
La razón de ser de la figura de la investidura ministerial –el pedido de confianza que la Constitución obliga a hacer a cada nuevo Gabinete de ministros dentro de los 30 primeros días de haber sido nombrado– es justamente otorgar de algún modo legitimidad popular a cada nuevo Consejo de Ministros. El Congreso, como entidad representativa del pueblo peruano (al menos en la teoría), debe otorgar esa aprobación para dar la señal de que los peruanos hemos depositado nuestra confianza en ese Gabinete, el cual, a diferencia del presidente y de los congresistas, no es elegido por votación popular.
En el pedido de confianza que realizará mañana el premier Eduardo Arana para su nuevo Gabinete, sin embargo, será difícil imaginar que esta razón de ser de la investidura llegue a materializarse. Primero, porque es evidentemente difícil pensar que un Congreso con una desaprobación tan alta tenga realmente la legitimidad política (la legitimidad legal no está en cuestión) para otorgar esa confianza, y segundo, porque es también difícil pensar que el Consejo de Ministros que hoy lidera Eduardo Arana represente realmente un cambio significativo respecto del que antes lideró su antecesor, Gustavo Adrianzén.
No solo ocurre que en 15 de las 18 carteras se ratificó a quienes ya venían siendo sus titulares durante la gestión de Adrianzén, sino que además el propio Arana no ha dado señales prácticas de que se esté pensando en algún tipo de giro respecto de lo que ya se ha venido haciendo. Esto resulta más que desalentador si consideramos que, durante los 14 meses que Adrianzén fue premier, el Gobierno no logró demostrar que estaba a la altura para siquiera empezar a solucionar los principales problemas del país, como la inseguridad, la informalidad y la falta de infraestructura. De hecho, varios de estos se han continuado agravando.
Por supuesto, es positivo que el Gobierno, como suele hacerse, haya buscado acercarse a las bancadas para negociar que se otorgue la investidura. Pero, tomando en cuenta lo ya señalado, ¿Qué esperanza existe realmente de que este Gabinete sí vaya a ser capaz de negociar mejores condiciones para un Ejecutivo que lleva meses haciendo evidente su debilidad?
El escenario más probable –y quizá lo que sería pragmáticamente más positivo– es que la confianza sí se otorgue, como suele ocurrir. Pero, más allá de las formalidades, ¿Cómo podríamos los peruanos renovarle la confianza a un Gobierno que nos presenta casi el mismo Gabinete que llevó a la Presidencia de la República a sus peores cifras históricas de aprobación? ¿Cómo esperan renovar la confianza de los inversionistas locales y extranjeros? ¿Qué diferencia real representa Arana?
Por supuesto, habrá que escuchar la sustentación del propio premier mañana antes de sacar conclusiones. Por el bien del país, ojalá algún milagro nos sorprenda.