Escribe: Jaime Dupuy, director ejecutivo de ComexPerú
Cuando entré al Mincetur en el 2004, el comercio con Estados Unidos se enmarcaba en la Ley de Preferencias Arancelarias Andinas (ATPA), que después se convirtió en la Ley de Promoción Comercial y Erradicación de la Droga (ATPDEA). Consistían en preferencias unilaterales otorgadas por Estados Unidos para el ingreso de ciertos productos de Perú, Bolivia, Ecuador y Colombia.
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El problema es que las renovaciones se daban periódicamente, involucraban un número limitado de partidas arancelarias y dependían de la aprobación del Congreso de Estados Unidos. Tras un denodado esfuerzo de cabildeo, en el 2003 se anunció el inicio de las negociaciones de un tratado de libre comercio (TLC) entre Estados Unidos y los cuatros países andinos. A diferencia del ATPDEA, este tratado era por tiempo indefinido e incluía todo el universo arancelario. Después de arduas negociaciones, el TLC entró en vigor en el 2009.
Lo que siguió es un caso de éxito. La apertura comercial se convirtió en una política de Estado que ha trascendido gobiernos y cuenta con respaldo ciudadano. Hoy contamos con una amplia red de acuerdos que ha permitido cerrar el 2024 con cifras récord de exportación.
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El libre comercio beneficia a los países, sus empresas y su población. Remontémonos a la ventaja comparativa de David Ricardo: los países se especializan en la producción y exportación de bienes que fabrican con un menor costo relativo y, a su vez, importan los bienes en los que son menos eficientes. Por eso destacamos en la exportación de productos mineros, agrícolas, pesqueros y textiles; y compramos del mundo maquinaria, vehículos, combustibles, entre otros.
El mundo coincidió en la importancia del libre comercio y se crearon espacios multilaterales que ayudaron a promoverlo y ordenarlo, como la Organización Mundial del Comercio (OMC).
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Después, dadas las diferencias entre los países, comenzó el auge de negociaciones bilaterales. Luego, creció la dinámica de negociación plurilateral, con las negociaciones del TPP (EE.UU. y varias economías de APEC), el RCEP (China y otras economías de APEC) y el TPIP (EE.UU. y la Unión Europea).
En el primer Gobierno de Trump, Estados Unidos se retiró del TPP y detuvo las negociaciones del TTIP. No cree en el libre comercio, busca impulsar su industria nacional usando los aranceles como herramienta de protección.
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Lo que vemos ahora es una secuela de su primer Gobierno. La guerra comercial podría generar efectos inflacionarios, no solo en Estados Unidos., sino a nivel mundial. Los principales perjudicados serán los consumidores. La historia económica nos ha demostrado que el proteccionismo rara vez tiene los resultados que se esperan.
Perú es una economía abierta, fuertemente integrada al mundo. Hoy más que nunca debemos seguir comprometidos en impulsar el libre comercio. Continuar diversificando mercados (Malasia, Indonesia, India), fortalecer los acuerdos comerciales, atraer inversión extranjera y continuar invirtiendo en infraestructura. No nos desviemos del camino correcto.
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