
Escribe: Juan Carlos Pacheco, profesor del Área de Gobierno de Personas del PAD Escuela de Dirección.
El sentido más profundo de la acción humana se encuentra en el diálogo que permite encontrar a otra persona, e influir en ella.
Si hiciera un listado hoy día de las competencias necesarias para ser un buen directivo, me animaría a decir que éstas son:
1. Capacidad de reconocer las oportunidades
2. Capacidad de trabajar con otras personas
3. Diligencia en el trabajo diario
4. Atreverse a equivocarse.
5. Formar sucesión, hacer institución
Reconocer oportunidades implica la capacidad de ver con ojos distintos lo que siempre hemos visto: el aroma del café siempre ha estado allí, al igual que un delicioso chupe de camarones. Pero cuando te permites sorprenderte de ese hecho cotidiano, surgen conceptos como Astrid & Gastón, que con tesón, y por qué no, con orgullo del bueno, revolucionaron la percepción de la comida peruana a nivel mundial.
LEA TAMBIÉN: En busca de institucionalidad
Pero obviamente las cosas no las puede hacer una persona sola, requiere de un equipo comprometido con lo que se hace. Herbert von Karajan, por ejemplo, fue capaz de transformar la Orquesta Filarmónica de Berlín y llevarla a niveles nunca antes sospechados, vendió más de 200 millones de álbumes interpretando las sinfonías de Beethoven, Mozart y Mahler.
Mario Vargas Llosa, cuando recibió el Premio Nobel de Literatura, en el 2010, afirmó que “aunque me cuesta mucho trabajo y me hace sudar la gota gorda, y, como todo escritor, siento a veces la amenaza de la parálisis, de la sequía de la imaginación, nada me ha hecho gozar en la vida tanto como pasarme los meses y los años construyendo una historia...” haciendo referencia a la necesidad del trabajo diligente en cualquier arte u oficio.
Es también conocida la cita de Thomas Alva Edison con respecto a los intentos fallidos en búsqueda de la bombilla eléctrica: “No he fracasado. He encontrado 10,000 formas que no funcionan.” Este deseo de equivocarse, o más bien el afán de intentar formas distintas son las que hacen posible la invención.
LEA TAMBIÉN: El superpoder de la ejecución estratégica: ¿que es y como usarlo en tu empresa?
Finalmente, Manuel González Prada, en su célebre discurso en el Politeama donde se encontraba presente el entonces presidente Andrés Avelino Cáceres escribió: “¡Que vengan árboles nuevos a dar flores nuevas y frutas nuevas! ¡Los viejos a la tumba, los jóvenes a la obra!” reclamando sangre nueva para la reconstrucción del Perú.
El líder competente debería ser uno capaz de hacer institución. Y este paso es difícil en el directivo, peor si ha acumulado sucesivos éxitos, que podrían hacerle sentir “irreemplazable” en la empresa. Nada más dañino para una organización que pretender perdurar.
No creo que nadie puntúe 5 de 5 en todas estas competencias, pero sí estoy seguro que aunque las tuviera todas en carácter de excelente, de nada valdrían si no cuentan con una que considero fundamental, aquella que le da sentido al trabajo de dirigir: querer a las personas. Esta es la verdadera competencia de un buen gerente.
LEA TAMBIÉN: Métricas, incentivos y resultados: ¿Los gestionamos adecuadamente?
La radical sorpresa de un encuentro no se halla en contemplar un nuevo amanecer, en plantar y ver crecer un hermoso árbol, o en acariciar a mi perro, cada una mejor y más rica experiencia que la anterior. El encuentro con otra persona con quien podamos dialogar, a quien podamos escuchar, de quien aprender o a quien amar, es lo más valioso de la vida, y esto lo sabe cualquier padre de familia, cualquier hijo o buen amigo de su amigo. El sentido más profundo de la acción humana se encuentra en el diálogo que permite encontrar a otra persona, e influir en ella. Todos influimos en otros, voluntaria o involuntariamente, al saludar a alguien o al no hacerlo.
El arte de dirigir tiene esta maravilla inscrita en su propia definición: dirigimos personas. Todo gerente, jefe, o incluso par, tiene la posibilidad de hacer más rica la vida de otro, o hacerla miserable. Podemos construir lazos de respeto, amabilidad, amistad, pero muchos directivos ni siquiera han considerado esta variable en su set de competencias: ¿qué le dejo al otro? ¿Cómo le facilito el camino? Y se pierden, desde mi punto de vista, lo más rico y relevante del arte de dirigir.