
Escribe: Omar Mariluz Laguna, director periodístico.
Hubo una época, no tan lejana, en la que el ministro de Economía era el adulto de la casa. Sí, ese personaje antipático que decía “no” cuando todos querían abrir la billetera del Estado para repartir regalos. Podía frenar leyes populistas en el Congreso, poner límites a los presidentes regionales, contener a sus propios colegas de gabinete y, de vez en cuando, recordarle al presidente que la fiesta tenía que pagarse después.
Hoy, ese adulto desapareció. Raúl Pérez Reyes ha demostrado que el Ministerio de Economía y Finanzas ya no es el aguafiestas, sino parte de la jarana. Es más, parece haber pedido la primera canción en el karaoke.
Hace apenas unas semanas, el ministro advertía que un octavo retiro de fondos privados de pensiones sería “el peor de todos”. Lo decía con gesto solemne, como si todavía quedara algo de cordura técnica en el Gobierno. Pero la presidenta Dina Boluarte decidió apoyar el retiro y, de pronto, Pérez Reyes cambió de libreto: pasó de crítico a entusiasta promotor, asegurando que era una “lectura responsable de la coyuntura” y que no implicaba “un cambio de posición de fondo”. El equivalente a jurar que la noche es día, con tal de no contradecir a la jefa.
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El ministro incluso trató de disfrazar la voltereta con un argumento que suena a broma cruel: dijo que respaldar el retiro era compatible con “velar por la sostenibilidad del sistema de pensiones y el desarrollo del mercado de capitales”. Esto, mientras el propio MEF calcula que con este retiro de hasta 4 UIT saldrán 26,320 millones de soles, dejando a 8.6 millones de afiliados con saldo cero –entre ellos 2.3 millones ya golpeados por retiros anteriores–. En buen castellano: adiós a la pensión digna.
Y lo más inquietante no es solo la contradicción de un ministro, sino el mensaje que transmite. Cuando el MEF decide abandonar su rol técnico para sumarse al coro populista, el país recibe una señal inequívoca: ya no existe un contrapeso. El guardián de la caja se ha convertido en instrumento de los arranques populistas de la presidenta.
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El problema no es solo Pérez Reyes. El problema es que hemos normalizado que el ministro de Economía deje de ser el que apaga las luces cuando el baile amenaza con incendiar la casa, para ser uno más en la tarima animando la fiesta. Y si el adulto de la casa se une al karaoke, ¿quién queda para evitar que todo termine en ruinas?
Así, lo que revela este episodio no es solo la debilidad de un ministro, sino el entierro simbólico de una tradición: la del MEF como contrapeso del populismo. Hoy, la institución que debía garantizar responsabilidad fiscal terminó afinando la guitarra para acompañar la farra.
El ministro asegura que no ha cambiado de posición, que solo es “lectura de la coyuntura”. Sí, claro: es como jurar que no estás borracho mientras bailas encima de la mesa.

Magíster en Economía, diplomado internacional en Comunicación, Periodismo y Sociedad, estudios en Gestión Empresarial e Innovación, y Gestión para la transformación. Cuento con más de 15 años de experiencia en el ejercicio del periodismo en medios tradicionales y digitales.