
Escribe: Omar Mariluz Laguna, director periodístico
En el Perú la creatividad política no se usa para gobernar, sino para distraer. Cada vez que la indignación ciudadana sube, aparece una nueva idea lanzada al aire para que miremos a otro lado. Esta vez, mientras el país digiere que la presidenta Dina Boluarte acaba de aumentarse el sueldo en más de 120% –hasta S/ 35,568 mensuales–, su ministro de Transportes intenta desviar la atención con un anuncio rimbombante: reabrir el antiguo terminal del aeropuerto Jorge Chávez y conectarlo al nuevo con un monorriel.
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La escena tuvo todos los ingredientes de un globo de ensayo: una conferencia de prensa para anunciar que “están pensando” en la idea, la admisión de que no hay proyecto ni estudios serios, y como toque final, una encuesta en X (antes Twitter) para preguntar a los ciudadanos si están de acuerdo. Como si los contratos de concesión y las inversiones millonarias pudieran resolverse a punta de likes.
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Desde la empresa concesionaria, Lima Airport Partners (LAP), no tardaron en bajarlo de la nube: recordaron que ya se invirtieron US$ 2,000 millones en un nuevo terminal capaz de atender –sin necesidad de otras infraestructuras– a más de 40 millones de pasajeros anuales. A ello se suman otros US$ 400 millones de terceros, todo concebido para operar en un solo terminal que integra procesos logísticos, comerciales y de servicios en un solo espacio. No es un detalle menor: abrir un segundo terminal implicaría duplicar controles migratorios, sistemas de seguridad, logística de equipajes y flujos operativos. No es algo que se decida con un sondeo en redes sociales.
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Lo más irónico es que la idea de operar con dos terminales no es nueva: fue planteada hace años por la propia concesionaria y rechazada por el Gobierno de Pedro Castillo. Hoy reaparece como una especie de “eureka” ministerial, lanzada sin estudios y en el momento exacto en que el debate público está dominado por la indignación debido al incremento del sueldo presidencial.
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Porque seamos claros: el problema no es evaluar si un segundo terminal podría ser útil algún día, ni siquiera discutir un ajuste en la remuneración presidencial. El problema es la frivolidad con la que este Gobierno mueve las piezas, declarando “confidenciales” los documentos que benefician a la presidenta, y lanzando anuncios sin criterio técnico para cambiar de tema y calmar la ola de críticas.
¿O de verdad creemos que todo esto es casualidad? El mismo Gobierno que miente sobre relojes, cirugías y viajes ahora pretende distraernos con un monorriel imaginario, mientras sus ministros juegan a hacer política desde Twitter.
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Porque al final la pregunta no es si el Jorge Chávez necesita dos terminales ni si la presidenta merece ganar más. La pregunta es cuánto más nos vamos a dejar distraer por un Gobierno que lanza ideas al viento como fuegos artificiales: brillan un segundo y luego se apagan, dejando solo humo.
Un monorriel para conectar dos terminales suena bonito en el discurso. Pero lo que el Perú necesita con urgencia es un cable a tierra que conecte a sus gobernantes con la realidad.

Magíster en Economía, diplomado internacional en Comunicación, Periodismo y Sociedad, estudios en Gestión Empresarial e Innovación, y Gestión para la transformación. Cuento con más de 15 años de experiencia en el ejercicio del periodismo en medios tradicionales y digitales.