
Escribe: Enrique Castillo, periodista
Era muy difícil que le negaran el voto de confianza al gabinete. A pesar de que muchos congresistas de diversas bancadas trataban de hacerse los difíciles y declaraban ante los micrófonos que iban a pensarlo, lo cierto es que varias bancadas y muchos congresistas tienen una relación muy cercana con el Gobierno o prefieren seguir con estos ministros, antes que actuar en consecuencia con el ánimo de la población.
No fue una mala presentación de Eduardo Arana si nos atenemos solo a lo leído, hay que decirlo. El premier ofreció un mensaje con un tono pausado y un ritmo un poco cansino, no sólo propios de su personalidad, sino también, quizás, tratando de mostrar tranquilidad, apertura, y ánimo concertador.
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Este mensaje, a diferencia de los de sus antecesores, empezó poniendo énfasis en aquello en lo que debió ponerse desde el inicio de este Gobierno, que debió reconocerse de transición: economía y lucha contra la delincuencia. Y es precisamente en este último punto en donde se hicieron muchos más anuncios y precisiones que en ocasiones anteriores.
El mensaje también trató de subirse a algunas olas que vienen sacudiendo a la población, como el reciente tema del TUUA, el envío de presos a El Salvador, o “la mayor recompensa por el monstruo”. El resto de cosas fueron un listado de proyectos por ejecutarse y de buenos deseos.
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El problema del premier y del Gobierno no está en las líneas de un mensaje, sino en la correspondencia entre esas líneas y la conducta política del Ejecutivo, y concretamente de la presidenta.
El premier llegó al Congreso con algunos puntos a favor, como la atención de la emergencia en Pataz, algunos éxitos de la policía para resaltar, y algunos puntos favorables en lo económico, que no son mérito del Ejecutivo. Pero también llegaba con una mochila muy cargada de pasivos que, en su gran mayoría, tienen su origen en las acciones poco responsables, cuestionables e investigables de la presidenta.
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La última carta del cirujano plástico que operó a la presidenta se convierte en la cereza de un pastel agrio e indigesto para la jefa de Estado. Dicha misiva pone al descubierto, con claridad meridiana, a la presidenta y corrige y contradice todas las versiones oficiales y oficialistas sobre un tema que, para algunos es cosmético y anecdótico, y no merece la mayor importancia porque “quién no se ha operado de la nariz”.
Lo cierto es que una situación como esta, que pudo convertirse en una verdadera anécdota, si se hubiera admitido y enfrentado con la verdad desde un comienzo, porque “cualquiera se opera la nariz”, hoy se convierte en la expresión y en un símbolo de la manera en la que se conduce este Gobierno desde su máximo nivel.
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Esta situación, que se suma a muchas otras en donde la verdad es la pieza más ausente, pone en serios aprietos a quienes buscan defender lo indefendible. Y en este apartado se ven envueltos desde ministros, altos funcionarios y, por supuesto, los congresistas de las bancadas que le dan un férreo soporte al Gobierno.
Pasar por alto todos estos hechos y hacer como que se trata de una nimiedad, se ha convertido en lo cotidiano en el Parlamento, que busca mantener un statu quo que le conviene todavía. El problema es que mientras más cosas le pasan por alto a la presidenta, más identificados están como los aliados del Gobierno.
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Una situación como esta puede generar serios problemas para tentar alianzas con miras a la futura campaña, o para ganar votos en la próxima elección. Hacer una alianza con un partido cuya bancada puede ser tildada de “dinista”, puede convertirse en una suma que resta. Por el contrario, unirse en una coalición de partidos sin representación en el actual Parlamento, para hacer una campaña de oposición al Gobierno y sus aliados, puede dar algunos puntos de ventaja.
Eso lo está viendo Rafael López Aliaga y trata de actuar en consecuencia, junto a los miembros de su bancada que se comportan hoy como una oposición desde la derecha, tratando de recuperar el tiempo perdido. Eso pueden estar pensando otros postulantes a la Presidencia.
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Hemos tenido en nuestra historia reciente varias alianzas que restaron, precisamente. Fredemo, que fue toda la derecha junta; y la alianza APRA-PPC que no ofrecía nada nuevo y que se consideró, políticamente contra-natura. Estas fueron, definitivamente, malas experiencias. Y es que las alianzas no pueden ser la simple unión de voluntades o de iguales. A veces esas uniones generan flancos muy visibles y fáciles de atacar.
El comportamiento de las bancadas “oficialistas” de este Congreso, a quienes se asocia tanto con Dina Boluarte, y que son tan permisivas con sus gabinetes y con ella misma, va a poner a prueba su fuerza electoral en estas próximas elecciones y, si existe un liderazgo con visión y con capacidad de aglutinar a algunas fuerzas serias que no estén representadas en el Congreso, puede generar una nueva polarización: el “dinismo” versus el “anti-dinismo”.
Ahí está el reto de los aspirantes que no pertenecen a los partidos con representación en el Congreso. Y ahí está la tarea de quienes le dan soporte al Gobierno y dan su voto de confianza a los gabinetes, convencer al electorado que no es apoyo al Gobierno, sino al Estado, o que todo es por la gobernabilidad.
