
Hoy la Junta de Portavoces del Congreso debatirá desde las 10 a.m. las cuatro mociones de censura presentadas por distintas bancadas contra el Presidente del Consejo de Ministros, Gustavo Adrianzén. En total, 58 congresistas han firmado alguna de esas mociones. Sin embargo, se requieren al menos 66 votos para una censura, por lo que el desenlace se mantiene incierto.
Lo que desató estas últimas mociones fue el caso de los 13 trabajadores de seguridad secuestrados y asesinados la semana pasada en Pataz. Aunque más que una sanción por estos hechos, lo de Pataz fue en realidad la gota que derramó el vaso. La confirmación de que las supuestas ‘estrategias’ que este Gobierno ha venido implementando contra la inseguridad, no solo no han resultado, sino que en ciertos casos han incluso agravado el problema. Por ejemplo, al insistir por tanto tiempo en mantener al cuestionado ex ministro del Interior Juan José Santivañez (a quien ahora han repuesto en cargos de confianza).
Pero el cuestionamiento contra el gobierno trasciende a la responsabilidad que podría adjudicarse a un solo exministro. Más aún cuando, solo desde que Boluarte asumió el cargo, han sido ya siete los titulares que han pasado por esa cartera. Y, de hecho, el cuestionamiento trasciende también a lo que viene ocurriendo en solo una cartera: ¿qué plan concreto ha planteado el Gabinete de Adrianzén para enfrentar los problemas en Petroperú? ¿O para reformar el sistema de pensiones? ¿O para mitigar los efectos ambientales de la minería ilegal?.

En el cuento El traje nuevo del emperador, quienes rodeaban al emperador eran incapaces de hacerle notar lo evidente: que estaba desnudo. Todos preferían simular que podían ver una prenda que no existía, antes que atreverse a cuestionar y decir la verdad. Hoy estamos frente a un Gabinete que está similarmente desnudo, aunque nadie lo quiera decir. Parte del Ejecutivo existe hoy solo en el papel, pero no logra avances relevantes en la práctica. En varios casos, incluso, la situación de los sectores está empeorando ante la vista pasiva –o la participación activa– de funcionarios y burócratas. Sobre todo luego de que este Gobierno rompiera los récords de desprecio por el servicio público al contratar masivamente a militantes y seguidores en lugar de a técnicos (un fenómeno que inició con Pedro Castillo, pero que continuó durante el período de Boluarte).
Está más que claro que el liderazgo de Adrianzén no existe. Si su objetivo es sobrevivir con relativa estabilidad hasta julio del 2026, necesita urgentemente oxigenar su gabinete con nuevos rostros. Quizá no en Economía, pues Salardi no solo acaba de asumir, sino que no sería positivo sumar inestabilidad en esa cartera. Pero sí en otros sectores. Y qué mejor que con un nuevo líder a la cabeza.