
El Ministerio de Defensa (Mindef) ha defendido la “esencia” del proyecto de reglamento de la Ley 32251 –que regula el uso de los símbolos patrios, símbolos del Estado y otros emblemas nacionales– como un esfuerzo por fortalecer la identidad nacional. Pero, detrás del discurso patriótico, el contenido de la norma abre caminos peligrosos, con efectos económicos, operativos y jurídicos no suficientemente evaluados. El reglamento ha sido prepublicado para recibir comentarios hasta el 26 de julio.
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El Banco Central de Reserva (BCR), como ente emisor de las monedas y billetes, ha expresado su preocupación ante esta norma. Ha señalado que no fue consultado ni durante la elaboración de la ley ni en la redacción del reglamento y advierte que una interpretación restrictiva del uso de los símbolos patrios podría comprometer la operatividad del sistema. La entidad prevé presentar una opinión técnica esta semana.
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No es una preocupación menor. Billetes y monedas llevan impresos el escudo nacional, el pabellón y otros símbolos regulados por esta ley. ¿Se considerará un “uso indebido” que se empleen estas representaciones gráficas en material publicitario de bancos o billeteras digitales? ¿Estarán en riesgo las campañas educativas que promueven el reconocimiento de monedas falsas? Surgen muchas interrogantes.
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La incertidumbre afecta no solo al ente emisor, sino también al sector financiero, al comercio, a las imprentas, a los medios de comunicación y a cualquier empresa que utilice, incluso con fines educativos o informativos, los símbolos en cuestión. La posibilidad de ser sancionado genera un riesgo legal innecesario y refuerza la percepción de un Estado más preocupado en controlar que en gobernar de manera eficiente.
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Además, algunos de los artículos más cuestionables del reglamento parecen hechos más para ejercer vigilancia que para promover el amor a la patria. Una norma que apela al civismo pero se construye desde la imposición carece de legitimidad. El riesgo también es simbólico. Se está gestando una burocratización del orgullo nacional. Un país no debería imponer la identidad por norma; debería construirla colectivamente.
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El titular de Defensa, Walter Astudillo, ha dicho que, si se requiere modificar la norma, el ministerio tomará la iniciativa, siempre que no se altere su esencia. ¿Cuáles son los límites de esa “esencia”? Podrían ser antojadizos. Pero se deben hacer ajustes antes de que terminemos todos pagando –literalmente– por una idea mal pensada.