
Escribe: Enriqueta González de Sáenz, directora independiente y miembro de WCD Perú
En el corazón de toda empresa exitosa late una cultura organizacional coherente, inspiradora y profundamente arraigada. La cultura empresarial debe responder con fidelidad al propósito compartido, al por qué existe la empresa. Se alimenta de la toma de decisiones alineadas con el propósito, la adecuada gobernanza, el liderazgo consciente y la visión inspiradora.
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En este contexto, el directorio desempeña un papel fundamental no solo como órgano de gobierno que vela por la gobernanza y la estrategia empresarial, sino como el arquitecto de los valores. Por su parte, los valores deben ser cultivados desde la cima, guían y ponen límites a las acciones de la empresa. Son la base de la cultura empresarial.

El directorio comprometido con el propósito tiene el poder de transformar la cultura de la organización. La cultura va más allá del beneficio económico, conecta con las aspiraciones humanas, con el impacto social y con la satisfacción de los miembros de la empresa. Cuando el propósito es auténtico y compartido, cuando a él se suma una cultura con valores, la empresa obtiene una brújula moral y estratégica. Cuando los valores son legítimos y comunicados con claridad, se convierten en los motores de la acción. Cuando hay cultura institucional modeladora la empresa alcanza niveles sorprendentes.
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El ejemplo del banco digital británico Revolut ilustra cómo una cultura empresarial bien definida puede generar una alta rentabilidad para sus accionistas, una superación permanente en sus colaboradores, un beneficio para sus clientes y una transformación en el sector financiero. Fundado en el 2015, Revolut nació con una misión audaz: eliminar las barreras del dinero y ofrecer servicios financieros accesibles y sin fronteras. Esta misión no solo atrajo millones de clientes, sino que también moldeó una cultura interna basada en cinco valores: nunca te conformes, equipo de ensueño, piensa más allá, hazlo realidad y entrega que asombra.
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El directorio de Revolut ha sido clave en la consolidación de esta cultura. Al establecer estándares elevados de talento, fomentar la colaboración y exigir honestidad y respeto ha creado un entorno donde la innovación florece y el cumplimiento no se negocia. Sin embargo, a medida que Revolut crecía, también enfrentaba críticas sobre sus procesos de cumplimiento y controles regulatorios, los cuales fueron superados. Los momentos difíciles y su resolución, subrayan la importancia de que el directorio no solo impulse la innovación, sino que garantice que ésta se desarrolle dentro de un marco ético y legal sólido. La cultura empresarial no solo es una fachada, debe ser una estructura robusta que resista la presión del crecimiento y la complejidad.
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En conclusión, el directorio tiene la responsabilidad de ser el promotor de la cultura, el vigilante del propósito y el arquitecto de los valores. Su liderazgo define el tono ético, la ambición estratégica y la coherencia cultural. Cuando el directorio actúa con convicción, la cultura se convierte en ventaja competitiva. Y cuando esa cultura está basada en transparencia, integridad, innovación y cumplimiento, la empresa no solo prospera, sino que inspira.