
Escribe: Javier Gamboa, vicepresidente de Estrategia y Gestión de Portafolios de RIMAC
El índice DXY, referencia principal para medir la fortaleza del dólar frente a monedas desarrolladas, ha perdido tracción este 2025. Luego de tocar un pico a mediados de abril, el índice ha retrocedido con consistencia y hoy se ubica alrededor de 98, muy por debajo de los niveles observados durante los picos que tuvo en 2022 y 2023. No se trata de una corrección técnica aislada: hay razones estructurales detrás de este ajuste.

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Primero, el cambio de tono en la Reserva Federal. Luego de meses de resiliencia, la economía estadounidense ha comenzado a mostrar signos de moderación. La inflación se mantiene relativamente estable y los datos de empleo se desaceleran. Esto motivó a la Fed a iniciar un ciclo de recortes en setiembre, y todo indica que vendrán más antes de cerrar el año. Con ello, desaparece uno de los principales motores que sostuvo al dólar en los últimos trimestres: el diferencial de tasas.
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Segundo, la posición del dólar en los portafolios globales parece haber alcanzado su punto máximo. La acumulación de dólares en reservas internacionales, inversiones en bonos del Tesoro y posiciones tácticas en derivados fue una constante postpandemia. Hoy, esa sobre ponderación comienza a revertirse. Los flujos ya no favorecen al dólar como antes, y muchos inversionistas internacionales se preguntan si vale la pena mantener exposición a una moneda que empieza a perder rendimiento relativo.
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Por su parte, diferentes analistas internacionales plantean una hipótesis táctica clara: si el DXY rompe los niveles actuales de soporte, podría caer hacia la zona de 95–96, especialmente si los datos económicos de EE. UU. continúan debilitándose. Aunque no se espera una devaluación abrupta, el dólar podría entrar en una fase prolongada de corrección, donde las sorpresas bajistas superen a las alcistas.
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Desde el punto de vista técnico, la secuencia de máximos descendentes desde abril refuerza la visión bajista. Cada rebote ha sido más débil que el anterior, y los indicadores de momentum apuntan a una continuidad del ajuste. La ruptura clara del nivel de 100 a la baja fue clave para validar este cambio de tendencia.
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En suma, si bien el dólar no ha colapsado, ya no tiene el viento a favor que disfrutó durante los últimos tres años. El mercado anticipa una nueva etapa, menos dominada por la excepcionalidad estadounidense. En esa transición, el DXY seguirá siendo observado con lupa y, por ahora, el veredicto es claro: el dólar ha perdido fuerza y está en un año para el olvido.






