
Escribe: Carlo León, gerente de Renta Fija en Prima AFP
El Perú tiene los números en orden. La inflación está bajo control, el déficit fiscal es manejable, la deuda pública es baja y el tipo de cambio apenas se mueve. Si uno mira solo los datos, el país debería estar en el mismo grupo que Canadá, Malasia o Indonesia. Pero basta mirar cuánto paga por endeudarse para notar algo raro: es como si el Perú viviera en otra galaxia financiera.
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Hoy el Estado peruano se financia a 5.9% de interés por su deuda en soles a 10 años. Según un modelo simple que compara países con economías parecidas —ajustando por inflación, deuda y déficit—, la tasa que debería pagar es más cercana al 3.5%. Incluso Estados Unidos, con inflación más alta, déficits crónicos y una deuda que supera el 120% de su PBI, paga 4.1%. Es decir, el Perú paga más… con menos motivos.

Claro, Estados Unidos juega con ventaja: su moneda es la principal del mundo. Pero aun descontando eso, la diferencia es difícil de justificar. No es que la tasa peruana sea exageradamente alta –de hecho, es una de las más bajas de la región–, sino que debería ser más baja todavía. La brecha no se explica por los números, sino por el ruido. Y en el Perú, el ruido nunca se apaga.
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Parte de ese ruido es estructural. Los retiros de fondos de pensiones redujeron la demanda por bonos del Estado, la política sigue siendo inestable y los cambios de presidente se sienten como actualizaciones de software: repentinos, automáticos y sin previo aviso. Todo eso alimenta una sensación de fragilidad que los mercados captan enseguida. En un país donde hasta la orquesta Agua Marina puede ser atacada a balazos en pleno concierto, la prima de riesgo no es solo financiera: también es política y social.
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El ejemplo de Portugal ayuda a entenderlo. Tiene más deuda, crece más lento y ha atravesado crisis de gobernabilidad, rescates financieros y reestructuraciones bancarias, pero hoy ha construido una narrativa de estabilidad que los inversionistas creen; y por eso paga tasas más bajas: apenas 0.4% por encima de Alemania. No, no es por Cristiano Ronaldo, es porque sus instituciones, tras años de tensión, aprendieron a jugar en equipo.
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La tasa de interés de un país no solo mide inflación o déficit: también mide confianza, previsibilidad y orden. Lo preocupante no es solo que el Perú pague caro, sino que ya no sorprenda. Que el país se parezca a Canadá en cifras, pero a Colombia en precio, sin que eso incomode.
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Bajar la tasa es cosa de mercado. Merecerla, es tarea del Estado. Y ese debería ser el verdadero reto: construir la confianza que los números, por sí solos, no pueden comprar.