
Escribe: Enrique Castillo, periodista.
Si nos guiamos por todo lo que hemos vivido y seguimos viviendo en los últimos años, tal vez no sea cierto aquello de que Dios es peruano, pero ahora sí podemos decir que el papa es peruano, aunque sea por adopción, con DNI y SIS.
Durante los próximos días esta va a ser quizás la noticia más relevante, y en todos los medios de comunicación vamos a ver y oír todo sobre el nuevo papa, su vida y servicio en el Perú, sus amigos, sus homilías, sus mensajes, sus fotos, sus anécdotas, y hasta lo que algunos podrían considerar su línea política en el apostolado desde Chiclayo.
Veremos además los esfuerzos de la presidenta Dina Boluarte por viajar a Roma para la entronización del papa, con el argumento de que León XIV es peruano y que debe llevar el saludo y el cariño del pueblo peruano. Lo más probable es que el Congreso le dé esta vez el permiso, porque seguramente muchos congresistas también tratarán de subirse a la delegación presidencial en el afán de traerse una foto con el papa para exhibirla en la campaña electoral.
Lo que irá quedando claro con el correr de los días es si al papa, que muestra su identificación con las necesidades del pueblo y ha criticado en el Perú a las personas que entran a la política para beneficiarse y preocuparse por sus propios intereses, le generará mucho entusiasmo el recibir a esa probable delegación encabezada por una presidenta que ahora busca subirse considerablemente el sueldo contra viento y marea y a pesar de todas las críticas, proyectándose y pensando en la pensión que ella recibirá de por vida una vez que deje la Presidencia.
Porque se puede discutir si el sueldo de un presidente en el Perú es el adecuado, y se puede querer plantear una reforma de los niveles salariales en el Estado empezando por la cabeza, pero de ahí a que la actual presidenta se quiera subir el sueldo a sí misma, solo a ella, pensando en su propio futuro, hay una gran distancia. Una cosa es subir el sueldo al presidente, como parte de una reforma integral, con vigencia a partir del próximo período presidencial; y otra es beneficiarse de manera particular y en solitario.
El papa obviamente sabe de primera mano todo lo que pasó y pasa en el país, conoce muy bien quién es quién aquí, y sabe de qué pie cojea cada uno. Y eso incluye a toda la clase política y autoridades, y hasta los miembros de la Iglesia en el Perú. De tal manera que no hay forma que los congresistas puedan sorprender al papa, como tampoco pueden ya sorprendernos a nosotros.
La indignación de los congresistas sobre lo ocurrido en Pataz hay que tomarla con pinzas, pues muchos se sintieron cómodos aprobando la extensión del Reinfo, a pesar de las advertencias sobre el avance de la minería ilegal y delincuencial. Por ello, por más mociones de censura al primer ministro Gustavo Adrianzén que se presenten, no se puede garantizar que habrá los votos necesarios para la salida del premier.
Este Congreso se siente cómodo con este Gobierno, porque los congresistas pueden hacer lo que quieren y como quieren. Viajan por todo el país y a toda celebración partidaria o cumpleañera con la plata de todos los peruanos, el Ejecutivo les aumenta su presupuesto a pedido, hacen del Congreso una agencia de empleos para sus partidarios, dan las leyes que quieren según sus intereses y de los suyos, no le rinden cuentas a nadie, y seguro viajarán a Roma con presupuesto del Congreso. Ya se inventarán algún evento, invitación o semana de representación en Italia. Y todo con la bendición o el ejemplo del presidente del Congreso.
Por eso, suena falso cuando nos dicen que “lo ocurrido en Pataz es una muestra más del desgobierno crítico en el que vivimos. La inseguridad está matando a los peruanos y el Ejecutivo no tiene una estrategia clara ni un plan efectivo”. Porque, si esto es lo que realmente piensan, ¿por qué no hacen nada al respecto?, ¿si hay un desgobierno crítico, por qué no le ponen fin, si en sus votos está la solución?
Lo más probable es que León XIV sepa distinguir muy bien entre su cariño e identificación con el pueblo peruano, y su relación con las autoridades políticas, a muchas de las cuáles debe tenerlas bien “tarifadas”, como decían los abuelos.
Pero al margen de los esfuerzos y disfuerzos de la presidenta y de los congresistas, es de esperar que una elección como la del nuevo papa pueda tener un cierto impacto en el escenario político peruano, quizás no determinante, pero sí influyente. Aunque no se sepa con claridad todavía con qué tendencia. Y más todavía, si uno de sus primeros viajes es al Perú. Puede reverdecer la fe católica tradicional, o la opción por los pobres.
