
GRAVÁMENES. En muy poco tiempo, el mundo se ha acostumbrado a adaptarse a los caprichos de Donald Trump. El presidente de Estados Unidos llegó a la Casa Blanca, por segunda vez, el 20 de enero y, desde entonces, se ha dedicado a trastocar el orden económico y político dentro y fuera de su país. Desde disparates como rebautizar el golfo de México, hasta medidas crueles y antidemocráticas –como deportar a inmigrantes “sospechosos” de haber cometido delitos, sin el debido proceso–, Trump se ha comportado como un déspota.
En el plano económico, su principal arma de creación de incertidumbre en los mercados internacionales han sido los aranceles. Es que él y su entorno creen que Estados Unidos ha salido perdiendo con la globalización y el proceso de liberalización comercial. Así que, para equiparar esa supuesta desigualdad, e impulsar la revitalización industrial en su país, comenzó a elevar aranceles a diestra y siniestra. El mazazo llegó el 2 de abril (“Día de la Liberación”, según Trump), cuando anunció gravámenes más altos a las importaciones que Estados Unidos realiza de casi todo el mundo –incluidas islas que solo están habitadas por pingüinos–.
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Un grupo de países, donde figura el Perú, recibió una tasa “base” de 10%, que está vigente desde el 5 de abril. Trump no tuvo ningún reparo en incluir países con los que el suyo mantiene tratados de libre comercio (TLC). Otro grupo se vio perjudicado con tasas más altas, sobre todo China, pero tras unos días de incertidumbre, se les concedió 90 días para negociar, plazo que luego fue ampliado hasta ayer y ahora retrasado hasta el próximo 7 de agosto. El Gobierno estadounidense prometió 90 acuerdos, pero al cierre de edición, solo han sido suscritos ocho –con Reino Unido, Vietnam, la Unión Europea, Japón, Corea del Sur, Filipinas, Indonesia y Tailandia–. Con México, principal socio comercial de Estados Unidos, se acordó un mes adicional para seguir negociando, deferencia que no se ha concedido a Canadá.
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Trump también ha aplicado aranceles sectoriales y el más perjudicial para el Perú es el que grava con 50% la importación de manufacturas de cobre. El metal en bruto se libró del gravamen. En estos momentos, la imagen de Trump enfrenta riesgos entre sus bases, en especial en el movimiento MAGA, así que para distraer la atención, ha apelado a nuevas amenazas: a Rusia, para que ponga fin a su guerra con Ucrania, a Israel, para que haga lo mismo en Gaza, y también a Brasil. Pero no contaba con que el Gobierno de Lula le iba a plantar cara. El mayor problema es que el efecto de los aranceles ya se está sintiendo en la inflación estadounidense. ¿Qué hará Trump al respecto?