
Brasil y China han firmado un acuerdo para estudiar la viabilidad del Tren Bioceánico, una línea férrea que conectaría el estado brasileño de Bahía con el puerto de Chancay. No se trata todavía de un compromiso de ejecución, sino de una etapa exploratoria. La posibilidad de que el proyecto se materialice a corto plazo es baja, pero no por ello carece de importancia. La sola mención de esta megaobra obliga a los países involucrados –incluido el Perú– a posicionarse con mayor claridad.
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Por ahora, el Gobierno peruano no ha definido una postura del todo firme. El propio canciller Elmer Schialer ha señalado que no hay información oficial adicional sobre el acuerdo. Aun si la concreción del tren parece lejana, se esperaría que el país delimite sus prioridades frente a un proyecto que podría reconfigurar rutas y dinámicas comerciales en la región.
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Especialistas han señalado que los beneficios económicos para el Perú no están del todo claros. El comercio con Brasil no es particularmente fuerte ni diversificado: en el 2023, las exportaciones peruanas a ese país sumaron US$ 1,700 millones, en su mayoría productos primarios. En este contexto, comprometerse con una infraestructura de alto costo sin un análisis sólido de rentabilidad genera comprensibles reservas.
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Cuando el actual ministro de Economía y Finanzas, Raúl Pérez Reyes, estuvo al frente del MTC, sostuvo que el proyecto no era prioritario y que su financiamiento debía provenir del exterior. Ya como titular del MEF, ha dado señales más entusiastas, destacando tramos como el ferrocarril Chancay–Pucallpa. Ayer, el premier Eduardo Arana, un tanto más tajante, dijo: “El Gobierno del Perú no ha autorizado ni piensa invertir dicha cantidad (US$ 10,000 millones) en estos momentos”. Pero de todas maneras, la falta de claridad en torno al proyecto en sí no ayuda a proyectar una política clara ante socios internacionales.
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Mientras tanto, Chile podría tener una ruta alternativa para conectar con Brasil y algunos de sus puertos, y configurarse como punto de salida. Aunque la realización del Tren Bioceánico no es inminente, el país se enfrenta a una disyuntiva estratégica: asumir un rol activo en la discusión o permanecer como observador de un proyecto que podría redefinir el comercio regional.
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La indefinición del Perú no necesariamente implica una pérdida. Pero mantener esa tibieza por tiempo indefinido, sin análisis ni estrategia, sí puede implicar oportunidades desaprovechadas. La ambigüedad del país ha creado las condiciones para que países extranjeros marquen la pauta de la conversación. Es algo que no puede repetirse.