
Escribe: Omar Mariluz Laguna, director periodístico
Hay instituciones que uno pensaba intocables. El Banco Central de Reserva (BCR), por ejemplo, ha logrado lo que pocos organismos públicos peruanos pueden presumir: respeto. Pero claro, en un país donde la eficiencia es vista como sospechosa, no podía durar mucho.
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El primero en abrir fuego fue Petroperú. Sí, la misma petrolera estatal que sobrevive gracias a transfusiones de miles de millones de dólares del Tesoro Público, esa que ni con respirador artificial logra dar signos de eficiencia. Su presidente, Alejandro Narváez, se dio el lujo de criticar al BCR por no bajar la tasa de interés, reclamando un ajuste a la Donald Trump contra la FED. Es decir, la empresa que PwC auditó con un veredicto lapidario –“generan dudas sobre su capacidad para continuar como empresa en marcha”– ahora pretende dar cátedra de política monetaria. Ironías del Perú.
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Pero como nunca hay exceso de creatividad en los pasillos del poder, ahora el Ministerio de Defensa también quiere dejar su huella en el BCR. Su flamante proyecto de reglamento, que en teoría busca proteger los símbolos patrios, incluye una joya normativa: rediseñar todas las monedas para que lleven el escudo nacional y el lema “Firme y feliz por la unión”. Para hacerlo, las monedas tendrían que agrandarse. ¿Consecuencias? Los dispensadores de golosinas, las recargas del Metropolitano y Metro de Lima, los juegos para niños y hasta las máquinas de café quedarían inútiles. Porque claro, ¿Qué importan los costos y el caos logístico cuando se trata de un “golpe de patriotismo”?
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Pero el reglamento no se detiene ahí. Entre otras perlas, establece que todos los medios de comunicación –radios, canales de TV y plataformas digitales– deberán transmitir el himno nacional a las 8 de la mañana y 6 de la tarde. Da igual si están en plena cobertura de un terremoto o un penal decisivo: el himno primero.
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Y como si eso no fuera suficiente, también se pretende prohibir el uso de los símbolos patrios con fines de lucro. Así que adiós a los polos, gorras y casacas con el escudo peruano que se venden en Gamarra; adiós a los souvenirs turísticos que exhiben orgullosamente nuestra bandera en Cusco o Arequipa; y adiós a los diseñadores que usan estos emblemas para darle visibilidad a la identidad peruana en pasarelas internacionales.
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Para rematar, los hoteles, centros comerciales y locales privados tampoco podrían exhibir banderas extranjeras con fines decorativos. El Oktoberfest con banderitas alemanas o el Mundial con banderas brasileñas se acabaron: la municipalidad podría multar por ello.
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Así, mientras el BCR sigue haciendo su trabajo para que la inflación no se dispare, Petroperú y el Ministerio de Defensa parecen competir para ver quién logra cargarle más problemas a la institución más seria del Estado.
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En el Perú parece más fácil cambiar monedas y billetes, prohibir polos patrióticos y multar banderas extranjeras que hacer funcionar a una empresa estatal. Lo irónico será cuando la próxima crisis obligue a todos –petroleras quebradas y ministerios hipercreativos incluidos– a correr a tocar la puerta del BCR… esta vez con monedas gigantes en el bolsillo.