externa, esto es un claro motivo de preocupación.
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La historia reciente ha demostrado que el Perú es altamente sensible a los vaivenes del mercado internacional. Nuestro crecimiento se sostiene sobre el comercio exterior y la estabilidad de nuestros socios comerciales. Cuando el mundo entra en crisis, nuestras exportaciones sufren y la inversión extranjera se desacelera. La política proteccionista de Trump eleva la incertidumbre y puede desencadenar una reacción en cadena que termine golpeando el consumo y la inversión a nivel global. En otras palabras, lo que hoy parece un problema lejano puede convertirse en una crisis en nuestras propias fronteras.
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El Perú, además, enfrenta sus propios demonios. Mientras el mundo se reacomoda a esta nueva guerra comercial, nuestro país se adentra en un proceso electoral que promete ser caótico. Hasta la fecha, hay más de 40 partidos políticos habilitados para competir, un número que, más que evidenciar la riqueza de nuestra democracia, subraya su fragilidad. La proliferación de candidaturas sin propuestas sólidas y el clima de incertidumbre política pueden frenar las inversiones y debilitar aún más el dinamismo económico.
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Pero hay un peligro que se agudiza en épocas electorales: el populismo desbocado en el Congreso. En los últimos meses, hemos visto una oleada de leyes aprobadas sin mayor sustento técnico ni preocupación por sus consecuencias fiscales. Desde el retiro de fondos de las AFP hasta la ampliación de subsidios sin financiamiento claro, el Parlamento ha demostrado que está dispuesto a tomar decisiones que pueden comprometer seriamente la estabilidad económica del país. Y con un proceso electoral en puerta, la tentación de seguir aprobando medidas populistas aumentará.
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El resultado es un escenario sumamente volátil: una economía mundial en riesgo de recesión, un proceso electoral desordenado y un Congreso irresponsable, a lo que se suma un Gobierno débil y supeditado al Parlamento. La combinación de estos factores puede hacer que los próximos meses sean particularmente difíciles para el Perú.
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No es momento para la complacencia. Las empresas, el Gobierno y la ciudadanía deben prepararse para un periodo de turbulencia. Ajustarse el cinturón será imprescindible, así como exigir a nuestras autoridades un mayor grado de responsabilidad en sus decisiones. La incertidumbre externa e interna es un cóctel explosivo. La pregunta es si sabremos evitar que nos estalle en la cara.

Magíster en Economía, diplomado internacional en Comunicación, Periodismo y Sociedad, estudios en Gestión Empresarial e Innovación, y Gestión para la transformación. Cuento con más de 15 años de experiencia en el ejercicio del periodismo en medios tradicionales y digitales.