
El mensaje que deja el Nobel de Economía de este año debería resonar con fuerza en América Latina, y sobre todo en el Perú. Como recordó John Hassler, presidente del comité que otorgó el galardón a Joel Mokyr, Philippe Aghion y Peter Howitt, “el crecimiento económico no se puede dar por supuesto”. Esa frase sintetiza una advertencia crucial: el progreso sostenido no es automático ni eterno; depende de mantener vivos los mecanismos que impulsan la innovación, la competencia y la confianza en las instituciones.
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Los tres galardonados fueron reconocidos por haber explicado cómo la innovación tecnológica es el verdadero motor del desarrollo. Mokyr mostró que el crecimiento sostenido solo se volvió posible cuando las sociedades aprendieron a entender científicamente sus propias innovaciones, creando así un ciclo continuo de conocimiento y progreso. Aghion y Howitt, por su parte, desarrollaron el modelo de la destrucción creativa, que describe cómo cada avance reemplaza lo obsoleto, generando un proceso de renovación constante.
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En este punto cabe una reflexión: si bien en el Perú se han dado facilidades para la innovación (beneficios tributarios, fondos concursables), aún nos encontramos rezagados en la región. Hay mucho trabajo pendiente.
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Nuestro país, que en los últimos años confió en el impulso casi automático de su crecimiento, debería tomar nota. No basta con tener recursos naturales, estabilidad macro ni prosperidad exportadora. Cuando se deterioran las instituciones, la confianza y la capacidad de innovar, el crecimiento se agota. Los síntomas están a la vista: productividad estancada, informalidad y un Estado anquilosado. La última crisis política, que llevó a una nueva vacancia presidencial, debe ser el recordatorio de lo erosionadas que están nuestras instituciones y de las implicancias negativas de su normalización.
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El otro gran mensaje de este año proviene del Nobel de la Paz, otorgado a la venezolana María Corina Machado por su “incansable labor en la promoción de los derechos democráticos”. Su reconocimiento no es solo un homenaje personal, sino una reafirmación de que no puede haber prosperidad sin democracia.
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En el Perú, donde la polarización, la corrupción y el descrédito institucional golpean la confianza, la lección es clara: el crecimiento no se sostiene sin instituciones fuertes; la democracia no florece sin oportunidades reales de desarrollo. Los Nobel del 2025 nos recuerdan que el progreso requiere tanto innovación como integridad. Y que ni el crecimiento ni la democracia pueden darse por sentados.