
Escribe: Alejandro Deustua, internacionalista.
Si las dinámicas del poder previas al derrumbe soviético en los 90 estuvieron en la base de la expansión de la democracia y de la economía de mercado en el mundo, el debilitamiento relativo de la potencia dominante (capacidades y valores) y la equivalente reacción nacionalista dan cuenta parcial del deterioro de esas fuerzas de cohesión internacional.
En ese marco sistémico pueden también entenderse recientes reportes sobre la democracia en el mundo. Al respecto, V Dem (Gotemburgo) registra una ola de creciente autoritarismo correspondiente a la reducción del número de países democráticos. En términos generales la cantidad de estos últimos sería equivalente a la de 1996.
El EIU reporta un fenómeno similar: si en el 2008 (en el medio de la “Gran Recesión” de 2007-2009) se estimó que 30 países eran “democracias plenas” y los “regímenes autoritarios 60, en el 2024 (año electoral récord) las primeras habían caído a 25 y los segundos se habían incrementado a 60. En el 2024, por lo demás, 83 países registraron deterioro de calidades democráticas, sólo 37 mejoraron y 47 se mantuvieron igual.
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Ello contrasta con un incremento de la participación política, pero es consistente con un declive en los índices que definen la democracia (libertades civiles, elecciones libres, gobierno representativo, gobernanza eficiente, cultura política, entre otros).
La confirmación de la evolución autoritaria en América Latina parte del arraigo de los regímenes autoritarios. Éste es ciertamente el caso de la dictadura venezolana que, con una participación minoritaria (12%-15% según la oposición), acaba de realizar comicios parlamentarios y de autoridades regionales declarándose vencedora. Al respecto, no ha habido reacción suficiente en Estados Unidos y en Latinoamericana.
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Y en México, el quiebre del estado de derecho ligado a la destrucción institucional del Poder Judicial se resume en la elección popular de magistrados federales y estatales realizada hace pocos días. No obstante, la bajísima participación en los comicios (alrededor de 13%) que restan toda legitimidad a los resultados, el Gobierno mexicano los reconocería. Ese rumbo autoritario tampoco ha merecido reacciones enérgicas de Estados Unidos ni de la región.
Quizás ello se deba al hecho de que por similar rumbo transita hoy el ex hegemón liberal. La vulneración del derecho evidente en la política arancelaria, el ataque al sistema judicial, la ofensiva contra instituciones civiles (las universidades), la abolición del debido proceso en el trato a los inmigrantes indocumentados así lo indican.
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De otro lado, las explicaciones subjetivas de este derrotero se resumen en el descontento ciudadano con la democracia. Según Pew, éste tiene alcance global incluyendo a países desarrollados. En México el descontento es expresado por el 50% de la población, en Estados Unidos llega a 68% y en los países desarrollados subió de 49% a 64% entre 2017 y 2024. En el Perú, el grado de insatisfacción alcanzaría el 89%. Estamos avisados.