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Escribe: Luis Alberto Arias M., economista
Cuando hace poco le preguntaron al prestigioso presidente del Banco Central de Reserva, Julio Velarde ¿por qué el Perú puede tener un magnífico BCR y no puede tener un magnífico Ministerio de Salud o más bien cuál era la diferencia que hace que algo pueda gestionarse muy bien y algo pueda gestionarse muy mal? Velarde señaló:
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“Es un Banco Central sumamente meritocrático, desde hace más de 55 años hay un curso al que se presentan como mil alumnos, entran 35 y los cinco o seis primeros entran al Banco Central, es sumamente meritocrático”.
Además, añadió: “En los últimos años hemos estado aislados de presiones políticas, creo que a ningún congresista o ministro se le ocurriría siquiera sugerir recomendar alguien para el curso en el BCR”.
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He tenido a lo largo de mi vida profesional la oportunidad de comprobar lo señalado por Julio Velarde, primero como participante del Curso de Extensión Universitaria en 1980, lo que me permitió ingresar al BCR y dos años después ser becado para estudiar en Londres, y luego al inicio de los 90 cuando junto con un grupo de funcionarios del Banco Central, y por recomendación del Fondo Monetario Internacional para darle sostenibilidad al programa de estabilización nos embarcamos en la titánica tarea de construir la Sunat.
Por nuestros orígenes en el BCR teníamos muy claro que no era posible acometer dicha tarea con éxito sino priorizábamos la formación de capital humano en forma meritocrática. Por ello, luego de efectuar un programa de racionalización del personal de la Dirección General de Contribuciones, la incorporación de nuevo personal se realizó con rigurosos procesos de selección.
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Mediante dichos procesos se incorporaron profesionales jóvenes, los mejores alumnos de las carreras de Administración, Contabilidad, Derecho y Economía. Por ejemplo, en los seis procesos de selección realizados en 1993 se presentaron 9,340 postulantes, de los cuales fueron admitidos solo 341, es decir el 3.7%.
Para ello se diseñó, siguiendo el modelo del curso del BCR, el Curso de Administración Tributaria (CAT) que consistía en la capacitación de los postulantes en los sistemas básicos de las administraciones tributarias. Desde 1993 hasta 1995 se llevaron a cabo 28 CAT que permitieron incorporar a la Sunat alrededor de mil trabajadores.
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Posteriormente otras instituciones han seguido esta práctica, por ejemplo en la Superintendencia de Banca y Seguros y en varios organismos reguladores, con distinto grado de éxito.
En este contexto, la semana pasada participé en el Segundo Curso de Extensión Universitaria del Ministerio de Economía y Finanzas, una extraordinaria iniciativa para incorporar jóvenes al diseño de la política fiscal del país. Tuve a mi cargo el curso de Política Tributaria, dirigido a 40 jóvenes economistas de todo el país, 20 de Lima y 20 de ciudades tales como Arequipa, Puno, Trujillo, Huancayo, Ayacucho, Chiclayo, Cusco y Callao.
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Fue una experiencia enriquecedora compartir con ellos los aspectos teóricos y prácticos de la tributación y del uso de los recursos que se obtienen a través de ella. Juntos investigamos y aprendimos a partir de la revisión de evidencia y de trabajos en grupo que realizaron, que:
- Las trufas no pagan IGV y los dátiles tampoco, lo que además de otras exoneraciones inconcebibles hacen que el IGV aumente su regresividad.
- La efectividad para recaudar IVA [1] en Chile y en Ecuador, nuestros vecinos, supera a la efectividad en Perú.
- Somos un país atomizado donde el número de empresas grandes y medianas no crece desde hace una década, al contrario, se reduce, porque la política tributaria incentiva a que las empresas no crezcan.
- El presupuesto del municipio de Megantoni, en la provincia de La Concepción en el departamento del Cusco, cuya población no supera los diez mil habitantes, es mayor al presupuesto de la Municipalidad Metropolitana de Lima, que tiene una población que supera los once millones de habitantes.
Estoy seguro que si estos cursos de extensión universitaria continúan en el MEF y en otros organismos del Estado, y a los mejores estudiantes de estos cursos se les da la oportunidad de hacer carrera en estos organismos, la calidad de los recursos humanos en el Estado va a ir mejorando paulatinamente y por ende el diseño de las políticas públicas.
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De lo que se trata es, pues, construir un Estado meritocrático, que se inicie por una reingeniería del número de ministerios e instituciones del Estado, no con el objetivo per se de reducir su tamaño, sino con el objetivo de que mediante una mejora en la sinergia entre instituciones relacionadas entre si se pueda mejorar la calidad del sector público.
Este Estado meritocrático no solo debe alcanzar a las instituciones del Poder Ejecutivo, como la misma Policía Nacional del Perú y el Instituto Nacional Penitenciario, por nombrar dos vinculadas a la seguridad ciudadana, sino también a otras instituciones autónomas, empezando por la Fiscalía, el Poder Judicial, el Congreso de la República y la propia Contraloría General de la República.
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La meritocracia en el acceso a las instituciones y en la progresión en la carrera pública dentro de las instituciones es una piedra angular para mejorar, como he señalado, el diseño y la implementación de las políticas públicas, y específicamente para enfrentar con éxitos problemas crónicos como la lucha contra la criminalidad y la corrupción. Los partidos políticos democráticos deberían desde ya comprometerse con la construcción de ese Estado.
[1] La efectividad del IVA se calcula dividiendo la recaudación efectiva del IVA, neta de devoluciones entre la recaudación potencial.
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