
Escribe: Enrique Castillo, periodista.
¿Es el estado de emergencia una solución eficaz para luchar contra la delincuencia? La evidencia, surgida de tantas experiencias de 17 estados de emergencia en Lima, y de otro número en otras regiones del país en los últimos tres años, nos lleva a decir que no es una solución, ni una buena manera de enfrentar a la delincuencia.
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El estado de emergencia no es, ni ha sido, disuasivo. La mejor prueba es que, en los tres primeros días de su vigencia en esta administración –y a pesar de toda la fuerza y el entusiasmo que desde el Gobierno, las FF. AA. y la PNP se han puesto–, ya asesinaron a un policía en Carabayllo, a una madre y a su hija en San Juan de Lurigancho, acribillaron a un obrero en el Rímac, y un tiroteo dejó seis heridos en el Callao. El Sinadef sigue sumando muertos.
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Ya hemos tenido a las Fuerzas Armadas patrullando la ciudad, y ya se ha prohibido antes la circulación de motos con dos pasajeros. Sin embargo, los delitos –con saldos fatales o sin ellos– no disminuyen, y todos vemos, como en la anterior prohibición, a las motos circulando con piloto y acompañante, sin que la Policía tenga la capacidad ni los recursos humanos y logísticos para dedicarse a perseguir a cada moto que incumple la disposición.
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En los conos de Lima, muchos delitos y no pocos asesinatos se cometen con mototaxis, y sobre esto no se ha señalado nada.
El estado de emergencia está vigente solo en Lima y el Callao, pero la criminalidad asola en muchas regiones del país, y en algunas con más fuerza que en la capital. Y, finalmente, el estado de emergencia tendrá una duración de 30 días. ¿Y después qué? ¿Prórrogas?
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Pero, ¿por qué, a pesar de la experiencia y la evidencia, esta vez parece que un sector de la ciudadanía ha decidido creer que ahora sí se ha iniciado una lucha frontal contra la delincuencia?
La comunicación impulsada por José Jerí y desde Palacio de Gobierno ha buscado mostrarnos a un encargado de la Presidencia muy dinámico, con ímpetu y liderazgo, capaz de ponerse al frente de los esfuerzos para llevar tranquilidad a la población, con nuevas ideas y un estilo abierto y cercano, incluso en su forma de vestir.
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Ese estilo marca una notable diferencia con el de su antecesora y nos muestra a una persona capaz de hacer aquello que Dina Boluarte jamás habría hecho: lucir camisa blanca remangada y jean, ingresar a penales y encabezar requisas o inspecciones improvisadas, salir de madrugada e ir al lugar de los hechos, etcétera.
Pero, si revisamos la historia reciente, veremos que son cosas que presidentes o encargados de la Presidencia de otras épocas ya habían hecho. Alberto Fujimori salía a cualquier hora a realizar inspecciones y viajaba sin previo aviso; Ollanta Humala usaba camisa blanca remangada y jean, exactamente igual que Jerí, y corría haciendo correr a sus ministros; Alan García instaló su Consejo de ministros en Pisco luego del terremoto; PPK hacía gimnasia con sus ministros en el patio de Palacio y se puso botas para recorrer las zonas inundadas del norte; Martín Vizcarra buscaba el contacto permanente con la gente.
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Claro, ahora lo que hace Jerí se ve con aire fresco después de casi 5 años con Pedro Castillo y Dina Boluarte, y por su juventud y estilo de comunicación. Eso es bueno, y sirve como un primer paso que le ha servido para bajar la presión y quitarle algunas banderas a quienes buscaban nuevas movilizaciones. Pero no basta.
Ya muchos se han dado cuenta de que, para implementar las medidas restrictivas en los penales –o las otras medidas ya repetidas–, no era necesario un estado de emergencia. En realidad, lo que se ha buscado es impedir las marchas hacia el centro de Lima. Sin embargo, una buena parte de la opinión pública y algunos líderes de opinión prefieren verle el lado bueno y creer que están frente a una grata sorpresa: un líder, casi un estadista.
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Si esa grata sorpresa se confirmara, sería muy bueno para el propio Jerí y para el país. Pero esa conformación no vendrá del efectismo de sus acciones o de su nuevo estilo personal, nunca antes visto ni en sus épocas de candidato o de congresista.
La confirmación llegará con la comprobación de una gestión eficaz. En 26 días conoceremos el saldo del estado de emergencia; casi en el mismo período sabremos cuál será la posición de José Jerí frente a una eventual prórroga del Reinfo. En ese mismo plazo debería también definir si está realmente dispuesto a dar la pelea para derogar las normas que impiden una verdadera lucha contra la delincuencia y la corrupción, así como aquellas que, según el Consejo Fiscal, comprometen nuestro futuro como país.
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Ojalá podamos ver esa confirmación, y seamos testigos de cómo José Jerí pasa de la comunicación efectista a la gestión eficaz.







