
Escribe: Antonio Risso, Managing Director de Wealth Management de Credicorp Capital
Desde hace un buen tiempo, se viene hablando del impacto que generará la inteligencia artificial (IA) en distintas industrias, auspiciando una nueva era en la que interactuaremos cada vez más con la tecnología. En esa línea cabe preguntarse cómo impactará la IA en la industria financiera y, específicamente, en la industria de gestión patrimonial.
La IA puede impactar tanto a los colaboradores de la empresa como a los clientes finales. Del lado de los colaboradores, el enfoque de la IA se centra en volverlos más productivos y eficientes, mejorando su experiencia al permitirles buscar información de manera más rápida y efectiva. Asimismo, la IA les viene permitiendo implementar soluciones más escalables con base en modelos basados en reglas que puedan ofrecer de manera inmediata y oportuna recomendaciones de rebalanceo a sus clientes para alinearse con la estrategia de inversiones de la casa y sus modelos de riesgo, ahorrando mucho tiempo y esfuerzo al equipo de asesores. Así, resulta clave la adopción de la IA por parte de los colaboradores, pues ello permitirá reducir de manera significativa el tiempo dedicado a tareas operativas o de búsqueda de información. Estas mismas herramientas pueden ponerse también a disposición de clientes finales.
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Del lado de los clientes finales, la IA les permitirá obtener una atención más rápida y precisa directamente de sus asesores de inversión o a través de canales digitales como los chatbots y voicebots, que serán mucho más amigables, naturales y precisos para responder a sus consultas. Todo ello debería redundar en una experiencia más personalizada para el cliente de gestión patrimonial que es justamente una de las grandes tendencias que vemos en el mercado. Sin embargo, el toque humano nunca dejará de estar presente porque hay necesidades que no pueden ser cubiertas por la tecnología. Por ejemplo, los sistemas tienen problemas cuando se producen condiciones de mercado sin precedentes, es decir, cuando las reglas del juego cambian, y es ahí cuando la intuición humana y la experiencia terminan siendo cruciales.
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Por todo lo anterior, la IA puede ser vista como un mejorador de las decisiones humanas, pero no como un reemplazo de los asesores humanos. A la IA todavía le falta pensamiento estratégico y tiene problemas con factores no cuantificables, como cambios políticos o eventos de cola. La experiencia humana puede aportar un enfoque más intuitivo y emocional a la toma de decisiones de inversión. Por ello, la combinación de la IA y la experiencia humana es la que proporcionará a los inversores una estrategia de inversión más completa y equilibrada.