
Carlos Casas Tragodara Catedrático en Universidad del PacíficoEn la economía conductual que ha tomado mucho vigor en los últimos años se sugiere presentar la información de cierta forma para que el mensaje de las frías estadísticas cale más hondo y nos demos cuenta de lo que está ocurriendo en determinada circunstancia. Por ejemplo, hace unos días salió el reporte de pobreza del año 2024 donde se menciona que la pobreza se redujo a 27.6% desde un nivel de 29% del año anterior. Ello significa que ahora tenemos 9`390,000 personas que viven en la pobreza. De la misma manera en la pobreza extrema (aquellos que no pueden cubrir sus necesidades alimenticias mínimas) tenemos a 1.87 millones de personas.
Los porcentajes suelen esconder los verdaderos números de las personas que tienen sus condiciones de vida deterioradas y que, si no salen de esa condición, sobre todo los niños, verán comprometida su capacidad para generar ingresos en el futuro cayendo en una trampa de pobreza de la cual no podrán salir. De esta manera estamos desperdiciando talento porque una niña que podríamos llamar Evelyn que genéticamente podría tener un gran potencial no lo aprovechará porque su capacidad de aprendizaje se verá afectada para siempre si en sus primeros años está en el grupo de extrema pobreza.
Por otro lado, tenemos el caso de don Guillermo que tiene más de 60 años y nunca pudo ahorrar para su vejez y sus hijos están siguiendo el mismo camino y no lo podrán ayudar. Esta es la razón por la que el grupo de edad en donde la pobreza ha aumentado significativamente es en los mayores de 60 años. Por lo demás vemos que este es el grupo que en el futuro va a crecer más por el aumento de la esperanza de vida que se observa en el país. Así como con don Guillermo veremos a muchos adultos en la pobreza en el futuro si no se revierte la situación.
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Por otro lado, el crecimiento y rebote que se ha observado luego del covid esconde ciertos acertijos. La más significativa es que parece que la recuperación tiene una cara distinta porque en todos los grupos de la población el gasto real en términos per cápita no recupera aún sus niveles del 2019. Si una de las medidas de bienestar que más se utiliza en el análisis económico es el consumo, este ha disminuido con respecto al año 2019 y por tanto el bienestar también. Si el nivel de PBI per cápita en términos reales al final del año pasado era similar al del 2019, la mayor pobreza se explicaría por un empeoramiento de la distribución del ingreso debido a un impacto diferenciado en la productividad luego del covid. El cambio tecnológico observado con el covid así como la irrupción de la inteligencia artificial puede generar concentración de ingresos. Ese es un tema que se está discutiendo y empezando a analizar a nivel mundial.
Sin embargo, hay algo que no es consistente con lo anterior. El índice de Gini y otros indicadores de desigualdad muestran que el Perú sigue su tendencia a reducir las disparidades de ingreso luego de su aumento en el año 2020. Esto nos puede sugerir que alguno de los indicadores que hemos analizado puede no estar bien medido. Una hipótesis es que esta tendencia a la reducción de la desigualdad se explica porque las personas de altos ingresos no responden a la encuesta nacional de hogares. Esto puede ser razones de seguridad o porque no tienen el tiempo para contestar una encuesta de tal tipo. Por dicho motivo la desigualdad se habría reducido, pero entre los que contestan la encuesta. Para sincerar dicha cifra debe explorarse la forma de incorporar a las personas de altos ingresos con cifras complementarias.

Por otro lado, la pobreza es informal. Cerca del 95% de los pobres y pobres extremos provienen del sector informal. Esto refuerza la idea de que la informalidad incluye a actividades económicas con baja productividad que no permiten generar ingresos suficientes para cubrir las necesidades básicas. Dentro de esta categoría estaríamos hablando de cerca de 9 millones de personas. Lamentablemente estas líneas son insuficientes para ilustrar más detalles del rostro de la pobreza en el Perú y otras inconsistencias.
La pregunta es qué podemos hacer. La respuesta es simple: tenemos que crecer a tasas significativas durante varios años. Esa es una condición básica que generará incremento de ingresos, tanto privados como públicos. Con estos recursos un mejor Estado es quien debe proveer buenos servicios y encargarse de los programas sociales. El sector privado por otro lado debe pagar los impuestos que corresponden y acá nos referimos especialmente al sector informal, no en cargarle más impuestos a los que ya pagan. Políticas públicas orientadas a mejorar la productividad son urgentes. Hay tanto que reformar en el país y el tren se nos ha pasado. Estos últimos cinco años se pueden llamar el lustro perdido (por el covid y la inestabilidad política) pero aún no está todo perdido.