
Escribe: Enzo Defilippi, profesor de la Universidad del Pacífico
El pasado domingo inició operaciones el nuevo terminal de pasajeros del Aeropuerto Internacional Jorge Chávez (AIJC). Tal como se temía, su inauguración no estuvo libre de inconvenientes. Insuficiente información, largas colas en el área de escáneres, algunos vuelos retrasados, y otros cancelados hasta dos horas después de haber sido embarcados. Según informa LAP, el operador del aeropuerto, no se cuenta con suficientes unidades para abastecer de combustible simultáneamente a todas las aeronaves que lo requieren.
Un colega que llegó el lunes en un vuelo internacional me contó que, media hora después de haber estacionado junto a la puerta asignada, el piloto les informó que no podrían usar el puente de desembarque porque no había personal disponible para operarlo. Y cuando por fin llegaron a la zona de Migraciones, las máquinas que deberían agilizar el proceso aún no funcionaban.
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¿Tienen razón pasajeros en quejarse ante la falta de calidad de los servicios? Creo que sí. Si bien es comprensible que surjan contratiempos en los primeros días de operación de una infraestructura tan compleja e intensiva en coordinación como un aeropuerto, varios de los problemas registrados eran perfectamente previsibles, como el del sistema de distribución de combustible o las necesidades de personal para operar los puentes de embarque.
Sin embargo, creo que no debemos perder la perspectiva. Lo más difícil, que era construir un terminal moderno y adecuado para nuestras necesidades futuras, ya está hecho. Los inconvenientes afectan gravemente solo a una minoría de vuelos, y lo más probable es que se vayan resolviendo en las siguientes semanas.
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En cambio, el problema que sí tardará años en resolverse no está a cargo de LAP sino del Estado peruano: el del acceso terrestre. Hace años que sabemos que el nuevo acceso iba a estar ubicado sobre la Av. Morales Duarez. ¿Y qué se hizo? Muy poco. Se esperó a que la inauguración del nuevo terminal sea inminente para empezar a preocuparse del tema.
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La importancia del AIJC para el desarrollo del turismo en nuestro país no puede ser soslayado. Entre el año 2000 y 2019, el número de turistas extranjeros se quintuplicó, y como demostramos mi colega Jesús Gutiérrez y yo en un artículo recientemente publicado en el Journal of Air Transport Management, ello se debió al sustancial incremento en el número de vuelos directos que se produjo como consecuencia de la concesión del AIJC en el 2001. Específicamente, cada 1% de aumento en el número de asientos disponibles en vuelos directos desde y hacia Estados Unidos incrementó en 0.36% el número de turistas estadounidenses. Y un incremento similar de asientos disponibles en vuelos desde y hacia España tuvo un impacto estadísticamente significativo en la llegada de turistas, no desde España, pero sí desde Italia, Suiza y Alemania.
En mi opinión, lo que vive el AIJC son dolores de crecimiento: duelen mientras ocurren, pero son una señal de que estamos madurando.