
Escribe: Luis Miguel Castilla, director ejecutivo de Videnza Instituto
Es difícil ser optimista sobre lo que puede lograr la próxima COP en Belém, Brasil. El multilateralismo atraviesa su momento más frágil en décadas, erosionado por la fragmentación geopolítica y el regreso del negacionismo climático en potencias como Estados Unidos bajo la administración Donald Trump. Más allá de las cumbres y su escaso avance, el verdadero destino del clima —y del Perú— no se definirá en una sala de negociaciones, sino en nuestras decisiones: cómo gestionamos nuestros recursos, planificamos nuestras ciudades, protegemos nuestros ecosistemas y articulamos al Estado y la empresa para construir un futuro sostenible desde dentro.
El cambio climático no es solo un desafío ambiental; es el mayor imperativo económico y social de nuestra época. Sus efectos ya se sienten en el Perú, desde la recurrente aparición de desastres naturales hasta la crisis hídrica en regiones altoandinas. Sin embargo, también abre una oportunidad única: usar estratégicamente nuestros recursos naturales para impulsar una transición productiva, inclusiva y sostenible. Como se discutió en la última edición de Perú Sostenible, la sostenibilidad puede convertirse en el nuevo motor del desarrollo nacional.
Para ello, la estrategia pública frente al cambio climático debe dar un giro profundo. Hasta ahora, el avance en el cumplimiento de las metas climáticas ha sido insuficiente. Las principales fuentes de emisiones de gases de efecto invernadero no pueden seguir siendo ignoradas. Gobiernos sin rumbo y excesiva volatilidad han permitido que se perpetúe la deforestación, el avance de la minería ilegal y la proliferación de transporte público informal altamente contaminante. Para cambiar esta situación, el Estado necesita enfrentar con urgencia estos desafíos y, al mismo tiempo, planificar, articular y ejecutar políticas públicas con una visión integrada de inversión, territorio y sostenibilidad.
En el ámbito estatal, el presupuesto debe alinearse a metas climáticas concretas, de modo que cada sol invertido contribuya a reducir la huella de carbono mediante acciones específicas de mitigación y adaptación. También se requiere una política seria para atraer inversión sostenible, basada en estabilidad regulatoria, ventanillas únicas y reducción de costos de transacción. La previsibilidad no es un favor al sector privado; es una condición para el desarrollo nacional.
El sector empresarial debe asumir un rol mucho más transformador. Ya no basta con cumplir normas o ejecutar proyectos de responsabilidad social. El cambio climático exige empresas proactivas, innovadoras y con propósito, capaces de liderar la transición hacia una economía baja en carbono. Invertir en tecnología limpia, eficiencia energética y cadenas de valor sostenibles es tanto una cuestión ética como una ventaja competitiva. La Agencia Internacional de Energía proyecta que la demanda global de minerales críticos como el cobre y el litio se duplicará hacia 2035. El Perú, segundo productor mundial de cobre, tiene una posición estratégica para abastecer esa demanda.
La oportunidad también es financiera. América Latina emitió más de 60,000 millones de dólares en bonos verdes y sostenibles, pero el Perú apenas representó el 1% de ese volumen. Bancos, fondos de pensiones y mercados de capitales pueden canalizar ahorro interno hacia proyectos de infraestructura verde y transición energética mediante instrumentos financieros sostenibles. Las empresas que adopten estándares ambientales, sociales y de gobernanza no solo atraerán más capital, sino que serán más resilientes en un entorno global donde la sostenibilidad es requisito para competir.
Además, el país tiene una ventaja que pocos aprovechan: su matriz energética es muy limpia. La Comisión Económica para América Latina y el Caribe (CEPAL) estima que el Perú utiliza apenas el cinco por ciento de su capacidad solar y eólica, a pesar de contar con algunas de las zonas de mayor radiación del continente. Integrar energías renovables no convencionales con un Estado habilitador que no imponga tecnologías específicas ni introduzca distorsiones permitirá avanzar hacia una matriz energética accesible, limpia y segura.
La seguridad energética es fundamental para una transición ordenada hacia un futuro bajo en carbono. En el Perú, el gas natural cumple un rol estratégico al actuar como energía de respaldo, pues garantiza estabilidad en el sistema eléctrico frente a la intermitencia de las fuentes renovables. Su disponibilidad, la infraestructura existente y su menor intensidad de emisiones en comparación con otros combustibles fósiles lo convierten en un aliado clave para asegurar la confiabilidad del suministro mientras se aumenta la participación de energías limpias. El gas natural puede ser el puente que garantice energía asequible y continua mientras el país desarrolla almacenamiento, redes inteligentes y capacidad tecnológica para una integración plena de las renovables.
El cambio climático redefine el concepto de progreso. Ya no se trata solo de crecer, sino de crecer mejor: crear valor sin destruir el entorno ni profundizar desigualdades. La sostenibilidad debe convertirse en política de Estado y la colaboración público-privada, en su principal instrumento. Imaginemos el Perú del 2050: un país carbono neutral, con energía limpia y segura, cadenas productivas de alto valor agregado, minería formal y sostenible, agricultura tecnificada y comunidades empoderadas. Un país donde el crecimiento económico y la protección ambiental no se excluyen, sino que se refuerzan.
Ese horizonte no es inalcanzable. Es posible si cambiamos la estrategia pública, si el Estado lidera con eficiencia y si el sector empresarial asume su papel como motor de innovación, sostenibilidad y cohesión social. El cambio climático no es una amenaza para el Perú; es la gran oportunidad para transformar su modelo de desarrollo. Si lo enfrentamos con inteligencia colectiva, liderazgo y visión a largo plazo, podremos convertir nuestra riqueza natural en bienestar duradero. La historia de las próximas décadas dependerá de si comprendemos esto a tiempo y actuamos en consecuencia.







